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Todos los participantes posan en una imagen para la historia de la música en Granada. :: JUAN JESÚS GARCÍA
Resaca del 15-M: Esto ya no es Graná
CULTURA

Resaca del 15-M: Esto ya no es Graná

La intrahistoria de una cita musical que el mismísimo Miguel Ríos creyó "imposible" cuando las organizadoras le propusieron juntar tanto talento 'made in Granada'

JUAN JESÚS GARCÍA

Martes, 18 de marzo 2014, 02:57

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Cuenta el entorno de Las del Cine, Cristina y María José, que cuando se acercaron a Miguel Ríos, o mejor dicho le asaltaron a las puertas de la SGAE madrileña, el titán de la música popular se sorprendió por la audacia y al ingenuidad de las dos hermanas (entonces desconocía su irresistible fuerza cariñosa y su tesón), y tras mirarlas de arriba abajo, siendo realista, viejo y sabio les dijo que lo que pretendían no se podía hacer. No se acordaba de que él mismo resumió la fuerza de las voluntades cuando convergen en una frase (original de Cocteau): «lo hicieron porque no sabían que era imposible», según se lee en la carpeta de su disco Rock & Ríos.

Si algo caracterizó la noche del sábado en el Palacio de deportes fue la fraternidad, ya lo decía uno de los protagonistas: «Ya no se puede decir eso de que eres mas falso que una reunión de músicos de Granada». Fraternidad y ganas de hacer algo (en este caso historia) juntos. Cuesta recordar aquellas madrugadas en el Lisboa en la que coincidían para salir de gira varios grupos de la ciudad, y no se daban ni los buenos días: anoche los tres protagonistas de esta anécdota actuaron juntos y hasta me pareció verlos hablar, supongo que por los hijos y la familia, que es tan socorrido. Pero este espíritu colaboracionista ya se veía venir, pongamos que desde aquel concierto homenaje a Los Ángeles realizado por su nietos algo inaudito, ya pasando a mayores con aquel festival Granada en Off que estropeó la digestión a algún candidato al sillón consistorial. Y es que esto ya no es lo que era antes, lo dijo un espectador conocido, también por su retranca vitriólica y su esencia local: «Esto ya no es Graná». Le faltó el «qué asco».

«Hemos conseguido ser todos amigos» decía un guitarrista cuando el abajo firmante llegaba a la parte trasera del escenario; y no mentía amigos dijo, porque amigas no había ni una, y en el salón de camerinos se percibía el aroma de la testosterona roquera (particularmente intensa, casi taurina, que dicen ellas) flotando en el aire, como el humo, que al ser una zona privada fue un oasis para los tabacodependientes. Y es cierto, «es que las chicas se las llevaron todas Barón Rojo» se comentó (recuerden: «los roqueros vamos al infierno, y con tías bueeeeenas», cantaban, tan delicados, los madrileños); aunque me temo que nadie había caído hasta entonces en que en el cartel no había ninguna invitada, algo a corregir en la segunda edición del festival. A ver señoritas, no me digan que no habrá segundas partes, que hasta san Scorsese ha vuelto a la música con la serie del blues y los documentales de Dylan, los Stones, Harrison Al rato, por allí aparecerían al fin algunas mujeres, acompañantes, amigas, parejas, o colegas como Primi Sanz («esta noche es única») o la entrañable Ana Almagro, recibiendo kilos de besos porque es una mujer que desde Canal Sur ha defendido a capa y espada la escena granadina, y es muy querida por el gremio.

Dentro del camerino, muy bien surtido en calidad (el pulpo estaba de firmar confesiones de culpabilidad, feliciten al cocinero de la Ruta del Veleta, por favor) y cantidad, que ya es raro que dure cuando se juntan músicos y periodistas ante comida y bebida: «Comida y gratis, es para nosotros como polilla y luz» se oyó. Que así, ¡ay! están las cosas en nuestros oficios.

Todos tertuliaban de pie, copa y canapé en mano, salvo los más veteranos, a los que un descansito sentados venía bien para recomponerse («pero de qué material estáis hechos para aguantar este maratón» preguntaba Miguel Ríos); eso sí, no paraban de levantarse y hacerse las fotos solicitadas por compañeros de las (tres) generaciones posteriores que coincidían en el programa. Es lo que tiene el bastón de patriarca , o de artista alfa, según el agudo Antonio Arias. Desde ese cuartel general amigable y bien avituallado iban subiendo al escenario con un rigor manu militari y precisión quirúrgica, tanta que el mismísimo cantante de MClan llegó al Palacio cuando ya estaban sonando las primeras notas del Bienvenidos; sus jadeos no eran tanto de emoción sino del sprint final para poder llegar a tiempo. Y no fue el único, que más de varios, acostumbrados a la habitual media hora de cortesía (o de visite nuestro bar) se lo perdió también.

Al margen de lo encuentros previstos o insospechados, de contemplar juntos al Cero y al Nueve (solo falta el Uno, pero atención: en vídeo sí salen 091 al completo, al menos charlando por los viejos tiempos), al margen de contemplar lo que se planeó y no fue, como aquella gira-mix entre Miguel Ríos y MClan reponiendo el Rock & Ríos en su aniversario, de comprobar la buena forma de los Mutantes, el candor de Pájaro Jack, ver a Guerrero García en talla, a unos Lagartija AllStar, ratificar a La Guardia de Manuel España como reyes del estribillo, observar como Manu Ferrón coge altura («entre Pájaro Jack y los Ángeles voy volando»), ¡estos últimos precisamente con un plus de músculo guitarrero que les hace sorprendentemente actuales!.

Momento estelar

Después, y ya termino, de comprobar el respeto y la reverencia que se le tiene a José Ignacio Lapido, si me preguntan el momento estelar del anoche solo fue uno: por pasión, fundamento, diferencia y espeluznante intensidad : el requiem que dedicó Eric Jiménez a su hija y a Morente; solo, tras la batería, feroz, completamente poseído y mortificando los cueros. Y también entero: que me has cortado la polla» me dijo, puesto que con ella terminaba la mini entrevista de presentación del festival en este periódico, y sí, es que no cabía, el texto me refiero. Enorme Eric.

Fue en Granada y fue posible, ya lo dijo el maestro Lapido «es una noche única, no ha ocurrido antes y no es probable que vuelva a ocurrir». Aunque a algunos les pareció poco, y así al final un espectador pedía una hoja de reclamación «porque ha durado muy poco» decía, ante el pasmo del guardia de seguridad que le acompañaba, y que le respondió: «¡Pero hombre, si llevamos cuatro horas y media de concierto!». Es que a veces el tiempo pasa demasiado rápido. Así la cosas, perdone maestro que le desdiga, nos vemos dentro de otros cincuenta años ¡Miguel, aguanta!

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