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La plaza Fortuny combina dosis de magia y de fantasía cuando cae la tarde en un día cualquiera de otoño en Granada.
La puerta del cielo

La puerta del cielo

La plaza Fortuny es el nexo entre la ciudad vieja y la antigua judería que, reconvertida en territorio greñúo, se transforma en un barrio idílico con personalidad propia

Javier F. Barrera

Domingo, 13 de diciembre 2015, 01:04

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Telúrica, energética, mágica. Busca un adjetivo y seguro que aparece bajo el empedrado de la plaza Fortuny del Realejo, la puerta del Cielo que separa o une, según se mire, el territorio greñúo, castizo y personalísimo, con el resto de la ciudad que se deja acariciar. Vaga abajo desde las colinas alhambreñas y las de la vieja judería, la plaza dicharachera tiene alturas y niveles. Una buena opción es sentarse en las pobladas terrazas, o en alguno de los tres amplios bancos de madera que se confunden con las sillas de pago de los bares, igualmente solicitadas las unas como los otros. Entonces uno se para a ver todo lo que sucede en esta plaza, preñada de bullicio, colores, olores, sabores y pieles de todas las razas que en el mundo son y quieren atravesar esta puerta del Cielo hacia uno de los barrios más collejos del planeta. Cae la tarde y la terraza del hotel Portago ofrece unas vistas de 360 grados sobre el Realejo y el Albaicín, la ciudad y Sierra Nevada que, directamente, dejan sin sentido.

Muchos granadinos todavía las desconocen. Sigue cayendo esta tarde de otoño y todo el rosario de bares que circunda como un perímetro de ocio la plaza Fortuny se desperezan, bostezan sus persianas y abren sus puertas. A las ocho de la tarde están todos llenos. Tienen nombres maravillosos y son todos ellos una pequeña parte del mundo que aterriza en esta frontera de ensueño, que bien podría haber pintado, diseñado o tejido cualquiera de los de la sangre que dan nombre a este lugar: Fortuny y Marsal, el padre; Fortuny y Madrazo, el hijo. Ambos artistas, raíz de Granada dispersada por el mundo.

El puzzle que compone esta plaza lo forman piezas que se llaman 3 Maneras, La Borraja, Padthaiwok, papas Fortuny o Sisushi en uno de los flancos. En el otro se alinea la Alimentación Fortuni (con i latina y sin complejos), la Ferretería Muñoz, el despacho de kebabs La Primavera y el megachino del barrio. Queda un flanco más donde anidan el hotel Portago y la taberna The Oscar Wilde, un vuelta al mundo en toda regla de la mano de sus mejores platos y bebidas.

Ha llegado ya la suave noche templada de Granada y la plaza Fortuny se relame de gusto. En una mesa se cuecen los preparativos de una boda de las que se organizan en La Borraja y para de repente un microbús de la Rober. Bajan turistas con maletas y se quedan mirando. Sacan un móvil y se hacen un selfie. Nadie se inmuta y continúa el trasiego.

La plaza Fortuny se enseñorea y se deja querer. Limita con la plaza del Realejo y en su ensortijado discurrir ambas se confunden, se besan y se quieren. Si quieres dejarte acariciar y sentir la vida como solo se siente en Granada, cruza la puerta del Cielo. Y lo sabrás.

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