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CARTA DEL DIRECTOR

CALORES INDEPENDENTISTAS

Las temperaturas se mantienen altas en toda España, incluida Cataluña, donde el caldo político independentista va camino de cocerse en su propia salsa y convertirse en un infierno

Eduardo Peralta

Domingo, 19 de julio 2015, 15:42

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Las temperaturas se mantienen altas en toda España, incluida Cataluña, donde el caldo político independentista va camino de cocerse en su propia salsa y convertirse en un infierno. Las imágenes que hemos visto esta semana del Rey Felipe VI con el presidente de la Generalitat, Artur Mas, en el palacio de la Zarzuela, son elocuentes y reflejan el grave problema con el que nos enfrentaremos próximamente. El monarca no podía expresar mejor con su semblante la frialdad hacia una persona que intenta dividir a la sociedad catalana con postulados que solo conducen a un abismo.

Artur Mas de momento pasará a la historia por haber sido el favorito, el hereu de Jordi Pujol, quien precisamente estos días se somete a las conclusiones de una comisión del Parlamento de aquella comunidad, en la que sus correligionarios le intentan salvar la cara de un comportamiento execrable. Sus intereses en defensa de Cataluña parece que eran compatibles con la opacidad de su riqueza y los negocios de su familia, sobre los que existen grandes sombras que la Justicia aclarará.

El sucesor de Pujol ha dinamitado a sus socios de coalición, no sin antes haber acabado con un capital electoral que ha menguado en los últimos años, después de sus aciertos en anticipar comicios para finalmente perder votos. Con su salida hacia el independentismo exprés, capaz de integrarse con los pata negra de ERC, para así disimular y diluir su fracaso, consigue alcanzar las más altas cotas de una política basada en el engaño y jugar con unos sentimientos fácilmente manipulables frente a la razón, y otros valores que personalmente considero prioritarios e imprescindibles, como la igualdad o la solidaridad. Nadie es más que nadie, por mucha historia que se tenga detrás o por haber nacido en un lugar concreto. Diferencias las hay, señas de identidad también, pero privilegios, ninguno. Precisamente esta semana se ha conocido que dirigentes históricos del Partido Andalucista piden una refundación. Esta formación tuvo representación en el Congreso de Diputados, Parlamento de Andalucía, gobernó la capital sevillana y en la Junta, en coalición con el PSOE. Ahora solo goza de una testimonial presencia con concejales en un centenar de municipios y quiere resurgir como fuerza no solo local sino regional y nacional.

Los andalucistas, sobre una base de políticos de cierta altura, no pudieron evitar que los socialistas ocuparan gran parte de su espacio. Su papel de muleta, en vez de bisagra, les llevó donde están. Estos nacionalistas se definían como progresistas y federalistas, defensores de la identidad andaluza y de la igualdad con el resto de pueblos, nada que ver con estos catalanes cuyo objetivo es el independentismo y estar por encima del resto de los españoles. No merecían ese final los primeros ni caer tan bajo los segundos. ¿No les parece?

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