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eduardo castillo genovés
Martes, 30 de diciembre 2014, 02:04
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Frío, hacia frío esa tarde de invierno, en una nube solitaria soñaba una gota de lluvia qué sería cuando volviera a la tierra.
«Seré una gota fresca de fuente, donde un hombre de manos gastadas y encorvado por el tiempo, saciara su sed acumulada de años».
«No, mejor seré una gota murmurante de río, para recorrer orillas de paisajes infinitos y su fuente de vida».
«No, seré gota traviesa de agua de baño, para que una mujer de pelo azabache me deje recorrer su cuerpo, sin ser descubierta».
«Mejor, seré gota salada de agua de mar para bailar con las olas y besar costas de arena cálida».
En este tiempo de sueño, la gota no se había dado cuenta que sus bordes se estaban volviendo blanquecinos. Era un copo de nieve. Copo de nieve que precipitó lento hacia la palidez de la sierra.
Una vez allí posada, se dio cuenta que estaba donde quería estar. Era nieve en Sierra Nevada y tenía a sus pies la Alhambra de Granada. Soñó entonces, ser un copo de nieve eterno y soñando así, permaneció intacta para siempre cautiva de la luz de Granada.
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