Alumnos que piden paso

A los padres de chavales con discapacidad escolarizados en colegios normales se les atragantó hace poco la noticia de que una alumna madrileña Arancha, de 16 años con una discapacidad motora e intelectual del 40% y en Segundo de ESO se suicidó tras sufrir acoso escolar en un instituto de Madrid. Cada vez más, los progenitores de niños con discapacidad si no hay impedimentos médicos o conductuales graves exigen de Educación que los menores se integren en los centros ordinarios, con todos los apoyos educativos necesarios. Buscan la inclusión, vivir plenamente en sociedad, sin que se vulneren derechos recogidos en leyes que se incumplen sistemáticamente. En esa carrera por la inclusión, padres e hijos pagan un precio alto por la falta de recursos públicos: tardes llenas de terapias privadas, cambios de colegio en busca de profesores comprometidos, falta de monitores, de psicólogos, de fisioterapeutas o de estrategias públicas adecuadas para que críos con hasta un 90% de discapacidad tengan el derecho de convivir con otros niños sin discapacidad y la diversidad sea enriquecedora para la comunidad educativa.