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Javier F. Barrera
Domingo, 21 de febrero 2016, 02:15
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La calle Esopo, en el popular barrio del Cerrillo de Maracena, en el distrito Chana, está limitada en uno de sus extremos por la avenida de Maracena, que se prolonga entre la plaza de Europa y la localidad metropolitana de la que recibe su nombre. En el otro se encuentra atravesada por la calle Periodista Luis Seco de Lucena, que forma parte de un barrio trufado de nombres y recuerdos del bien llamado 'oficio más viejo del mundo'. De esta forma, la calle Esopo se convierte en un nexo entre el barrio que existe 'desde siempre', 'de toda la vida', y las nuevas urbanizaciones que vieron la luz al calor del desarrollismo que transformó la faz del país y también de la ciudad de Granada en el cambio del siglo XX al siglo XXI.
Un simple paseo al calor del solecito de una mañana de este mes de febrero permite comprobarlo sin sobresaltos.
El recorrido empieza en la avenida de Maracena a la altura del colegio público San Juan de Dios, cuyos patios de recreo y deportes se dejan caer cuesta bajo, la vía presenta un leve desnivel en este tramo, hasta llegar a una zona amplia que se ha habilitado como aparcamiento. La calle Esopo no es precisamente comercial, ya que no tiene ni una sola tienda y en la que solo aparece un negocio que se dedica al «lustrado de focos de automóviles», se anuncia en el cartelón que hay sobre el acceso, que sin embargo está cerrado. A continuación hay un muro largo que está preñado de grafitis que, hartos de sol, se ven ajados por el paso del tiempo.
Al parecer, y según lo recogido en un tratado clásico de heráldica, la Granada, como símbolo iconológico por excelencia de la ciudad, está tomada de las ilustraciones románticas en donde se acuñó la leyenda Nací con la corona, en referencia a la forma particular del fruto del granado, que pareciera estar dotado de una corona. Fue particularmente empleado en la Tertulia Literaria del Carmen de las Tres Estrellas y en el seno de la Cofradía del Avellano, tertulia intelectual que estuvo capitaneada por el eminente Ángel Ganivet. Esta divisa se lee en numerosas placas repartidas por toda la ciudad.
Cuando desaparece el último de ellos empieza la segunda parte de esta calle, que ya es moderna, como recién salidad del horno. Destaca con fuerza en primer lugar el edificio del pabellón deportivo, de ladrillo rojo visto, desde donde nacen unas completas y novísimas instalaciones deportivas provistas de yerba artificial.
Este lateral de la calle está vallado y deja ver el espacio abierto y verde de las pistas deportivas, por lo que los edificios de la otra acera reciben el cañón de sol sobre sus fachadas. Son unos chalecitos de un par de alturas de color amarillo tierra que se presentan pareados. Se ve que tienen mucha vida ya que hay muchas plantas de hogar con flores. Un matrimonio de jubilados sale de una de ellas y camina con placidez por el medio de la calle. Nadie les molesta en esta calle de fábula con centros de educación, instalaciones deportivas, sin ruido y acceso directo a la circunvalación.
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