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En primer plano, los padres Diego y Fabiola; detrás, los hijos María, Javier, Carlos y Diego.
El hogar de las batas blancas

El hogar de las batas blancas

Seis de los siete miembros de la familia Molina Cabrerizo son médicos o estudian para serlo

Jorge Pastor

Viernes, 9 de septiembre 2016, 00:38

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El traslado hospitalario al PTS ha situado la sanidad granadina en el primer plano de la actualidad. Pero detrás de las mudanzas, los ajustes en la actividad asistencial, la implantación de nuevas tecnologías... hay también preciosas historias que merecen ser noticia. O reportajes como éste que usted está leyendo en estos momentos. Les presento a los Molina Cabrerizo. Son Fabiola, Diego, Diego junior, Javier, María, Carlos y la pequeña Fabiola. Un hogar granadino donde todos sus miembros son médicos o están empeñados en serlo. Bueno, realmente 'casi' todos, ya que la menor está cursando aún tercero de la ESO -aunque ya apunta maneras-.

Pleno al quince de batas blancas y fonendoscopios, pero también de conocimientos e ilusiones. Porque en casa de los Molina Cabrerizo se habla mucho sobre el presente, pero también en clave de futuro. Tres de los hermanos estudian la carrera de Medicina y un cuarto se ha estrenado este año como residente. Todos tienen el ejemplo de sus padres. Todos tienen el noble anhelo de ayudar a quien lo pasa mal. Y todos quieren ser, sencillamente, buenos profesionales de algo tan sensible como es la salud. De casta le viene al galgo.

Fabiola, la madre, es médico de familia -aunque ahora desempeña tareas como directiva médica en el Área Sanitaria Nordeste de Granada-. Asegura que su día a día es complicado porque trabaja en el Hospital de Baza, lo que le obliga a levantarse a las seis de la mañana. «Ellos, desde chiquititos, siempre han sido muy responsables, han entendido el alma y la responsabilidad de los médicos y han decidido continuar por este camino», comenta Fabiola, quien, como no podía ser de otra manera, conoció a su esposo, Diego, en la Facultad de Medicina de Granada. Ella hacía primero y él, quinto. «Allí -recuerda- éramos como una gran familia y al final nos relacionábamos todos». Al principio estuvieron ocho años en Huelva, pero pudieron regresar a Granada gracias a que trasladaron a su marido. Aquí nacieron todos los retoños.

Diego, el padre, trabaja como médico de empresa en El Corte Inglés. Asegura que, aunque parezca lo contrario, la medicina no suele ser un tema recurrente en torno a la mesa, aunque el panorama ha cambiado algo desde que el otro Diego, el hermano mayor, está como MIR en el Hospital. «Ahora sí que hablamos de algunos casos que se le han presentado y le intentamos aportar nuestra experiencia para que lleve las guardias lo mejor posible», dice Diego. «Ni Fabiola ni yo tenemos ascendentes que se hayan dedicado a esto, pero nuestros hijos han optado por la medicina porque es lo que han vivido desde pequeños y nosotros los hemos orientado hacia esta profesión que nos ha llenado tanto», indica Diego. «Nos ha llenado tanto -añade- por la satisfacción de ayudar a los demás e incluso salvar vidas». Porque para Diego, conseguir que alguien se cure de una enfermedad, por muy leve que sea, siempre es un logro personal.

Vocación

Diego junior, el primogénito, ya está haciendo el MIR. «Pienso que la vocación se va creando conforme avanzas en los estudios, un recorrido donde hay momentos malos, pero también momentos que te llenan y ya, en tercero o cuarto, cuando abordas materias como la patología médica, las distintas ramas o las prácticas, te empieza a encantar», subraya. Diego reconoce que sí tenía dos visiones diferentes antes y después de obtener la titulación, trabajando ya en consulta. «Cuando entras piensas que esto va a ser como el Doctor House, pero después me parece fascinante el contacto directo con el paciente y solucionarle problemas que para ellos lo son todo». «La gente es muy agradecida cuando ves que te interesas y observan que te pones incluso en su situación», concluye Diego.

Javier ya está en sexto. «Aquí, en casa, sólo hemos vivido la medicina, pero a mí me interesa sobre todo la vertiente más humana y social», confiesa. Por eso está barajando varias especialidades a las que dedicarse: psiquiatría, pediatría o quizá endrocrinología. Le gusta mucho el deporte. «Este último es un campo muy puntero porque cada vez hay más sobrepeso, pero también más interés en ponerse en forma». Aunque sólo le queda un año para abandonar la Facultad, Javier no descarta que, igual, pudiera repetirse en él la historia de sus padres. «Ya vamos tarde; aún no me han fichado», bromea. Lo que sí tiene claro es que le gustaría que sus hijos fueran médicos. Una opción nada desdeñable si hablamos de los Molina Cabrerizo.

María está ya en tercero de Medicina. Aún le cuesta pensar en el mañana, pero sus planes pasan por ejercer aquí, en Granada, como todos los suyos. «Granada tiene muchas posibilidades y se forma bien a los médicos», apunta. Respecto al sistema público, María considera que los estándares de calidad son muy altos, teniendo en cuenta cuestiones tan importantes como el crecimiento de la demanda. «Me gustaría ser como mis padres y parecerme a ellos en todo lo que han conseguido», refiere con admiración.

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