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El abismo del agua

El abismo del agua

La gran cascada crea la cola de un caballo imaginario, genera un ecosistema único y oculta la puerta de acceso a 'los infiernos'

Juan Enrique Gómez

Lunes, 28 de julio 2014, 00:30

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El averno se abre tras la cara oculta del agua, donde el arroyo de Manzanil termina su corta vida de forma brusca e impetuosa y cae al abismo para encontrarse con el cauce del Genil. Lo hace en forma de cascada e inunda el paisaje con sonidos que parecen tronar desde lo más profundo de las entrañas de la tierra, a través de grietas y fisuras de caprichosas formas que ocultan el fuego de las tinieblas, a las que Washington Irving calificó como «cavernas tenebrosas que guardan almas en pena». Un torrente que alimenta leyendas y miedos, y que los habitantes de las tierras de Loja conocen como los Infiernos. Una singular estructura geológica que inició su formación con los movimientos tectónicos que afloraron las montañas, mesetas y valles del sureste peninsular sobre lo que hace más de 20 millones de años, en el Mioceno, era aún parte del mar que rodeaba el hemisferio norte. Tierras de aluvión, sedimentos arrastrados por avenidas y correntías, que más tarde, durante el Cuaternario, milenio tras milenio, horadaron las cerradas y cañones del Genil, en el extremo este del núcleo urbano de Loja.

Travertinos

El agua carbonatada, cargada de sales de los numerosas fuentes y arroyos que junto con el de Manzanil confluyen en el Genil, ha disgregado la tierra y ha hecho crecer estructuras calcáreas fosilizadas conocidas como travertinos, que para muchos son la materialización exterior del rostro del diablo, por lo que entre el estruendo de las cascadas y la imagen terrorífica de la materia orgánica fosilizada, hacen honor al nombre ya secular de un paraje que durante diversas etapas de la historia sufrió aterrazamientos, quemas intencionadas para espantar a espíritus malignos, cortes de agua, perforaciones y expolios en sus piedras, y que hoy, en el siglo XXI se alza con el título de Monumento Natural de Andalucía, una calificación que le mantiene al margen del avance urbano y le convierte en un espacio ideal para el conocimiento de la naturaleza, y la historia geológica del territorio más cercano.

La vegetación de ribera se hace patente en la totalidad del paraje de los Infiernos. La presencia continua de agua, tanto en el cauce del Genil, que llega desde Sierra Nevada tras atravesar la totalidad de la Vega de Granada, se intensifica con la desembocadura del arroyo del Frontil en el extremo noreste de este espacio y se convierte en exuberante con la cascada del Manzanil, la cola de caballo. (...)

(Reportaje completo, fotogalería, ¿Dónde está? ¿Cómo llegar? Coordenadas de situación, vídeos y fichas de fauna y flora en Waste Magazine)

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