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José Ramón Villalba
Jueves, 24 de abril 2014, 17:16
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Granada es una ciudad mágica donde, cualquier tarde, paseando por Puerta Real o mientras reclamas la tapa gratis en algún bar, te puedes cruzar con... un jabalí salvaje. Le sucedió ayer a las tres familias que, a eso de las nueve y media, tomaban una cerveza en el bar Volapié, justo a la espalda del teatro Isabel la Católica. De pronto, entró un jabalí salvaje en concreto una hembra de pelo negro y unos 40 kilos y se encerró en el baño de caballeros. Se entiende que a campo abierto no hacen distinción por sexo cuando la necesidad aprieta.
Dos horas después, un dispositivo de medio centenar de efectivos entre policías locales, nacionales y agentes de Medio Ambiente conseguía sacar al bicho todavía medio adormecido. Por suerte, no echó el pestillo por dentro.
En realidad, todo había empezado a las seis y media de la mañana, cuando un joven que hacía footing por el Paseo de los Basilios se topó con el jabalí errante en sentido estricto, una jabalina. A las siete correteaba por Puente Verde y, a lo largo de la mañana, otros viandantes aseguraban haberlo visto por otras partes de la capital. Pero no había nada en concreto, todo parecía una leyenda urbana. Hasta que una llamada alertó a la Policía Local a las nueve de la noche y un coche de patrulla localizó al ejemplar en la Fuente de la Bicha. Desde allí bajó escoltado hasta el Paseo del Salón y subió por la calle San Matías.
Cuando el jabalí irrumpió al trote en la céntrica calle Moras el reñido partido entre el Real Madrid y el Bayer de Munich pasó de inmediato a un segundo plano. Ni siquiera la Champions podía rivalizar con el espectáculo de ver a un animal salvaje en el corazón de Granada, en la mismísima Puerta Real. En un primer momento, se dirigió hacía el mesón Sanabria, pero se topó con Adolfo, un experimentado cazador que, armado con un taburete, espantó a la jabalina. La bestia volvió sobre sus pasos, hociqueó en el escaparate de una tienda de ropa que dejó lleno de babas y, acto seguido, se coló en el baño de caballeros del bar, un reducido habitáculo en el que habría de permanecer encerrada durante unas dos horas y media.
Tiempo suficiente para que un centenar de curiosos se arremolinara alrededor del cordón policial. Hubo que esperar a que trajeran una escopeta desde Pinos Genil con la que disparar un calmante que dejara al bicho grogui. Pero aún quedaba un obstáculo que salvar: abrir la puerta del cuarto de baño sin que el animal embistiera bruscamente a su oponente. En ese momento, los espectadores ya echaban de menos irónicamente a el Fandi.
Finalmente, a las 23.30 sacaban al jabalí entre aplausos y lo trasladaban hasta el centro de especies amenazadas de Pinos Genil. El baño quedó destrozado y lleno de sangre.
Desde ayer, es un poco más real esa máxima que reza que todo es posible en Granada.
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