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Recinto ferial de Huétor Vega.
Granada no lleva a ningún sitio

Granada no lleva a ningún sitio

En la capital y el Área Metropolitana se acumulan decenas de espacios urbanizados donde nunca se llegó a construir y ahora permanecen vacíos

ANTONIO SÁNCHEZ Y JAVIER MORALES

Lunes, 14 de marzo 2016, 02:03

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Son vestigios de la Granada de la burbuja inmobiliaria. Asfalto, rotondas o aceras sin rumbo que delimitan terrenos que se suponían edificables y ahora permanecen vacíos. La naturaleza se abre paso entre los pavimentos, mientras que los desperdicios se acumulan dentro de unos descampados que son habituales en la periferia de la capital y los municipios del Área Metropolitana desde hace unos años.

En Granada se vienen a la mente varios lugares sin buscar demasiado. El caso más sonado es el de la Azulejera, un complejo de 1.700 viviendas que se iba a levantar en Parque Nueva Granada pero que se quedó en el papel. Más abajo, en La Chana, se encuentra el parque de Las Alquerías. A un lado queda la Circunvalación y al otro cinco amplios solares junto al edificio de VPO Apache y los colegios Eugenia de Montijo y Juan XXIII. El conocido como 'Residencial Oeste' está a la espera de que el Ayuntamiento de Granada construya algo más de 350 pisos en los bloques Cheyenne, Comanche y Kiowa. Mientras tanto, sus parcelas sirven de aparcamiento y la calzada para pasear.

Hacia el sur la estampa no es diferente. Entre el triángulo formado por la Circunvalación, la avenida Fernando de los Ríos y la antigua Industrial Copera dos descampados permanecen como testigos de los primeros pasos del Parque Tecnológico de la Salud (PTS). Las malas hierbas se han apoderado de parte del carril bici que acompaña a las aceras en este punto.

Cerca de Maracena se planteó la construcción del palacio de hielo. La superficie en la que se proyectó el levantamiento de este pabellón, que habría sido sede de la Universiada y posteriormente un centro comercial, se extiende por 177.384 metros cuadrados. La imagen actual es desoladora. Son calles repletas de escombros, matojos y farolas sin luz. No se puede entrar en coche, pero no es difícil hacerlo a pie. Basta atravesar las vallas fracturadas del túnel situado bajo la autovía para llegar a un yermo con algo más de un kilómetro de calles y un par de rotondas que no dirigen a destino alguno.

Al otro lado de la A-44 transcurre la calle Hermigua, paralela a las vías del metro. En este punto, los raíles se bifurcan: un carril deriva a las cocheras de los vagones y otro se adentra en el centro de la localidad metropolitana. Es aquí donde se puede observar una glorieta con tres salidas, de las cuales una desemboca en un páramo que alcanza hasta la Carretera de Jaén. Una mediana de plástico impide que los vehículos se adentren en él.

La concejala de Urbanismo del Ayuntamiento de Granada, Isabel Nieto, argumenta que el desarrollo «de los planes urbanísticos desde 2007, cuando se inicia la crisis económica, continúa paralizado en 2015 por falta de recursos económicos de sus propietarios. Las obras de urbanización de un plan parcial requieren una inversión media de 10 millones de euros, más o menos, y, una vez urbanizado, la construcción de cada solar también requiere una inversión entre 5 y 10 millones cada uno, según el número de viviendas. Los bancos no adelantan tales cantidades por que al no haber adquirentes de viviendas es un riesgo muy alto».

Pese al inventario de descampados urbanizados que ofrece la capital, es en las localidades vecinas del Área Metropolitana donde los lugares inconexos se hacen aún más palpables a vista de satélite. El caso más evidente, por la magnitud de los solares, el polígono industrial Marchalhendín. El alcalde de la localidad, Francisco Rodríguez, achaca su situación a «la mala suerte de coincidir con uno de los periodos más duros de la crisis que entonces empezó a azotar a todo el país». Rodríguez defiende la ubicación del polígono industrial por «su cercanía con la capital y la Costa y la planificación de mejoras en la comunicación con la autovía contribuirán a su desarrollo próximo». El alcalde metropolitano mantiene la esperanza de que comience «en breve a producirse un desarrollo en la zona».

Junto a esta parcela industrial, cerca de Granada se quisieron levantar dos grandes residenciales. Uno de ellos se ubica por encima de El Fargue, en Puerto Lobo. Allí estaba previsto construir en una colina las Lomas de Buenos Aires. En Dílar se encuentra el complejo Cañadas del Parque, un pequeño 'pueblo' junto a la N-323 que tendría en su interior comercios, zonas de recreación e incluso un campo de fútbol de césped natural. Sólo unos pocos de los edificios previstos tomaron forma y ahora la mayoría de farolas sólo sirven para alumbrar matorrales. Uno de los vecinos que compró allí una vivienda asegura que si hoy tuviera que volver a decidir no lo haría «porque al final nos hemos quedado aislados de la ciudad». A ello se unen varias secciones del residencial Alfaguara, ubicado a pocos metros del casco urbano de Nívar y justo en las faldas del parque natural de la Sierra de Huétor. Cerca de la mitad de este complejo residencial está asfaltado, con amplias aceras y rotondas y carreteras sin salida. En el interior de las parcelas hay hasta árboles.

En Otura existe un caso parecido. Allí no se creó una vasta urbanización, pero sí se pensó en crear una amplia zona residencial en torno al campo de Golf que hay en la localidad. Sin embargo, las viviendas unifamiliares que vieron la luz fueron contadas y gran parte del terreno que bordea a la instalación deportiva se encuentra urbanizado -con iluminación, aparcamiento y hasta señales que regulan la velocidad en la zona-, pero sin viviendas. A diferencia de lo que ocurre en Dílar, los ciudadanos que viven en estas viviendas de Otura no están descontentos a pesar de ser pocos. «Estamos más a gusto y la salida a la Circunvalación es rápida. Tardamos lo mismo en hacer las compras que si viviéramos en el interior del pueblo», explica un residente que duerme a cincuenta metros del campo de golf de la localidad.

En Peligros, la zona más alta del pueblo se urbanizó, pero parte de los edificios que deberían haber 'crecido' no se construyeron. Desde la autovía A-92 se puede ver, en dirección Almería, una concatenación de viviendas con forma de castillo en lo más alto de un cerro. Por debajo, queda el campo, roto por varios viales de asfalto al que los coches no pueden acceder, pero sí otros vehículos de dos ruedas o incluso jinetes que sobre sus caballos dan paseos y prueban la velocidad del equino.

A escasos kilómetros se encuentra Pulianas. Allí, en la zona de la ciudad que bordea a la localidad peligreña, se han urbanizado varios kilómetros en los que se pueden contar con las manos las edificaciones realizadas. La carretera encuadra a varias parcelas y quienes residen cerca están convencidos que «más temprano que tarde se construirá aquí».

La expansión de la burbuja inmovilidad también llegó a Monachil. Allí la avenida de la Libertad se topa con el parque nacional de Sierra Nevada. En su punto más alto, el terreno se encuentra urbanizado y edificado, pero si se empieza a descender se ven a ambos lados solares cerrados y sin perspectiva de ser edificados a corto plazo.

En Churriana, la avenida Cristóbal Colón une Armilla con la carretera provincial GR-3303. Esta amplia avenida cuenta con una zona rústica a la derecha -si se viene desde Armilla- y con terreno urbanizado a la izquierda. Allí, sin embargo, la construcción de edificios está pendiente. En algunas parcelas se ven algunos brazos de grúa, en otras no hay movimiento, pero sí hormigón de obras que se quedaron a medias, y también existen solares intactos. El Ayuntamiento de la localidad detalló que Churriana es una «población viva, en la que nunca se ha dejado de construir. Los planes parciales se han desarrollado a lo largo de los años como estaba planificado».

Al lado se encuentra Cúllar Vega. Allí la avenida Blas Infante también parte de un carretera comarcal, la GR-3304. A la derecha queda interior del municipio y en él varios terrenos escoltados por asfalto y plazas de aparcamiento. En su interior hay verde, tierra y piedras. Jorge Sánchez, alcalde la localidad, explica que esta vía «ha supuesto un gran alivio al centro del núcleo urbano al hacer de salida y entrada de toda la población de 'El Ventorrillo'». A su vez, reconoce que hay planes de edificación «que no se han desarrollado y la previsión de que se desarrollen es a muy largo plazo».

En Huétor Vega destaca el territorio colindante al recinto ferial, en la Rambla de las Chinas. Tres calles de algo más de doscientos metros se sitúan en paralelo al punto de encuentro de los hueteños durante las fiestas de San Roque. Los olivos crecen junto a estas vías, por las que los coches no pueden pasar.

En Armilla también abundan los ejemplos, aunque en estos casos los solares que se encuentran son aislados. Entre las calles Alhelí, Lavanda, Camelia y Romero, Bueno Vallejo, Leopoldo Arias Clarín y Dámaso Alonso aparecen varios 'huecos' entre los adosados. Algunos lucen el cartel de 'Se vende', como sucede en decenas de descampados de Albolote, Maracena o Santa Fe, que perduran rodeados de hogares a la espera de un constructor. El consistorio armillero detalla que se encuentran en suelo urbano y que quedan «parcelas privadas en las que cada promotor construirá cuando lo estime oportuno».

Las Gabias es otro pueblo en el que algunas tierras se encuentran encorsetadas entre calzada y asfalto. En la zona de la localidad más próxima a La Malahá, en la que se produjo gran parte del desarrollo urbanístico de la ciudad, hay varios solares en los que la hierba toma el lugar que hace unos años estaba destinado a las casas. También a la entrada del municipio, si se viene desde Cúllar Vega, se dejan ver algunos solares en los que no se percibe movimiento. La carretera se encuentra recién pintada y algunos tramos están abiertos para descongestionar la entrada al pueblo por su camino principal.

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