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Antonio Sánchez
Martes, 4 de agosto 2015, 00:34
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Vivir bajo un mismo techo. La crisis económica ha empujado a las clases más desfavorecidas a unirse en una misma vivienda, por familias, para compartir gastos. De este modo, pagando un alquiler en lugar de dos y uniendo bolsillos para hacer frente a las facturas de la luz o del agua, estos hogares pudieron resistir el envite y llegar a fin de mes. Esta reagrupación familiar, derivada de la necesidad, incidió a su vez para que la desigualdad en el consumo respecto de los hogares más ricos se redujese en los años de recesión, según un análisis de BBVA Research basado en los datos de la Encuesta de Presupuesto Familiares del Instituto Nacional de Estadística. Así, entre 2007 y 2014, el gasto de estos hogares más pobres se redujo en Granada un 6,31%, mientras que la rebaja del consumo entre las clases más acomodadas fue de casi el triple, un 18,8%.
El informe del BBVA va un paso más allá y, a través de un indicador, analiza la desigualdad en el consumo. La denominada ratio de Palma establece un cociente entre el consumo del 10% de los hogares más acomodados con el realizado por el 40% de las familias más humildes. De acuerdo con este indicador, la desigualdad en el consumo se redujo en la provincia desde 2007, debido a que las familias más adineradas, aun pudiendo gastar más que nadie, redujeron su consumo en mayores índices que las pobres.
La caída media de la desigualdad en el consumo durante la recesión fue del 9% en España y de un 11% en Granada. En 2007, en España la ratio era de 0,99, pero en 2012 alcanzó su cota más baja, un 0,87. El informe explica que a nivel nacional esa desigualdad comenzó a aumentar a partir de 2012, hasta el 0,90 con que terminó 2014. Granada partió al inicio de la crisis con una menor desigualdad en el consumo (0,83) y ésta se fue reduciendo hasta el 0,75% de 2014. La caída fue de un 10,8%. En los últimos años, al contrario de lo que ha ocurrido en España, la divergencia en el consumo entre hogares de diferentes clases ha seguido reduciéndose.
El hecho de que la rebaja del gasto entre las familias más desfavorecidas sea solo del 6,31% se debe en apariencia a que, pese a haberse agrupado, ya no es posible reducir más el consumo por cuanto éste se limita a los productos de primera necesidad y poco más. En cambio, los hogares con mayores recursos, aunque las circunstancias no les obligaran a disminuir su gasto, lo han hecho en casi una quinta parte, posiblemente por no haber acometido grandes compras superfluas y dedicado esos fondos al ahorro.
En la práctica, aunque por razones bien diferentes, unos y otros han reducido su consumo, y el hecho de que los hogares ricos lo hayan hecho por encima de los más desfavorecidos se traduce en que el índice de desigualdad en esta materia concreta ha disminuido durante la crisis.
Este estudio explica también que existe un mínimo repunte en el consumo, que ya se comenzó a percibir en el país el pasado año. En la provincia se debe a que las clases bajas de Granada han comenzado a abrir tímidamente la billetera. Unos vientos de mejoría que provocan que la brecha entre las clases continúe cerrándose.
El estudio del BBVA Situación del consumo del primer semestre de 2015, analiza las tasas de gasto por comunidades y ahonda en el impacto que la recesión ha tenido en las clases sociales. A nivel general, el consumo medio se redujo en estos años un 20,08% en Granada, una cifra superior a la rebaja del 17% registrada a nivel nacional. Andalucía es, en este sentido, la tercera comunidad solo superada por la Comunidad Valenciana y Murcia donde los hogares cerraron más el grifo durante la crisis. Baleares y Castilla y León registraron, como Andalucía una reducción del gasto del 17,1%.
A nivel nacional, según refleja la encuesta del INE, las clases más desfavorecidas contuvieron su consumo un 3,96%, mientras que las más acomodadas lo hicieron un 11,87%. Este hecho, remarca el BBVA, «no significa que las familias desfavorecidas sortearan la crisis mejor que los hogares acomodados, sino que el descenso relativo de su gasto en consumo fue menos pronunciado» entre 2007 y 2014.
Para explicar este fenómeno, el estudio analiza cómo han evolucionado las estructuras de los hogares en estos años y llega a una conclusión clara. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) dan a entender que, durante todo el periodo de crisis, los hogares más ricos mantuvieron la tendencia de ir reduciendo su tamaño, pero el de los más modestos prácticamente no sufrió variaciones. En el caso de las familias consideradas pobres las que tienen un gasto inferior al 60% del consumo medio el tamaño no solo no descendió, sino que creció un 9%.
Agrupación
El BBVA asegura que ante la pérdida de la capacidad adquisitiva de sus miembros, «los hogares con menos recursos emprendieron procesos de reunificación familiar que les permitiesen aprovechar las economías de escala en el consumo y paliar así los costes de la crisis». El regreso a casa de los padres de algunas parejas asfixiadas por el desempleo, o el acogimiento de familiares que no veían la forma de llegar a fin de mes, hizo aumentar el tamaño de los hogares entre la clase más empobrecida, una medida que le permitió compartir gastos y sobrellevar los tiempos de estrechez. Con estos hogares más amplios, la reducción del gasto por persona fue lógicamente mayor entre este sector de la población.
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