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Bar Los Pipos: 40 años comiendo juntos

Bar Los Pipos: 40 años comiendo juntos

Las migas, el arroz, la tapita con una Alhambra bien fresquita, todo tiene el mismo sabor de siempre, como si el tiempo no hubiera pasado por aquí

r. i.

Viernes, 28 de octubre 2016, 01:46

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Mercedes, llevo meses viendo ese bajo y cada vez que paso pienso lo mismo, ¿qué te parece si lo alquilamos y montamos un bar?

40 años han pasado ya desde esa proposición de mi abuelo a su adorada Mercedes, cómo me hubiera gustado presenciar esa escena, su cara de ilusión y temor a la vez por labrarse un futuro mejor.

Emprendedor lo llamarían ahora, pero en ese momento la vida era muy diferente. Algunos recordarán y otros lo conocemos por recuerdos ajenos, era época de trabajo, de aprendices, de jornadas interminables, vacaciones inexistentes, algún que otro guateque y mucha pero que mucha necesidad.

Allí plantados, me los puedo imaginar, cogidos de la mano, tomando la decisión más difícil de sus vidas, dando un paso al frente sin capital, ni padrino, solos con sus ganas y el empuje de 6 hijos a los que sacar adelante.

Él, hombre de aquellos que llaman grandes, por su tamaño y por la dimensión de sus acciones, siempre con algo entre manos, amigo de todos, con gusto por el buen comer y beber y sobretodo disfrutón de la vida. Ella, señora de carácter, de voluntad férrea, trabajadora incansable desde su niñez y con una debilidad declarada, su esposo, la pasión de su vida. Si existen personas que están destinadas a estar juntas ellos serían la prueba, su amor se notaba en la dedicación y admiración que se tenían. Ya mayores, él le tendía la mano y ella lo agarraba con fuerza hasta el día que se fue y se terminó su guía.

Abrieron las puertas del mesón ofreciendo su propia comida y, como no, cervezas Alhambra con quien llevan juntos durante toda esta andadura. Por aquel entonces tenían una tienda de alimentación que aprovechaban, tienda de conveniencia de las de ahora, donde el fiar era el pan nuestro de cada día y los apuntes desaparecían, algunas veces por despiste y otras por caridad.

Mi abuela se expresaba en cada una de sus recetas y era capaz de multiplicar el pan y los peces, era una verdadera maestra de la cocina tradicional, nada que envidiar a los chefs de cocina vanguardista.

Entre fogones fueron pasando los años y con ellos la moda de los repes que para los que su juventud les impida conocer era unos boletos que escondían premios económicos. El suelo mezclado con el ya desaparecido serrín y las cientos de papeletas animaban el lugar y lo convertían en el segundo hogar de muchos en donde reunirse después de una larga jornada les permitía tener un respiro. El techo adornado de jamones impregnaba el lugar proporcionando un aroma difícil de olvidar y una mayores ganas de probar.

Casi sin darse cuenta llegaron los años 90 y fueron testigos de los cambios, el adiós de su fundador y la sucesión de sus hijos -No durarán mucho, en menos de 2 años cerrarán- hombres de poca fe podríamos decirles ahora, con la ventaja de saber lo que ocurrió a posteriori, 26 años más, 9490 días dando de comer a sus clientes, viendo familias enteras, cómo primero traían a sus hijos y son ahora estos los que traen a los suyos. Creando la tradición de ir cada semana a los Pipos y tomar sus famosas berenjenas y su rico pescaito frito.

Se podría decir que poco ha cambiado desde entonces, las migas, el arroz, la tapita con una Alhambra bien fresquita, todo tiene el mismo sabor de siempre como si el tiempo no hubiera pasado por aquí.

Ahora en un nuevo siglo, se vuelve a repetir la historia, la tercera generación empieza a tomar el relevo y a continuar la obra comenzada por sus abuelos. Son nuevos tiempos pero viejas costumbres, ellos ya no están pero su legado continúa, si nos dejan hasta que nuestros clientes quieran, porque ahora y siempre ellos son nuestra razón de ser.

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