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Javier Morales
Domingo, 26 de marzo 2017, 04:10
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Segundo año sin Fiesta de la Primavera en Granada. Lo que en un día se comenzó a llamar botellódromo es ahora un espacio en el que el consumo de alcohol está prohibido, como sucede en todas las vías públicas de la capital. Está vallado, a excepción de un pequeño tramo por el que acceden algunos 'skaters' y grupos de amigos a pasar un rato '0,0'. Tras siete meses de abstemia en el perímetro, todavía está por definir su futuro.
IDEAL ha reunido en la explanada de María Moliner a un grupo de granadinos para debatir sobre el porvenir del lugar y las opciones de ocio de las que disponen los jóvenes. Ana Cueto y Luis Molina son dos universitarios que vivieron la época dorada del botellón en la capital. José Jiménez es portavoz de la plataforma vecinal No al botellódromo. Junto a él se suma otro vecino, Luis Sánchez. Esteban Romero es profesor de la Universidad de Granada y ha participado en las comisiones municipales en las que se ha tratado el futuro del antiguo botellódromo y la agenda cultural para los jóvenes. Eduardo Castillo es concejal de Juventud del Ayuntamiento de Granada.
La conversación, que se puede leer íntegra en la edición impresa de IDEAL de este domingo, arranca con la exposición del edil y los vecinos acerca del primer boceto que se ha puesto sobre la mesa para recuperar el recinto. Implica construir zonas de skate, de juegos infantiles, pistas deportivas con porterías y canastas y un parque biosaludable. La ejecución rondaría los 400.000 euros, pero no estamos ante un plan hermético ni con fecha en el horizonte. El Ayuntamiento trabaja en una alternativa más "humilde, menos ambiciosa", quizás en desarrollarlo por fases.
El portavoz de los vecinos asegura que el barrio "ya es el que había siodo siempre, y no el que ha sido en los últimos diez años". Han recibido positivamente el planteamiento, pero no están de acuerdo con la cuantía de la construcción, porque porque "está consolidada en un 70 u 80%".
Luis Molina también acepta la idea, pero opina que no va a terminar con otro problema: "Esa gente no tiene un poder adquisitivo muy alto y van a seguir comprando alcohol y bebiendo en la calle". Ana coincide en que los jóvenes acuden a hacer botellón por una cuestión de economía y lugar de reunión: "Me parecía genial que todos estuviésemos aquí y tuviéramos nuestro espacio para juntarnos y luego movernos a otro sitio".
En el marco de la discusión sobre el bote, la UGR se ha posicionado siempre desde un punto de vista metodológico: reflexionar sobre el ocio y tomar decisiones válidas a largo plazo. "El consumo de alcohol es algo que está extendido en la sociedad, no sólo en la calle o en unas terrazas (...) El proyecto pretende generar un compromiso ciudadano, generar propuestas de ocio alternativo, saludable, modelos entre los jóvenes que sean distintos a los actuales, en los que parece que el consumo de alcohol sea algo desafiante y atractivo", valora Esteban.
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