Edición

Borrar
Agricultores desmantelan uno de los secaderos de estructura vegetal que se mantenían en la Vega.
Las últimas 'bocanadas' de tabaco

Las últimas 'bocanadas' de tabaco

Este año sólo subsistirán 89 productores de un cultivo del que vivían pueblos enteros de la Vega

Jorge Pastor

Miércoles, 13 de abril 2016, 00:15

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Para entender qué está pasando en la Vega de Granada con el sector tabaquero conviene encender el ordenador, meterse en Internet y consultar las estadísticas que 'cuelga' en su web el Comisionado para el Mercado de Tabacos. Si miramos hacia atrás y analizamos los primeros datos provincializados publicados, observamos que hace catorce años, en 2002, se vendieron aquí mismo, en Granada, un total de 90,9 millones de cajetillas de cigarrillos -cada uno de estos envases contiene una veintena de unidades-. ¿Saben cuántos se despacharon en 2015, último ejercicio completo contabilizado? Pues 47,7 millones. Estamos hablando de un notable descenso superior al cuarenta y siete por ciento. ¿Y qué pasa si la gente fuma menos? Pues que hace falta una menor producción. Por este motivo, y por otros cuantos que aparecerán 'líneas abajo', un cultivo sobre el que se sustentaba la economía de municipios como Cúllar Vega o Fuente Vaqueros se ha convertido ya en un auténtico reducto con tan sólo ochenta y nueve productores -en los años noventa se contabilizaban hasta 2.500- que, de perseverar los recortes en los cupos, tardarán poco, muy poco, en dejar de sembrar.

Jueves, 10 de marzo. Nueve de la mañana. Juan García y José López, junto a otros compañeros de briega, se emplean a fondo para derrotar uno de los pocos secaderos que aún quedan cerca de Cúllar Vega. Su dueño ha entregado la cuchara. No merece la pena. Una modificación tributaria le obliga a pagar ahora cuatrocientos euros de IBI por una 'construcción', levantada en madera, por la que antaño apoquinaba una contribución mínima. Además, las cuentas no le salen desde hace unos cuantos años. Bien atadas las sogas a las vigas del tejado, el tractor da marcha atrás poco a poco y ejecuta la sentencia. La cuerda se tensa. «¡Cuidado, que va!», advierte un espontáneo. Diez segundos después, el chamizo se vino abajo. Un derrumbe que también es una metáfora. La metáfora del desmantelamiento de un cultivo del que se llegaron a cosechar nueve millones de kilogramos en Granada. Nada que ver con los 350.000 kilogramos previstos para esta campaña.

Dejados de la mano de dios

Los agricultores se sienten 'dejados de la mano de dios'. Su futuro sólo les importa a ellos. La razón es fácil de entender y tiene mucho que ver con esas frase lapidaria que dice: «Fumar mata». Una aseveración que, desde el punto de vista de la opinión pública, les convierte en 'prescindibles' para la sociedad. No tiene sentido producir algo que está demostrado que causa enfermedades y que incluso, como reza el eslogan, puede acarrear el fallecimiento de quien lo consume. Así lo afirma Juan García, tabaquero de Cúllar. «Le damos igual a mucha gente aunque, eso sí, el Gobierno ingresa muchos millones de euros gracias a un producto del que nosotros aportamos la materia prima», opina. «Pero sí, aunque quedemos ya muy pocos, mantenemos con mucho esfuerzo y sacrificio una actividad agraria que tiene un carácter muy social, que permite que trabajen todos los miembros de una familia y que, incluso, antes daba para ofrecer algunos jornales», explica Juan García, quien no oculta su indignación por la cuota inicialmente planteada por la Compañía Española de Tabaco en Rama (Cetarsa) para este curso. «Proponían -añade- que redujéramos entre el sesenta y el setenta y cinco por ciento los 540.000 kilogramos de la temporada anterior, aunque al final se ha quedado aproximadamente en el treinta y tres por ciento, lo que significa bajar hasta las 350.000 toneladas en Granada». «Seguimos con la agonía», concluye. En este punto conviene recordar que las primeras plantaciones en Granada datan de finales del siglo XIX, cuando hay constancia de los primeros permisos. Se vio en ese momento como una alternativa a la remolacha.

En idénticos términos se manifiesta José López, que lleva treinta y cinco años cultivando tabaco. «Yo llegué a los 12.000 kilos y el año pasado apenas me quedé en los 3.700», asegura. Una drástica reducción, obligada por las limitaciones productivas, que está teniendo una incidencia muy negativa en su renta. «Yo he podido pagar la educación de mis hijos, pero ahora, sinceramente, no sé qué voy a hacer», comenta entre resignado y enfadado. «La otra opción es plantar maíz, cuya rentabilidad será baja esta campaña debido a la falta de precipitaciones y a la necesidad, si hay recursos, de regar con agua del pantano», refiere. Lo que esta claro, tanto para José como para el resto de productores, es que el futuro pasa por la reconversión, fundamentalmente por los espárragos. Una transformación factible por la disponibilidad de caudal y porque se trata de tierras muy fértiles.

Y es que más allá de las restricciones en volumen, hay otras amenazas que preocupan mucho. Según Juan García, Cetarsa ya ha amagado con quitar el punto de compra en Granada, una medida que no se producirá al menos este año. La consecuencia inmediata es que habría que transportar toda la mercancía hasta la central de tratamiento que Cetarsa tiene en Talayuela (Cáceres), cuyas instalaciones disponen de la tecnología para la fermentación del Burley, la especialidad tabaquera que se genera en la Vega de Granada. Se estima que los portes valdrían diez céntimos por kilogramo, un gasto más que sumar, por ejemplo, a la inversión anual en semillas certificadas -unos diez mil granos están costando alrededor de los catorce euros-. Los tabaqueros calculan que los costes de explotación oscilan entre los 1,30 y los 1,50 euros, unas cifras que prácticamente se asimilan a los precios, otra de las grandes quejas por parte de los profesionales agrarios. «Antes sí existía una diferencia de valoración entre las tres calidades -entre la primera y la tercera podía ser de hasta el cincuenta por ciento-, pero en la actualidad las cotizaciones se han uniformado, lo que es profundamente desmotivante», reseña José López. En estas fechas se lleva a cabo la siembra de las semillas. Después, en mayo, cuando la planta alcanza entre diez y quince centímetros, se efectúa el trasplante al campo. «Hay muchos que, a estas alturas, ya han descartado hacerlo», indica.

Políticas inadecuadas

Según el tabaquero Juan García, las políticas comerciales de Cetarsa hacia el Burley no son las adecuadas. «Es cierto que la demanda está bajando debido a las impactantes campañas asociadas al menoscabo de la salud, pero también es igual de cierto que no se está haciendo por penetrar en mercados internacionales, como el del Norte de África, que sí tienen mucho potencial para la Burley, a la que Cetarsa está dando de lado frente a la Virginia», subraya García. Bajo su punto de vista, la situación sería más favorable si hubiera otros compradores compitiendo por Cetarsa, una hipótesis descartable a corto y medio plazo.

Cetarsa se dedica a la adquisición, procesado, batido, acondicionamiento y comercialización del tabaco en rama dentro y fuera de España. Esta sociedad forma parte del grupo de empresas de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), que es la propietaria del 79,18% del capital social -el 20,82% corresponde al grupo Imperial Tobacco-. La SEPI depende del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas. En Cetarsa se lleva a cabo la clasificación industrial de los tabacos contratados. Posteriormente se mezclan para obtener los 'blends' que piden los clientes de Cetarsa hasta conseguir los sabores requeridos. Posteriormente, tras el empacado, se envía a los cinco continentes. Cetarsa exporta las variedades Virginia, Burley y Havana. Para ello cuentan con dos factorías (Navalmoral de la Mata y Talayuela) y dos centros de acopio (Jaraiz y Jarandilla). Todos ellos localizados en el Norte de Cáceres. Cetarsa, que se provee de una serie de asociaciones de productores entre las que se encuentra la SAT Vega de Granada, factura directamente a las principales marcas. Nadie en España realiza estas funciones. Los cosecheros lamentan este monopolio.

Pero la desaparición del tabaco en Granada va más allá de la erradicación de un cultivo que fue rentable y que dio de comer a miles y miles de hogares. También está cambiando el paisaje de la Vega de Granada. Cada vez quedan menos secaderos donde las hojas mutan su color verde por el amarillento y luego por el marrón hasta que quedan completamente secas. De los de estructura vegetal, los más tradicionales, quedan pocos -o en desuso-. Sí quedan algunos más de adobe. Organizaciones como Salvemos la Vega han reivindicado ya su conservación en diferentes foros aludiendo a su carácter singular y su vinculación al territorio desde hace más de un siglo.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios