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La edil socialista Raquel Ruz oficia en una boda celebrada en Quinta Alegre.
Casarse con la oposición

Casarse con la oposición

La agria y a veces airada tarea de fiscalizar al equipo de gobierno del PP se ve compensada con los felices momentos de oficiar como dignos casamenteros a petición de los propios novios

Javier F. Barrera

Miércoles, 1 de octubre 2014, 00:53

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La labor de un concejal de la oposición del Ayuntamiento de Granada oscila entre los debates a grito pelado o las ceremonias a moco tendido. Frente a una aplastante mayoría absoluta del equipo de gobierno del Partido Popular, a punto ya de terminar el mandato de las urnas que comenzara en mayo de 2011, los concejales del PSOE, IU y UPyD reconocen los sinsabores de sus agrias disputas con el sabor dulce del trabajo bien hecho pero, también, se emocionan al recordar uno de los aspectos más íntimos de su cargo: el de casamenteros. Una labor que les envuelve el alma y el corazón con el caramelo de la felicidad y del que reconocen que, pese a las disputas, las polémicas y los encontronazos políticos propios del cargo, «siempre puedes recordar que alguien te eligió para formar parte del día más feliz de sus vidas». Es el denominador común de la experiencia de los concejales y concejalas tras haber sido oficiantes de los matrimonios de un centenar de parejas que decidieron casarse con la oposición.

En palabras de Mayte Olalla (UPyD), que ha celebrado cinco ceremonias, «lo más gratificante de ser concejala es que alguien quiera que seas tú y no otra persona la que oficie una ceremonia tan especial. Si bien es cierto que al estar en la oposición sólo casas cuando explícitamente alguien pide que seas tú, también es cierto que eso lo hace todavía más especial. Implica un reconocimiento, una voluntad que a veces me abruma a la vez que me devuelve de alguna manera la sensación de que el trabajo que realizo en nombre de mi partido llega a muchas personas. Hasta el punto de querer que yo forme parte de sus vidas en un momento tan especial».

«No es difícil que me emocione. He llegado a llorar hasta en un trailer de una película», confiesa. «Pero la verdad es que aunque no conozca previamente a la pareja, termino siempre por soltar alguna lágrima (aunque procure contenerme). Soy empática y no puedo evitar emocionarme y sentirme parte de esa magia que aparece en la pareja, en sus miradas, en sus gestos, en sus sonrisas. Es realmente uno de los momentos más bonitos que he vivido. Si bien es algo que se hace gratis, la recompensa es tal que me encanta cuando me lo piden y que cuando a veces he tenido que decir que no por cualquier impedimento me supone un verdadero pesar».

Jemi Sánchez, concejala socialista, abre su corazón: «Mientras oficiaba la boda lloró la novia, el novio, los padres, el cámara, el fotógrafo, la secretaria del Ayuntamiento, y claro, a una servidora se le cayeron los lagrimones de la emoción. Sin duda el momento más emotivo de mis cuatro años como concejala». Recuerda que «la misma mañana en la que yo casaba, se oficiaban otras cinco bodas en el Carmen de los Mártires. En media hora tenían que entrar y salir novios, familias, invitados y el concejal que casaba... Por eso en la foto salgo con Baldomero Oliver, ya que después de mí, le tocaba casar a él. A veces se cruzaban las novias en la puerta del palacio y se mezclaban invitados. Pero en ese momento, en 'el día más importante de tu vida', no estás para ponerte crítico con la administración local». Aporta Jemi Sánchez unos detalles interesantes: «Las bodas las oficiamos con la medalla corporativa y el alfiler con el escudo (la banda y el bastón de mando ya sería excesivos...). Y se leen los artículos 66, 67 y 68 del código civil».

Son los siguientes:

Artículo 66: El marido y la mujer son iguales en derechos y deberes.

Artículo 67: El marido y la mujer deben respetarse y ayudarse mutuamente y actuar en interés de la familia.

Artículo 68: Los cónyuges están obligados a vivir juntos, guardarse fidelidad y socorrerse mutuamente.

«Y luego, continúa la edil socialista, leemos nosotros un texto que aseguro que nos cuesta mucho trabajo preparar». En su caso, fue el siguiente: «Seguramente, este es el mejor lugar para celebrar vuestra boda, la declaración pública de vuestro amor. Porque es aquí, en la Colina Roja de la Alhambra, donde Granada se hace rumor de agua oculta y luz privilegiada para sondear las otras verdades del mundo y de las cosas, los pulsos más hondos de la vida (...) Y, como despedida, permitidme que con Federico García Lorca os recuerde y nos recuerde a todos que el amor nos redime. Y que, ya enamorados, no somos un hombre, ni una mujer, ni una hoja, ni una sombra, porque el amor nos convierte en pulsos heridos que rondamos las cosas del otro lado. A todos los presentes, os deseo felicidad, paz y alegría en vuestras vidas. Y que ellas os acompañen siempre en el fondo de los días, como el rumor del agua oculta y la luz privilegiada de esta Colina Roja de la Alhambra».

«De oreja a oreja»

Mayte Olalla llora. Jemi Sánchez, también. Mayte Molina, concejala de Izquierda Unida, reconoce que «soy de lágrima fácil. Me emociono tanto que parece que soy yo la que me caso». Coincide con sus anteriores compañeras en «la responsabilidad de la función de casamentera» y «en el trabajo que realizamos con la pareja para personalizar la ceremonia a su gusto. Piensa que algunas ceremonias son, digamos, secas; mientras que para otras piden el paquete completo con alianzas, testigos, música...».

Al final, lo dan todo «porque en nuestro currículo se queda esta dosis de repartir y desear felicidad, que al final son las cosas que nos hacen caminar en esta vida. Y, a cambio, siempre vuelvo a mi casa con una sonrisa de oreja a oreja», confiesa Maite Molina.

Paco Puentedura acumula ya unas cuarenta bodas. «Es el cura laico del Ayuntamiento», le dice Maite Molina. Sonríe Puentedura y reflexiona que «siempre es bueno que te lo pidan porque tomas el pulso del impacto de tu labor municipal». Lógicamente, con tantas bodas en la espalda, Paco Puentedura atesora variadas anécdotas, «desde la niña bien de padre militar de rancio abolengo que se casa por lo civil con un concejal de IU en plan rebelde hasta, y muta sombrío, a una boda terrible 'in articulo mortis'».

Las anécdotas se les acumulan a los dos concejales de IU. Puentedura cuenta que casó a una pareja de mujeres y que cuando llegó al recinto le preguntaron que de parte de quién venía «y les respondí: de parte del novio». Y Maite Molina dice que «una vez afeé a unos novios que se comían a besos para decirles que no les dejaba besarse hasta que terminara la ceremonia».

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