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El Campo del Príncipe, a tope, en una imagen de archivo.
Una sonrisa de satisfacción recorre Granada desde Plaza Larga hasta el Campo del Príncipe

Una sonrisa de satisfacción recorre Granada desde Plaza Larga hasta el Campo del Príncipe

Grupos municipales, las asociaciones de vecinos y cofradías confían en que el Día de la Cruz haya tanto un control estricto como responsabilidad de los granadinos para que sea un éxito

Javier F. Barrera

Domingo, 2 de abril 2017, 02:19

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Granada aplaude la vuelta de las barras el Día de la Cruz. La información, adelantada por este periódico en su edición de ayer, ha sido recibida con un amplio consenso. Hosteleros, grupos municipales, asociaciones de vecinos y cofrades se muestran ilusionados con la medida que permitirá la vuelta de las barras en torno a las Cruces con la idea de recuperar la tradición festival. Y de igual forma que el componente tradicional de toda Cruz que se precie tiene su pero con las tijeras abiertas clavadas, manifiestan todos también como una sola voz un claro «sí, pero...».

Este pero no es otro que la lección aprendida que supone el macrobotellón repartido por la ciudad durante el Día de la Cruz que llevó al anterior equipo de gobierno del Partido Popular, hace ya una década completa, a establecer una suerte de 'ley seca' en torno a esta festividad que se tradujo en la prohibición de las barras en las Cruces y la promulgación de la Ordenanza de la Convivencia que también prohibía el consumo de alcohol en la calle. Las medidas permitieron la consolidación del botellódromo, ahora clausurado por el presente equipo de gobierno socialista.

Con todas estas cartas en la mano, le toca a Granada jugar esta partida que posibilite revitalizar la fiesta del Día de la Cruz, una de las más queridas por todos los granadinos y granadinas, sin que se genere un problema de convivencia y de suciedad que obligue de nuevo, si fracasa esta reválida que tiene que superar la ciudad entera, a prohibir de nuevo las barras en las Cruces.

Este periódico ha querido pulsar la opinión de los principales actores, de la que se desprende que una sonrisa recorre la ciudad desde Plaza Larga en el Albaicín hasta el Campo del Príncipe en el Realejo al conocer la noticia. La conclusión sería tradición, sí. Fiesta, música y alegría, también. Pero un veto total al botellón y sus consecuencias. De ahí que el decreto del equipo de gobierno que dirige el alcalde Paco Cuenca sea exhaustivo en cuanto a las normas, horarios y condiciones establecidas para las barras.

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