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Don Juan Carlos saluda a Fernando Almansa, el que fuese jefe de la Casa Real.
Granadinos en la vida de don Juan Carlos

Granadinos en la vida de don Juan Carlos

Granada y el Rey sienten atracción mutua. Tal vez porque en la vida de don Juan Carlos siempre hubo granadinos, grandes amigos y hombres de su máxima confianza que trabajaron para él

JUAN JESÚS HERNÁNDEZ

Martes, 17 de junio 2014, 00:48

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Desde la infancia y a lo largo de su vida, don Juan Carlos ha estado siempre rodeado de granadinos con los que ha estudiado, se ha divertido o han trabajado para él como personal de confianza, y todavía hoy mantiene una estrecha relación con algunos de ellos, como el abogado Jerónimo Páez.

Como periodista me habría gustado poder preguntarle al Rey qué le atrae tanto de esta ciudad, de esta provincia, para haber mantenido y mantener una relación tan estrecha a lo largo de los años. Primero como Príncipe pero sobre todo después como Rey, don Juan Carlos y Granada han tenido una química especial entre ellos y rara vez el monarca no ha estado cerca de esta tierra cuando ha necesitado su aliento o solo su presencia. Conoce tan bien la provincia que en una recepción oficial en el Palacio Real comentó con periodistas granadinos lo mal que estaban las carreteras de Huéscar, y dio detalles de puntos peligrosos en la vía. Nos dejó asombrados.

En esa atracción mutua es probable que tenga que ver un hecho que quizás haya pasado desapercibido para muchos de nosotros: la vida del Rey está salpicada con la presencia de numerosos granadinos que han tenido una relación más o menos estrecha, más o menos decisiva pero casi siempre intensa en cada una de las etapas de su vida.

Han jugado y estudiado con él, han experimentado los primeros años de la adolescencia en la España de mediados del siglo XX, han madurado en los albores de la Transición en la evolución de un príncipe a Rey, han permanecido junto a él como fieles servidores o lo han protegido. Son profesores de escuela, amigos de pandilla, jóvenes adolescentes cómplices de aventuras, consejeros, asesores, amigos íntimos y hasta personal de la máxima confianza al frente de la Casa Real. Todos mantienen en la distancia de la historia la memoria viva y fresca de la lealtad con el monarca que, seguramente sin proponérselo, creció, se educó y maduró junto al 'ADN granadino'.

No ha habido una sola etapa en la vida de don Juan Carlos sin la presencia cercana de un granadino. Hoy algunos han perdido el contacto pero otros, los de charla y tertulia, los de confidencias y complicidades durante décadas, siguen cultivando la amistad de los viejos amigos de toda la vida. Tanto que su último viaje del Rey a Granada, hace unas semanas, lo hizo acompañado de la infanta Elena para comer en Los Chapiteles, a los pies de la Alhambra, con Jerónimo Páez, abogado y una de las personas en las que más confía el monarca. Al almuerzo asistió también Fernando Almansa.

Páez y don Juan Carlos se conocieron en los años 80 por la afición del Rey a la nieve. El monarca solía visitar Sierra Nevada y aquellos años Páez era el responsable del estación. Después vino la candidatura y organización del Mundial de Esquí y el Rey se convirtió el gran 'aliado' de Granada para sacar adelante el proyecto, tanto que el Campeonato se pudo celebrar un año después de la fecha prevista por la mediación de don Juan Carlos en los organismos internacionales. Ha sido el único caso hasta ahora y demostró el poder del monarca como 'embajador' español en el extranjero.

Las dificultades iniciales para el Mundial trenzaron una amistad entre ambos que se fortalecería años después con el Legado Andalusí por el conocimiento que aportaba Paéz sobre el mundo árabe y el interés que siempre ha tenido la Corona sobre estos territorios y sus relaciones diplomáticas con España.

La complicidad de Páez y don Juan Carlos se ha alimentado gracias al hermetismo del granadino, que supo guardar lealtad y silencio a sus largas conversaciones en encuentros que han sido frecuentes entre ambos y a confidencias que seguramente jamás se conocerán.

Una lista larga

En la larga lista que puede encabezar perfectamente Jerónimo Páez, están el exministro José Luis Leal, el constitucionalista Luis Sánchez Agesta, el catedrático Juan Antonio Carrillo Salcedo, los abogados Antonio García Trevijano y Matías Cortés, el maestro José Garrido, el general Carlos López Gómez Medina y los diplomáticos Francisco Fernández Fábregas y Fernando Almansa.

Cada uno de ellos ha pasado por la vida del Rey y compartido experiencias y complicidades que guardan con la discreción de la lealtad. Todos coinciden en que don Juan Carlos nunca ha querido ser un Rey de camarillas pero sí de amigos. A don Juan Carlos le gusta cultivar la amistad y es fácil hacerlo en un hombre que se muestra cercano y a veces campechano, cordial y divertido.

El primero en cruzarse en la vida de don Juan Carlos fue José Luis Leal, político de la Transición que llegó a ser ministro de Economía en el Gobierno de Adolfo Suárez. Leal formó parte de lo que podía llamarse una reducida y selecta 'pandilla' de niños que pasaron juntos el Bachillerato. Leal describe su relación como «la de un grupo de adolescentes que convivieron entre los 9 y 15 años y que hacía las cosas de los niños de esa edad, es decir, hablar, jugar y salir a pasear».

El primer año lo pasaron en La Jarilla y el resto de los cursos en San Sebastián. «Vivíamos en un ala del Palacio de Miramar y teníamos profesores residentes». Leal aporta un dato interesante de aquella etapa: el principal docente de Juan Carlos y del grupo, que hacía de jefe de estudios, era el maestro granadino José Garrido, un profesor que al parecer formó parte del grupo de discípulos del Padre Manjón, fundador de las Escuelas del Ave María. «Era una gran persona y un grandísimo pedagogo», recuerda el economista. Cuando le preguntamos cómo era de niño aquel príncipe sonríe para aclarar que «solo era un niño como los demás que hacía las mismas cosas que hacíamos los demás niños».

Probablemente el personaje granadino más controvertido que se cruzó en el camino de don Juan Carlos fue Antonio García-Trevijano, un líder republicano que trenzó con el príncipe la relación propia de dos jóvenes que compartían aventuras. «Juan Carlos y yo salíamos juntos y era normal: yo era notario, tenía dinero, mujeres y un coche impresionante, un Pegaso que podía superar los 325 kilómetros por hora...». En una entrevista con IDEAL Trevijano, que ya era conocido del padre, el conde de Barcelona, describe de esta forma su cercanía con el príncipe, muy intensa durante un tiempo. Un día don Juan Carlos se encontró a 'Tono?, como le llamaba, en un restaurante de Madrid, y antes de sentarse se le acercó y le preguntó:

-¿«Voy a ser Rey»?

«Le pedí que se sentase y le contesté que iba a serlo seguro, aunque no sabía qué tipo de Rey sería». Trevijano sostiene que allí le pidió consejo para ser un buen monarca y asegura que tenía una «autoridad absoluta sobre él, la propia de alguien diez años mayor, con dinero y una buena posición que de alguna forma le fascinaba».

Esta controvertida relación entre un republicano y don Juan Carlos estaba abocada al fracaso y probablemente tuvo su último episodio a finales de julio de 1968, en el restaurante del club siglo XXI. Desde una mesa alejada los Reyes, acompañados del marqués de Mondéjar, lo saludaron y él no respondió. Don Juan Carlos se le acercó y le preguntó si no quería darle la mano y García-Trevijano, de pie, le dijo que «al amigo siempre, pero al Rey jamás». Fue la última vez que habló con él, peor no con el conde de Barcelona, con el que se veía en secreto.

Una de las figuras claves en la vida del Rey ha sido sin duda el diplomático Fernando de Almansa, que fuese jefe de la Casa Real durante una década. Empezaron a verse en los años noventa cuando el vizconde del Castillo de Almansa era secretario general de la Comisión Nacional para el V Centenario, y tres años después, en enero, fue nombrado jefe de la Casa del Rey en sustitución de Sabino Fernández Campo. La decisión que se justificó en fuentes de la Zarzuela como un relevo generacional en los cargos próximos al monarca. Algunas versiones periodísticas relacionaron el cese con las tensiones originadas por la ruptura de relaciones entre el Príncipe Felipe y Eva Sannum, en la que él habría tenido un papel determinante por encargo de don Juan Carlos. Los cronistas de la monarquía aseguran que el diplomático granadino tuvo que hacer de escudero del Rey en una reunión con el príncipe Felipe y Eva Sannum. La pareja tenía previsto llegar al matrimonio pero el granadino debía impedirlo, sostienen las fuentes. Después de aquella reunión la 'convivencia' entre Almansa y el heredero de la Corona no debió ser muy agradable y en febrero de 2002 se anunció su retirada. En la actualidad forma parte del consejo privado de don Juan Carlos.

Lealtad y confianza

Almansa mantuvo una estrecha relación con el Rey don Juan Carlos, al que acompañaba en sus viajes dentro y fuera del país y con el que despachaba a diario. La amistad forjada en la lealtad y la confianza hizo que el Rey se apoyase en el diplomático granadino en la toma de decisiones para las que le pidió consejo. Almansa ha hecho gala siempre de una extraordinaria discreción sobre su paso por la Zarzuela.

Como Almansa, también ha trabajado al servicio del Rey Francisco Fernández Fábregas, que se ocupó del Protocolo en la Casa Real desde mayo de 1996. Asegura que trabajaba once horas diarias pero que aquella etapa fue «lo mejor del mundo». Fernández Fábregas sí cree que hay algo especial en la relación de don Juan Carlos con Granada, por el cariño con el que hablaba de esta tierra y por los grandes amigos que tiene aquí. Recuerda especialmente todo lo que rodeó el viaje del presidente Clinton a la ciudad, que él organizó.

Todo empezó en un viaje a Nueva York en el que coincidieron con el presidente norteamericano y su esposa Hillary y fue ella la que preguntó qué ciudad de España debía visitar. Les dijo que Palma y Granada y Hillary exclamó: "¡Granada, mi marido conoce Granada!". Decidió visitarla y hubo que modificar todo el programa de la cumbre de la OTAN a la que iba a asistir Clinton. Don Juan Carlos se le acercó a Fábregas y bromeó con su asistente: «Ya se la has colado».

Lo que sucedió ya se sabe. Se sabe que estaba previsto que se marchase de Granada a las 22:30 y regresaron a las 2:30 de la madrugada y que fue uno de los encuentros en los que más disfrutó don Juan Carlos y su anfitrión. Pero lo emocionante ocurrió unos dos años después en un viaje a la Casa Blanca: Clinton recibió al Rey con la corbata de 'granadas' que le regaló en Granada y le mostró el dibujo de Soria que le regaló IDEAL en un lugar destacado del Despacho Oval.

El tercero de los granadinos al servicio del Rey ha sido el general de Brigada Carlos Gómez López de Medina, que le asistió durante tres años como ayudante de campo, como él mismo dice «una especie de secretario personal, muy cercano a él, que está para ayudarle y solucionar cualquier imprevisto. Trabajé cerca de su despacho y lo acompañaba cuando viajaba».

Cuando se estaba cocinando la España política que hemos disfrutado desde entonces hubo determinados profesionales que prestaron un servicio anónimo y trascendente en la etapa previa a la Transición y durante la Transición y uno de ellos fue sin duda el abogado granadino Matías Cortés.

«Algo he tenido que ver»

En su libro 'El Precio del trono', la periodista Pilar Urbano lo describe al jurista como un hombre clave para el entonces príncipe Felipe en su camino hacia la corona. «Nunca he sido clave en nada, aunque algo he tenido que ver», relata Matías Cortés, quien recuerda que a través de él llegaron a la Zarzuela personas que estaban cerca de la izquierda democrática. Tuvo una relación muy estrecha con don Juan Carlos con la complicidad que exigían años complicados en los que se estaba construyendo un nuevo modelo de Estado. Matías Cortés y otros como García Añoveros o Jesús Aguirre se ofrecieron para ir abriendo camino para facilitar la coronación de don Juan Carlos y abrir el país a su etapa de convivencia más larga.

Ahora está por ver si en el nuevo Rey, Felipe VI, se mantendrá el 'ADN granadino'. Don Felipe, que ha demostrado ya su cariño por Sierra Nevada, llegó a regalar por su cumpleaños a su hija un viaje turístico a Granada, y él ha viajado ya en numerosas ocasiones a la ciudad y a la provincia. Todo parece indicar que el nuevo monarca ha heredado de su padre algo más que el trono.

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