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El lado oscuro de la fuerza... a lo granadino

El lado oscuro de la fuerza... a lo granadino

Este señor se ha convertido en uno de los mimos que trabaja con más gloria en las calles de Granada

Jorge Pastor

Viernes, 23 de septiembre 2016, 00:25

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Cuando paseas por el entorno de una catedral, donde todo es básicamente bello, lo último que esperas encontrarte es un señor muy grande, vestido de negro, con una guadaña en su brazo izquierdo y su cabeza embutida dentro de una calavera tocada con gafas de sol. Pues bien, en Granada sucede. Y este señor, que se llama David, que es ruso y que obviamente representa a un personaje tan macabro como la 'muerte', se ha convertido en uno de los mimos que trabaja con más gloria en las calles de Granada. Los propios y los extraños hacen cola para fotografiarse con él, «aunque al final sólo veinte de cada cien me echan una moneda», apostilla 'La Muerte', como lo llaman los mayores, o la 'Calavera de Mandy', como le han bautizado los críos por asimilación con el célebre personaje de la serie de dibujos animados.

Porque, como explica el propio David, los chaveas suelen tener una mayor receptividad que los mayores hacia su figura. «A algunos sí les doy miedo, pero la mayoría quieren hacerse fotos conmigo», refiere. Y ahí, en las fotos, es donde realmente está el negocio para David. En esa especie de pulsión del siglo XXI que lleva a desenvainar la cámara -normalmente del móvil- para aprehender todo lo que nos resulta raro o, como en este caso, lúgubre. Y raro resulta, desde luego, toparse con 'La Muerte' a la vuelta de la esquina. Mirándote a los ojos. Llamándote. En la transitada calle Oficios, por ejemplo. Una vía frecuentada por los turistas, pero también por muchos granadinos «que, por cierto, son más espléndidos que los que vienen de fuera». «Nunca entenderé que la gente se haga fotos conmigo y a la hora de darme una moneda, se vayan porque me dicen que les doy miedo», ironiza.

'La Muerte' o 'la Calavera de Mandy', como gusten, asegura que su éxito -que le da para comer pero no para ahorrar- radica en la simplicidad, aunque reconoce que poco a poco ha ido depurando detalles, tanto en el vestuario como en sus gestos, para conectar más con la gente y, lo más importante, que se aproximen hasta él para inmortalizar el momento a cambio de la voluntad. David, que se metió a mimo tras perder su empleo en la construcción, suele trabajar dos horas por la mañana y dos por la tarde, ajustándose a las limitaciones de horarios que establece el Ayuntamiento.

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