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Medio millón de personas, según la empresa, visitaron el Nevada entre el viernes y ayer sábado.
Y el Nevada (casi) se quedó pequeño

Y el Nevada (casi) se quedó pequeño

El viernes visitaron el gigantesco centro comercial unas 240.000 personas y el sábado, más de 260.000, según la empresa

Carlos Morán

Lunes, 28 de noviembre 2016, 00:32

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Hubo un tiempo, no tan lejano aunque haya a quien le parezca que sucedió en el Pleistoceno, en que las escaleras mecánicas de un centro comercial tenían tanto atractivo para el turista como el Museo del Prado. Cuando los 'bachilleres' de provincias iban de viaje de estudios a Madrid -esa solía ser la costumbre-, tan importante era recorrer los pasillos de la mejor pinacoteca del mundo como encaramarse a una de aquellos peldaños deslizantes de los grandes almacenes de la calle Preciados -la primera escalera mecánica de Granada estuvo en Tejidos Vázquez y fue un auténtico imán para los niños que hoy se acercan a la cincuentena, si es que no la han atravesado ya-.

Gracias a esas máquinas entonces tan modernas -o posmodernas-, el cliente se movía pero sin dejar de estar quieto, puro relativismo que diría Einstein.

Fue a mediados del siglo pasado cuando nació ese 'espíritu de la escalera mecánica', ese asombro por la tecnología y la mercadotecnia comercial' -por decirlo de alguna forma- que aún perdura. A pesar de la avalancha de inventos que han cambiado las vidas de los terrestres en las últimas décadas, el personal ve una buena escalera mecánica -que, en su mayoría, son ya rampas por aquello de eliminar las barreras arquitectónicas- y, de inmediato, se pone ordenadamente a la cola para probarla. No falla.

Y eso pasa porque las escaleras mecánicas son los altares del consumismo. Elevan el ánimo de los compradores y de los curiosos. Y, por supuesto, también sus cuerpos.

No está científicamente demostrado -ni falta que hace-, pero esa devoción por las escaleras mecánicas -que también llevan en sus genes las nuevas generaciones, aunque no sean conscientes de ello- es clave para que los centros comerciales tengan tirón. Un ejemplo cercano que corrobora la teoría: el Nevada de Armilla-Granada, que abrió sus puertas al público el pasado miércoles y hoy domingo está a punto de superar su primer fin de semana de existencia. O lo que es lo mismo, su auténtico bautismo de fuego, porque un mega espacio como el Nevada demuestra la fortaleza de sus costuras y cuadernas los viernes y los sábados, que es cuando la gente tiene más tiempo libre para las compras o para mirar escaparates.

Pues lo cierto es que casi, y en algunos momentos sin el 'casi', el Nevada se ha quedado pequeño, lo cual tiene su mérito porque sus proporciones son colosales: 280.000 metros cuadrados, 6.500 plazas de aparcamiento, 240 tiendas y dos kilómetros de pasillos amplios como avenidas -no hay otro parque comercial más grande en Andalucía-.

Y, siguiendo con las cifras desmesuradas, el viernes visitaron el complejo unas 240.000 personas y ayer sábado, más de 260.000, según fuentes de la empresa General de Galerías Comerciales, que es la promotora del Nevada.

Es verdad que este fin de semana que ya acaba ha coincidido prácticamente con la inauguración centro y con el 'Black Friday', esa moda importada de Estados Unidos, pero que se ha infiltrado en la cultura española con tanta fuerza como la fiesta de Halloween. Y todo eso suma, y mucho, pero aún así, el llenazo del Nevada ha sido de los que hacen época.

A ello ayudó el éxodo de jienenses -sobre todo de la capital, que tiene 114.000 habitantes- hacia Granada. La peregrinación fue más intensa el viernes, ya que Jaén celebraba la fiesta de Santa Catalina, una fecha en la que vecinos y visitantes 'acampan' en el cerro que da nombre a la celebración para comer -principalmente- sardinas. «Este año no ha habido casi nadie. Como el tiempo no acompañó, la mitad de la ciudad y de la provincia optó por desplazarse hasta el Nevada. Total, que tomamos Granada», explicaba ayer Lorenzo, que fue no de los que cambió las sardinas de Santa Catalina por el 'shopping'.

Pero es que la mitad de Jaén que no estuvo el viernes, viajó ayer hasta la capital de la Alhambra. Y el Nevada batió su propio récord de afluencia de público, según las estimaciones y cálculos de la empresa propietaria del gigantesco inmueble.

Por momentos, hubo negocios que estuvieron al borde del colapso.

Colas para comer

A última hora de la mañana y a primera de la tarde -tanto del viernes como del sábado- prácticamente todos los restaurantes estaban repletos de gente. Las hileras de clientes que esperaban una mesa culebreaban por los pasillos del complejo sin dejar de crecer. «Soy de Madrid y nunca había visto una cosa igual. Hemos tenido que esperar más de una hora para conseguir un sitio para comer. Llegamos a las dos y cuarto y no nos sentamos hasta las tres y media. Yo creo que están desbordados», comentaba ayer Ana.

Pero es que el viernes el paisaje no fue muy diferente. «A las doce de la mañana, fuimos a una cafetería y nos dijeron que ya se les había acabado el tomate para las tostadas», dijo Antonio, un jienense que hizo doblete y se llegó hasta el Nevada ayer y anteayer.

Total, que hubo a quien casi se le junta la comida con la cena. «Es que no había ninguna mesa libre ni en los sitios de comida rápida ni en los de 'lenta'», reiteró Ana, la madrileña.

Luego, a medida que fue avanzando el día, llegó más gente y, alrededor de las siete de la tarde, el Nevada parecía haber engullido a media ciudad de Granada. La muchedumbre se desparramó por los pasillos del centro comercial y había tiendas en las que parecía que se estaba librando una batalla, tal era la fiebre compradora.

Entre los curiosos que se pasearon por el Nevada, estuvo Gerardo Sánchez, el alcalde de Armilla, el municipio al que pertenece el complejo. «Por lo que veo, me da la impresión de que la empresa tiene que estar rondando sus mejores expectativas, porque tanto ayer -por el viernes- como hoy -por el sábado- ha habido muchísima gente. Y, claro, se ha notado en el tráfico, que, en las horas punta, ha sido muy denso. El lunes nos reuniremos para ver si mantenemos el dispositivo para regular la circulación», explicó.

Aunque parezca mentira, el Nevada se quedó pequeño. O casi.

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