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Sosa Warner asegura que ya se ha repuesto de su paso por la política.
«Es necesario acabar con la 'puertas giratorias' entre la justicia y la política»

«Es necesario acabar con la 'puertas giratorias' entre la justicia y la política»

Catedrático de Derecho y exeurodiputado de UPyD El jurista critica que la magistrada del Supremo Margarita Robles vaya en las listas del PSOE y luego pueda volver al tribunal sin obstáculos

Carlos Morán

Sábado, 21 de mayo 2016, 00:14

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En 2014, Fancisco Sosa Wagner (Alhucemas, 1946) dimitió de la política -fue europarlamentario de UPyD- para regresar a su trabajo de catedrático de Derecho en la Universidad de León, una conducta poco habitual en España, donde los responsables públicos suelen aferrarse a los sillones como si fueran lapas porque, en la mayor parte de los casos, no tienen un empleo al que volver. Jurista de prestigio internacional, Sosa Wagner, que participa en Granada en un congreso del Consejo General de Secretarios, Interventores y Tesoreros de la Administración Local, acaba de editar 'La independencia del juez: ¿una fábula?' (La Esfera).

Pensar que un hombre o una mujer pueden abstraerse de todo, y en especial de sí mismos -de su ideología, etc-, para administrar justicia es como creer en el Espíritu Santo, una cuestión de fe, ¿o no es así?

Nadie pretende que los jueces carezcan de ideología ni de pasiones porque eso sería como pretender que carecieran de articulaciones o de problemas con el ácido úrico. Lo que el sistema constitucional debe garantizar es que el juez sea un profesional del derecho que ingresa en su carrera a través de pruebas públicas, que asciende o se traslada con arreglo a criterios establecidos en la ley, que recibe un sueldo cuyos pormenores se conocen públicamente y que, a lo último, se jubila también de acuerdo con la ley. Esto ocurre en España con la inmensa mayoría de los jueces, excepto con aquellos que integran la élite judicial (magistrados del Supremo, presidentes de salas, de tribunales etc) que, siendo excelentes profesionales, sin embargo en su promoción ya juegan factores discrecionales que manejan algunas asociaciones judiciales. Esto es lo que hay que corregir. Y para ello no es necesario cambiar la Constitución ni hacer especiales aspavientos.

Recientemente, el consejero de Justicia de la Junta de Andalucía dijo que los jueces de Instrucción son reinos de Taifas con un poder prácticamente omnímodo, lo cual le ha costado la reprobación del Parlamento. ¿Usted qué opina?

Que el consejero andaluz debería haberse expresado con mayor prudencia porque no es verdad lo que afirma y porque seguramente a él no le hubiera gustado nada que un juez de Instrucción hubiera pronunciado la misma descalificación de las consejerías del Gobierno andaluz.

En su libro, relata que, en tiempos de Franco, el juez que aspiraba a ascender lo mejor era que iniciara la carrera política en las filas del régimen, pero añade a renglón seguido que la democracia no acabó con ese compadreo tan dañino para la justicia, una conclusión terrible, ¿no?

En mi libro argumento la necesidad de acabar con las 'puertas giratorias' entre la justicia y la política. Lo acabamos de ver con el paso de una magistrada nada menos que desde la Sala Tercera del Tribunal Supremo a las listas del PSOE para las próximas elecciones. Y lo peor es que, si quiere, a los dos días de estar sentada en el escaño del Congreso, puede volver al Tribunal Supremo. No entro en la valía personal de esa magistrada pero afirmo con contundencia que un sistema que permite eso es un sistema que hay que corregir a la mayor urgencia posible.

En realidad, este debate resulta un tanto paradójico. Me explico, si aceptamos que todo es política, ¿por qué la expresión 'politización de la justicia' es peyorativa? ¿No es un contrasentido que la justicia y la política se vean como incompatibles cuando ambas son básicas para que exista la democracia?

La política tiene su espacio y la justicia el suyo en un Estado de Derecho. No todas las instituciones tienen que estar politizadas como tampoco todas las instituciones tienen que ser democráticas. Me esfuerzo en argumentar en mi libro que es falso que en España esté politizada la justicia, la inmensa mayoría de los jueces y magistrados hacen su trabajo ajenos por completo a las presiones políticas. El problema se plantea con aquellos magistrados que ocupan puestos en la élite judicial a los que se llega, como he dicho, como consecuencia de componendas entre algunas asociaciones judiciales. Y que tienen en sus manos los asuntos más polémicos y delicados.

Usted no es un entusiasta del Consejo General del Poder Judicial, ¿por qué no se suprime?

Si se suprimiera la designación discrecional de los puestos en la élite judicial, el Consejo habría perdido buena parte de su razón de ser. Si se reformara la Constitución, se podría suprimir el Consejo, pensemos que países como Alemania o los Estados Unidos carecen de semejante pieza. Si no se puede reformar la Constitución, entonces mi propuesta es que se mantenga el actual sistema de elecciones entre jueces y magistrados para los puestos en el Consejo pero que, una vez seleccionados esos jueces por sus mismos compañeros en el proceso electoral pertinente, el Parlamento procediera al sorteo entre esos nombres, insisto previamente elegidos por sus compañeros. Con ello se suprimiría el tejemaneje entre los partidos políticos, «la feria de san Miguel» como la calificó el profesor Rubio Llorente, recientemente fallecido.

Una curiosidad, ¿cualquiera puede ser juez en España o la gran mayoría todavía proceden de sectores acomodados de la sociedad?

Hay más de cinco mil jueces en España y el ingreso en las filas judiciales de personas procedentes de todas las clases sociales es uno de los mayores logros de nuestro país y esto ya empezó en el franquismo. Como anécdota, le cuento que un alumno mío que ha estudiado poniendo cafés en el modesto bar de sus padres, en un pueblo modesto, acaba de ingresar como juez.

¿Se ha repuesto ya de su paso por la política?

Desde que salí de la política he publicado mis 'Memorias europeas' y ahora este libro sobre los jueces. Además estoy presente de forma asidua en las páginas de los periódicos, de manera que me he 'repuesto' como usted dice. Aunque agradezco mucho el haber conocido por dentro una institución como el Parlamento europeo. Una experiencia impagable para un profesor de Derecho Público.

¿Se atreve a hacer algún pronóstico para las próximas elecciones generales?

No cotizo en la sección de videntes. Pero aspiro a lo siguiente: a que quienes van a protagonizar la contienda política expliquen claramente a los electores que el poder que van a tener, en el Gobierno o en la oposición, está altamente condicionado y limitado por nuestra pertenencia a Europa, es decir hacer un poco lo contrario de lo que hicieron los dirigentes griegos con las consecuencias que conocemos.

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