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Las mujeres subsaharianas que ejercen en la calle viven en grupos de alrededor de seis chicas por piso de media.
Las víctimas de las mafias del sexo

Las víctimas de las mafias del sexo

Los cuerpos de seguridad del estado realizan de media diez operaciones anuales en Granada contra la trata de mujeres. En 2015 se dispararon los casos de prostitutas que dieron el paso de denunciar para salir del calvario, según la Policía Nacional

Ángeles Peñalver

Martes, 12 de enero 2016, 01:57

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Ejercer la prostitución no es delito si la mujer -o el hombre- lo hacen libremente. Pero la trata de seres humanos y su explotación sí tiene pena de cárcel y así lo recoge el artículo 177 bis del Código Penal. Aunque parezca un delito de película, ocurre cada día en las sociedades más avanzadas. En Granada, en pisos, en prostíbulos -y en menor medida en la calle, según la Policía Nacional- hay un número importante de mujeres esclavas de las mafias del sexo. En su mayoría son rumanas, nigerianas y latinoamericanas con quienes se ha empleado -como mínimo- violencia, intimidación y engaño.

El pasado viernes, cayó una red que explotaba sexualmente a 60 mujeres en Málaga y Granada. Las víctimas eran forzadas a mantener relaciones sexuales con los responsables de la trama para poder trabajar en los clubes, así como a consumir sustancias estupefacientes para «aguantar las largas jornadas de explotación a las que eran sometidas». Tres semanas antes, se destapó una red rusa de explotación sexual en Granada. La mayoría de las mujeres eran captadas en la ciudad de Volgogrado, normalmente con falsas promesas de empleo y, una vez en España, eran trasladadas hasta la provincia y obligadas a ejercer la prostitución para la organización en clubes y pisos donde vivían hacinadas. En la operación se detuvo a siete personas, entre ellos el cabecilla.

Y hace apenas dos meses, la Policía Nacional detuvo también a cinco personas por su implicación en una red de esclavitud sexual y liberó en Almuñécar a cinco féminas explotadas en dos pisos desde hacía cinco meses. Las víctimas tenían entre 18 y 27 años, eran de origen sudamericano y fueron captadas por otra compatriota en su país de origen para trabajar de camareras. Una vez en territorio español, tal empleo no existía. Y fueron engañadas y obligadas a ejercer la prostitución para así devolver el dinero del viaje, unos 3.000 euros cada una. Tenían un horario laboral de 24 horas sin poder salir del piso. Así lo contaron los agentes de seguridad tras el desenlace de aquel otro caso.

Abusan en el origen

«Las redes abusan -en sus países de origen primero, donde son captadas, y luego en España- de una situación de superioridad o de vulnerabilidad sobre la víctima nacional o extranjera. Para que haya trata deben venir engañadas y se consuma con la intención. Luego se encuentran aquí con miles de euros de deuda con las mafias -por haberlas traído- y amenazadas», apostilla Carlos Cuervo, jefe de la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales (UCRIF) de Granada.

Cada año, según fuentes consultadas entre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, se llevan a cabo de media diez operaciones contra la trata con fines de explotación sexual en Granada, que se saldan con alrededor de una docena de detenidos y la liberación «de diez a seis mujeres». Es un delito «invisible», no crea alarma social, pero existe. Las víctimas se reparten en clubes y en pisos francos. El mayor número son chicas de Rumanía, por tanto, europeas. Estas últimas suelen tener de deuda con las «violentas mafias» que las trajeron miles de euros. «Las mujeres rumanas casi nunca pueden acabar de pagar y sufren agresiones físicas y sexuales. Se las 'vende' de red en red», describe el responsable de la UCRIF.

El policía estima en más de 40.000 euros lo que le cobran las mafias a las mujeres nigerianas obligadas a prostituirse y en alrededor de 3.000 euros los 'honorarios' que deben devolver a sus explotadores las latinoamericanas. Las féminas -generalmente muy jóvenes- llegan a España en patera, en avión o en autobús -depende del origen- y su conexión con las organizaciones delictivas empieza en su país, donde se lleva a cabo la captación aprovechando su situación de vulnerabilidad, que se perpetúa en el punto de destino.

«En algunas operaciones con nigerianas hemos encontrado budús, ritos con sangre... Las mafias se aprovechan de sus miedos y creencias para amenazarlas con la muerte si no ejercen la prostitución en beneficio de ellas. Su tortura empieza antes, porque ya en el viaje desde el país de origen sufren violaciones», explica Carlos Cuervo.

El agente asegura que en Armilla, Albolote, Almuñécar... y, por supuesto, en Granada capital hay pisos donde una mano 'invisible' comercia con el cuerpo y la voluntad de esas mujeres. Las sudamericanas se concentran en las viviendas particulares. Las nigerianas, por contra, se emplazan normalmente en polígonos, mientras las de origen rumano se encuentran más en clubes, donde llegan a pagar alrededor de 40 euros al día por habitación y manutención. El dinero que ingresan va, cómo no, al bolsillo de sus explotadores. Los empresarios españoles tampoco ayudan y las acogen en sus locales de alterne sin concederles ningún derecho laboral o social, incurriendo muchas veces en un delito contra los trabajadores.

El problema de las menores de edad que llegan a la Costa

  • La trabajadora social María J. García explica que cuando las jóvenes llegadas a la Costa son identificadas como menores de edad ingresan en un centro de protección y siguen el protocolo habitual para los Menores Extranjeros No Acompañados (MENA). Pero los centros de acogida en Andalucía no tienen una especialización en trata son de libre acceso y salida, por lo que las chavalas pueden salir sin dificultades y es frecuente que desaparezcan a los pocos días de su ingreso. Otras permanecen en las residencias hasta los 18 años, momento en el que normalmente vuelven con la red, que se ha asegurado de mantener contacto con ella.

No tanto en la calle

«En Granada hay menos prostitución de calle que en Almería o Málaga, por ejemplo», espeta el agente Cuervo, quien calcula que en la provincia puede haber alrededor de 35 clubes, aunque es una cifra fluctuante. A eso se podrían sumar otros 50 o 60 pisos, donde conviven desde siete chicas a una sola. Según datos aportados por fuentes policiales, hace dos años ejercían en la provincia alrededor de 1.000 prostitutas en diferentes condiciones. El jefe de la UCRIF no se atreve a dar un dato exacto de cuántas de esas mujeres son víctimas de trata -tampoco lo hace la trabajadora social María J. García, experta en el tema- y cuántas ejercen libremente. Las estadísticas sí dejan claro que más del 60% de todas las meretrices de la provincia son extranjeras.

El portavoz policial sentencia que el año 2015 ha sido espectacular en cuanto a mujeres sometidas que han dado el paso de denunciar su situación. «Ellas o tal vez un cliente llaman al teléfono anónimo 900 10 50 90. Y como víctimas -en caso de ser inmigrantes irregulares- tienen derecho a ser testigos protegidos y a solicitar ayudas previstas en el plan policial contra la trata de seres humanos», narra Carlos Cuervo. Ese programa está vigente hasta 2018 y contempla autorizaciones de estancia y trabajo en España para extranjeras en situación irregular o para obtener el retorno asistido. La opción se deja a elección de la mujer que haya sufrido esclavitud sexual.

Según la granadina María J. García, autora de una reciente tesis doctoral sobre trata de mujeres nigerianas en Andalucía y trabajadora de la Fundación Amaranta -de ayuda a prostitutas-, el contacto continuo que tienen las oenegés con las víctimas -cuando aún están en manos de las mafias y en sus lugares de acción habituales- ayuda a que confíen en que pueden tener un futuro mejor y se planteen el abandono de las redes.

25 abandonan al año

En concreto, en el año 2012 la Fundación Amaranta de Granada -gestionada por las Adoratrices- apoyó a 24 mujeres -una de ellas con una niña- para salir de la explotación sexual, mediante acogida residencial o apoyos en el ámbito de la comunidad. De ellas, el 79% tenían entre 18 y 35 años y sólo el 16,6% eran españolas, según figura en la memoria de la entidad de ese año. El 46% de las beneficiarias procedía de países de la Unión Europea, como Rumanía (tres), Croacia o Hungría. El número de mujeres ayudadas por Amaranta en Granada para salir de la esclavitud sexual se ha mantenido estable -y con un perfil similar- en los últimos años, ya que en 2013 fueron 29 y en 2014, 27. El año pasado, según la memoria de la Fundación publicada en su web, 15 de ellas estaban en situación de víctimas de trata. Preguntadas por la posibilidad de contar su testimonio, ninguna ha querido. «Es difícil que se pronuncien públicamente y expongan sus duras vivencias», explican desde la asociación.

Las féminas acogidas y acompañadas por Amaranta acaban en una residencia pequeña o en una vivienda de inclusión, encaminadas a volver a la sociedad de manera independiente y con derechos plenos. La dirección de esas casas de ayuda -con diez plazas en total- es totalmente secreta, ya que las exprostitutas son normalmente perseguidas por las mafias. Al refugio -que se encuentra en un barrio cercano al centro urbano- llegan las mujeres derivadas por la propia oenegé, la Policía, la Guardia Civil u otras entidades que trabajan en la calle, como Cruz Roja.

Trabajos previos

Todos los que tienden la mano a las prostitutas para sacarlas de la miseria han tenido un contacto previo y largo con ellas. Se ganan su confianza. O son clientes con los que se estrecha la relación. Cruz Roja atiende en clubes, pisos y calles de Granada a alrededor de 200 prostitutas cada año. Ellas reciben visitas de las unidades móviles de la oenegé. «Contribuimos especialmente en aspectos de su salud», dice un responsable de la entidad benéfica.

Según la trabajadora social granadina María J. García de Diego - empleada de Amaranta- la labor de empoderamiento femenino, procurando salvar el victimismo de las mujeres y hacia las mujeres, fomentando su autonomía y favoreciendo el acceso a sus derechos de una manera normalizada es fundamental. Por ello también promueve que sean ellas mismas, las que busquen su propio bienestar. «Muchas -se refiere a nigerianas- llegan a los centros de acogida sin identificarse como víctimas de trata y deben ser ellas, con el acompañamiento de las profesionales y las trabajadoras sociales, quienes decidan los pasos a seguir en su proceso social. Las redes han decidido todo por ellas y nosotras no podemos hacer ahora lo mismo», abunda la experta granadina. «Hay otras prostitutas que logran escapar de las mafias y de la explotación solas, por sí mismas», matiza Carlos Cuervo.

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