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Tiempo de zambombas

Tiempo de zambombas

Les ofrecemos un repaso de las fiestas navideñas con la hemeroteca de IDEAL como excusa. Una mirada en sepia de aquellos días sencillos y humildes de los que quedan bonitos recuerdos

Amanda Martínez

Viernes, 2 de enero 2015, 01:14

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El acompasado y monótono son de la zambomba que un castizo vendedor ambulante conseguía con maña anunciaba la proximidad de la Nochebuena. Alineadas en Bibrambla, en las plazas de los barrios y en esquinas estratégicas, los puestos de zambombas eran la imagen más castiza de la Navidad. Tradicionalmente se fabricaban en el Albaicín y era tal la fama que consiguieron sus artesanos que se exportaban a otros puntos del país. Más tarde, los alfareros de Otura y Monachil tomaron el relevo en la fabricación del casco de barro, que se remataba en zambomba en la Acera de San Ildefonso, donde se cubrían con la piel del conejo y se terminaban con el moñito de papel de colorines. Juan Bustos recuperó para IDEAL una crónica que Seco de Lucena dedicó a estos comerciantes: «Ya han aparecido los vendedores de zambombas, que con el capacho a la espalda y la muestra de la mercancía en la mano, sin dar paz al largo carrizo, recorren las calles de Granada anunciando su presencia con el monótono run-run del pastoril instrumento». Años más tarde se hizo popular el que puede ser uno de los últimos zambomberos de Granada. Antonio Heredia Cortés tenía su taller en Cenes de la Vega, preparaba las pieles, recogía las cañas y elegía los cascos de barro de arcilla para fabricar las zambombas que vendía en los soportales de Ganivet. También formaba parte del folklore de las fiestas romperlas, como decía el villancico, «dale, dale, dale/ dale a la zambomba./ dale, dale, dale/ hasta que se rompa», y al estruendo de los cohetes para despedir el año, se unía el de los tiestos rotos del humilde instrumento. El día 27, en la Casa de América, Víctor Andrés Catena pronunció una conferencia sobre García Lorca y los villancicos: «La delicadeza y la fe, el amor que son el alma de los villancicos, se encuentran en la obra del poeta desde que recorría lleno de candor las calles del Albaicín para sorprender la ingenua alegría del pueblo y los cánticos fervorosos de las monjas las noches de Navidad.»

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