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Representación de 'Proxima b' alrededor de su estrella
Descubren una Tierra en la estrella más cercana

Descubren una Tierra en la estrella más cercana

Un equipo internacional de astrónomos liderados por el Instituto de Astrofísica de Andalucía, con sede en Granada, encuentran un planeta con el potencial de albergar agua líquida en su superficie y que orbita Proxima centauri, un sol a solo cuatro años luz de distancia

borja robert

Miércoles, 24 de agosto 2016, 19:12

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En su búsqueda de vida extraterrestre, la humanidad tiene antes que identificar lugares donde esta pueda surgir y evolucionar. El mejor indicador, se cree, es que pueda albergar agua líquida en su superficie. Este miércoles, un grupo de astrónomos del Instituto de Astrofísica de Andalucía, con sede en Granada, ha anunciado el descubrimiento de un planeta del peso adecuado y en el lugar ideal para cumplir esta condición. Y que, además, está en órbita alrededor de Proxima Centauri, la estrella más cercana a la Tierra.

De momento apenas se conocen un par de datos sobre este nuevo planeta, que han bautizado como 'Proxima b'. Que existe, su masa mínima, 1,3 veces superior a la de la Tierra, y que tarda once días en dar una vuelta alrededor de su estrella. Lo normal es que sea rocoso y tenga su propia atmósfera sin ambas condiciones no podría tener agua líquida en superficie. «Esa información aún no la podemos saber directamente», explica Pedro J. Amado, científico del Instituto de Astrofísica de Andalucía y colíder de la investigación que ha hecho el descubrimiento.

En realidad, Proxima b no es el primer planeta con potencial de sostener agua líquida en su superficie que se encuentra. Sin embargo, es el primero que se está junto a la estrella más cercana a la Tierra, a apenas cuatro años luz de distancia. Lejísimos para la actual capacidad de viaje espacial de la humanidad, pero dentro de lo teóricamente posible. «Si se enviase una nave con la tecnología actual, tardaría unos 50.000 años en llegar, tal vez unos 10.000 si fuese muy pequeña», ha explicado Guillem Anglada-Escudé, de la Universidad Queen Mary de Londres (Reino Unido) y el otro investigador principal, en una conversación con 'Nature', la revista científica que publica su descubrimiento.

«Estamos deseando que el resto de la comunidad científica pueda conocer nuestra detección para que observemos el planeta con todas las opciones posibles», indica Amado. «Distintos observatorios y distintos instrumentos que aporten información adicional y nos permitan completar lo que sabemos». Incluso esperan que el hallazgo sirva de acicate para la investigación de nuevas tecnologías que hagan viables los viajes interestelares. «Yo no sé si es posible, pero ahora merece la pena empezar a pensar en ello», recalca Anglada-Escudé. Ya hay proyectos solo sobre papel para acelerar una pequeña nave hasta una quinta parte de la velocidad de la luz gracias a un láser. Si se lograse, reduciría el tiempo de viaje a Proxima b a apenas veinte años.

Aunque los primeros datos son muy prometedores, Proxima b tendría que cumplir muchas otras condiciones de las que aún no se sabe nada para ser capaz, potencialmente, de albergar vida. Aunque su estrella, Proxima Centauri, es mucho más pequeña y tenue que el Sol, también es más proclive a emitir grandes llamaradas. Para soportarlas, el nuevo planeta necesita tanto una atmósfera como un campo magnético que la proteja. Solo con ambas podría, en teoría, sostener las condiciones de habitabilidad. Y aunque de momento no hay instrumental operativo para saberlo, puede que lo haya dentro de poco. La cercanía, además, ayuda.

Viajes interestelares

En los próximos cinco años van a entrar en funcionamiento varios telescopios de última generación. El primero será el James Webb, el sustituto del Hubble, que está previsto lanzar al espacio en 2018. Su tecnología permitirá, si las condiciones son las adecuadas, estudiar la atmósfera de Proxima b. «Al estar tan cerca, permite estudiar características que no podrían estudiarse en otros exoplanetas», indica Amado.

La cercanía, en el espacio, es algo relativo. «Veinte años en desarrollarlo y otros veinte en el viaje», elucubra Amado, mientras calcula si le daría tiempo a ver imágenes reales del planeta que ha descubierto si el proyecto Starshot el de impulsar con un láser una pequeña nave se pone en marcha. «Estaría ahí ahí. Si la investigación en medicina avanza, mejor todavía», bromea. Aun así, explica que, además de una misión interestelar, la considera una aventura «intergeneracional». «Que empiece aquí, y que mi hija pueda ver los frutos que da».

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