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Dos gatos descansan con vistas al Albaicín.
Los 'sultanes' de la Alhambra

Los 'sultanes' de la Alhambra

Los gatos que habitan en los jardines nazaríes se convierten en parte inherente del ecosistema de la fortaleza roja

Juan Enrique Gómez

Viernes, 11 de septiembre 2015, 01:18

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Cada tarde, con el sol a punto de ocultarse, un grupito de gatos rayados, pardos, negros y grises, se asientan en los pretiles de las murallas y las plazas del Aljibe y junto al Palacio de Carlos V, para disfrutar de los últimos rayos de sol, de la luz roja que precede al crepúsculo y de las caricias y lisonjas de los turistas, que al final de la jornada se vuelven perezosos a la hora de abandonar la fortaleza palatina nazarí. Son los verdaderos habitantes de la Alhambra, porque ellos, al igual que otros animales -aves, mamíferos, reptiles y anfibios- sí viven en el interior del monumento. Murallas, jardines y estancias palaciegas son el hogar de un grupo de entre 20 y 30 felinos de la especie Felis silvestris catus y de la variedad que se considera como gato común europeo, «con algún que otro siamés que también vive en la Alhambra y que no hace demasiado tiempo tuvo su camada de cinco gatitos que fueron adoptados por vecinos de Granada y que contaban con el atractivo especial de ser oriundos del recinto nazarí», cuenta Ana Fernández, asesora de Comunicación de la Alhambra y Generalife.

Los gatos han sido siempre habitantes de pleno derecho del espacio alhambreño, ya que no sólo suponen un atractivo para los turistas, sino que realizan una labor fundamental en el equilibrio del ecosistema del entorno palaciego, considerado como una isla ecológica en el centro de la capital, ya que participan en el control de plagas, sobre todo de roedores. No necesitan cazar para comer; cada día se les facilita pienso especial para gatos, en lugares específicos a los que acuden puntualmente, pero no pueden evitar poner en práctica su instinto cazador y ayudan a mantener a raya las poblaciones de roedores.

Control

Desde hace unos años, la comunidad de gatos es controlada para que no pueda convertirse en una plaga y no haya más felinos de los que pueden ser asumidos por el propio monumento y su entorno

La Alhambra, los bosques y la colina de la Sabika son territorios de garduñas, jinetas, zorros y tejones que se acercan a los jardines y palacios, pero la presencia de los gatos, que marcan sus espacios y avisan de que esas estancias les pertenecen, disuade a la fauna silvestre y evita que se adentren en zonas interiores del recinto amurallado y palaciego.

Para el islam, los gatos son animales puros y aunque hay muy pocas representaciones de fauna en el arte y la arquitectura islámica y nazarí, los gatos, como las aves, eran queridos y apreciados por los habitantes de Al-Andalus. El arabista Emilio de Santiago afirma que no hay referencias a los gatos en la Granada islámica, a pesar de que se trata de «animales domésticos preferidos de los musulmanes, pues es tradición que uno salvó de morir al Profeta comiendo un bocado que estaba envenenado. Sólo conozco una narración sobre una peculiar gata que tenía el santón andalusí, Yusuf al-Shubarbulí, que le advertía sobre la gente que hoy llamaríamos 'tóxica'», dice el profesor granadino.

Los felinos caminan entre yeserías, bajo los arcos y junto a los estanques, beben agua en las fuentes del jardín de los Agarves, mantienen su tradicional comunión con el hombre, con el que convive desde hace casi diez mil años. Cada mañana, en los jardines y palacios, rememoran los paseos de sus ascendientes, que hace más de cinco siglos fueron 'protegidos' del sultán.

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