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Dos turistas orientales consultan su guía tras toparse con que la tienda de la Alhambra de Reyes Católicos está cerrada.
La Alhambra se queda sin recuerdos

La Alhambra se queda sin recuerdos

Las tres tiendas oficiales cierran a final de verano hasta que se resuelva la nueva concesión

Javier F. Barrera

Jueves, 22 de septiembre 2016, 00:43

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El gesto es inequívoco. Una joven cierra con energía los brazos sobre su pecho. Significa que el establecimiento está cerrado. Se trata de la tienda que la Alhambra mantiene abierta al público desde el año 2010, y que ahora, en las postrimerías de este verano, ha cerrado sus puertas en esta ubicación de la calle Reyes Católicos, prácticamente ya en Plaza Nueva. De igual forma, las otras dos tiendas que acompañaban a esta primera y que se ubican en el interior del recinto nazarí, también permanecen cerradas.

  • La tienda del pabellón de acceso tiene 127 metros cuadrados, y la de Reyes Católicos, 114.

  • Son los empleos de las tres tiendas 25 dependientes, una responsable de almacén y una encargada de tiendas.

La página web del monumento informa que este cierre es temporal y que se está a la espera de que se renueve la concesión del servicio. También se añade una frase en la que se vincula este cierre temporal a una nueva organización y adecuación de espacios.

De igual forma, los escaparates de la tienda de la calle Reyes Católicos muestran unos folios en los que se explican estas mismas razones. Mientras, en el interior del local, cinco mujeres trabajan a destajo. Cuentan y anotan en unos amplios cuadernos las existencias de la tienda. Apuntan cada libro, cuaderno, publicación fotografía, postal, pieza de artesanía o souvenir tradicional.

Cuando llegue la nueva concesión, todo estará en orden. Mientras, hasta que vuelvan estas tiendas a reabrir sus puertas, la Alhambra se queda sin recuerdos que ofrecer a los turistas, que tendrán que conformarse con sus propios selfies o recurrir a las tiendas tradicionales de souvenirs que salpican tanto el recinto alhambreño como las calles céntricas de Granada.

La Alhambra hierve de turistas. Es un hormigueo constante compuesto de razas y acentos. Unos entran a visitar el Palacio de Carlos V donde, nada más cruzar el umbral y a la izquierda, se abren dos ojos de luz que hacen de puertas empotradas en la piedra de este homenaje circular. Hay luz y trajín en el interior, pero la puerta de la izquierda presenta el clásico cordón que en museos y monumentos significa «no pasar», mientras la otra puerta se encuentra escoltada por un maniquí que directamente impide la entrada. Y en sus puertas acristaladas, una vez más, los folios con la consiguiente explicación sobre el cierre.

«Clima de bonanza»

Durante la mañana, se comprueba que el ir y venir de turistas que se desvía hacia la tienda de la Alhambra del Palacio de Carlos V se da la vuelta tras comprobar que permanece cerrada pese a estar iluminada y con trasiego de gente en su interior. Son también euros que no volverán.

Tampoco llegan estas monedas a la tienda de souvenirs de la Plaza de los Carros, junto a la calle Real y Santa María de la Alhambra. En su interior, uno de los encargados explica con amabilidad que «no hemos notado ningún incremento de ventas por el cierre de las tiendas de la Alhambra», aunque sí matiza que «lo que es cierto es el clima de bonanza turística. Hay un aumento de ventas generalizado».

En cualquier caso, «tampoco sabía que habían cerrado, y mira que aquí en el monumento tienen dos tiendas». Para terminar, liquida con una amplia sonrisa que «tampoco es la primera vez que ocurre». Recuerda entonces que «antes que estos últimos hubo al menos otra concesión que cuando se agotó echó la persiana. Y se tiraron una buena temporada cerradas».

Al doblar la esquina hacia la calle Real el turista se topa con el punto de información al visitante. Hacemos aquí una prueba. Esperamos en cola a ser atendidos y en menos de cinco minutos un joven informa detrás del mostrador de que «la tienda de la Alhambra está en el Palacio de Carlos V». Dicho de otra forma, desconocen por completo que las tiendas han cerrado.

La tercera de las tiendas de la Alhambra se encuentra en el pabellón donde se retiran las entradas. Desde luego, no hay ya colas a la una y media de la tarde, pero sí un follón de visitantes que entran y salen del recinto acotado. Y es aquí mismo donde hay una nave acristalada que permanece al igual que sus otras dos hermanas cerrada a cal y canto con cierto trasiego de trabajadoras en su interior afanadas en el inventario y en la catalogación de las diversas mercancías.

Sucede al igual que en casos anteriores que al haber media docena de personas en el interior, y al estar con las luces encendidas, los visitantes creen que las tiendas están abiertas y se topan con que, al contrario están cerradas. Es entonces cuando se paran a leer los folios explicativos, pegan la vuelta y desaparecen por donde habían venido.

Es también, en esta tercera tienda, la constatación última de que los trabajadores que viven del monumento desconocen por completo que las tiendas están cerradas. Media hora sentados frente a ellas en la bancada que se cuece al sol permite comprobarlo. «Sí, sí, se entra justo al doblar la esquina», explica una mujer con la acreditación de guía oficial de la Alhambra colgada de su cuello. Rápidamente, sus clientes giran y caminan hacia la entrada para comprobar que está cerrada. Durante este rato, la operación, protagonizada por turistas de todo tipo, se repite de forma continua.

El monumento eterno, universal, único, camina por este sendero del final del verano sin tiendas oficiales de recuerdos culturales. Tampoco está operativo el servicio de audioguías. La Alhambra espera a octubre.

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