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Un grupo de alumnos del Juan XXIII posa para IDEAL con Matilde Carretero.
Medio siglo al servicio del Zaidín

Medio siglo al servicio del Zaidín

Este viernes celebra sus bodas de oro el centro educativo Juan XXIII, que arrancó su labor académica con diez clases y cerca de trescientos alumnos

Antonio Sánchez

Viernes, 6 de marzo 2015, 00:39

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Rogelio Macías celebró su 44 cumpleaños con una sonrisa de oreja a oreja. Su deseo de construir un colegio en el Zaidín, por entonces una zona olvidada de Granada, se había convertido en realidad en septiembre de 1964. Este viernes hubiera soplado 94 velas y por ello el centro escolar Juan XXIII de este barrio de la capital, que él fundó hace cincuenta años, celebra este viernes sus bodas de oro con el ejemplo de su fundador en la memoria.

Este jueves, cada rincón de este colegio se engalanaba para la fiesta que esta tarde se celebrará para recordar la efeméride. Lo hará con la presencia de Matilde Carretero, mano derecha Rogelio Macías en el centro y una de las personas que vio como se construyó esta comunidad educativa y que todavía sigue ligada a ella: «Estaba estudiando para ser asistente social y un profesor con el que trabajaba se encontraba haciendo una estadística en el Zaidín acerca de los niños sin escolarizar. Salieron unos 5.000 niños. Rogelio lo sabía, consiguió comprar un terreno a buen precio, presentó un proyecto educativo en el ministerio de Educación y me pidió que me quedara. Como no podía ser como asistente social, lo hice como secretaria».

El objetivo último de este sacerdote era, según narran quienes le conocieron, que ningún niño se quedara sin educación. Por ello, en 1964 veía la luz el centro educativo Juan XXIII con cinco clases para niños y otras cinco para niñas. En total, cerca de trescientos alumnos del Zaidín y de algunos pueblos cercanos del Área Metropolitana, como Gójar o Dílar. Sobre el nombre que debía llevar no había duda, recuerda Carretero: «Rogelio lo tenía claro. Nadie esperaba nada del Papa Juan XXIII y fue capaz de transformar la Iglesia. Para él representaba los valores fundamentales del ser humano. Veneraba a Juan XXIII». Los primeros meses de clases demostraron que se estaba haciendo una tarea necesaria, por lo que años después se amplió la oferta formativa y se abarcaron estudios superiores. A la par, la institución abrió dos colegios en la Chana (1966/1967) y en Cartuja (1970/1971).

De alumna a maestra

Durante estos cincuenta niños, los profesores han cambiado, niños y niñas ya conviven juntos en las aulas y algunos alumnos se han convertido en maestros. Es el caso de Raquel García, subdirectora del centro, que recuerda sus andanzas en el centro cuando era una niña. «Al colegio se venía andando por el campo. Y teníamos que saltar una acequia para llegar a la clase. Incluso jugábamos o dábamos materia cerca de ella algunas veces. Es algo que ahora sería impensable», relata.

Los alumnos y el estilo educativo han cambiado por completo en estos cincuenta años. Matilde Carretero cuenta que cuando arrancó el centro escolar los niños apenas tenían formación y que algunos alumnos incluso se agobiaban en el interior de las clases, dado que estaban acostumbrados a pasar todo el día en el campo. Pocos padres sabían más que sus hijos, algo que ahora no sucede.

Según Carretero, «el nivel social ha ido mejorando, a pesar de que el perfil económico de nuestros alumnos es de un nivel medio-bajo. Pero hoy los padres tienen más cultura e interés». Ahora, el personal y el número de alumnos del centro escolar se encuentra más controlado que en los años sesenta, en los que se achuchaba una clase si era necesario para que ningún alumno se quedara sin poder aprender.

Esta tarde, el alcalde la ciudad, José Torres Hurtado, y tres concejales de su equipo gobierno -Francisco Ledesma, Antonio Granados y Vicente Aguilera-, recordarán a Rogelio Macías y darán las gracias al centro escolar Juan XXIII por sus cinco décadas de dedicación a Granada. Con la fiesta de este viernes se inicia un ciclo de actividades destinadas a la memoria de, según Matilde Carretero, «un hombre valioso, admirado, con el que mereció la pena trabajar».

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