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DIEGO QUERO
Lunes, 20 de mayo 2013, 04:26
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Hace treinta años, ni siquiera hace veinte, existía Google, aunque eso no es un impedimento para que ahora nos lleve de viaje hasta 1984. Google nos ofrece con Google Earth Engine un viaje espacio/temporal en el que se puede observar la gran transformación que se ha producido en la tierra por la acción del hombre. Gracias al programa Landsat desarrollado por la NASA, se puede explorar cómo ha cambiado la tierra, de este a oeste y de norte a sur. Todos los cambios han quedado registrados por ocho satélites, que han tomado millones de fotos durante 29 años. La gran innovación de Google es poner esas imágenes en forma de capas, como si fuera una cebolla, y prestar al usuario un cursor con el que ir cambiado de año. Se puede ver cómo se quiera, automáticamente, o de forma manual para ver año a año cómo hemos ido cambiando.
En Granada, el mapa de Google no engaña. La Vega ha ido desapareciendo con el paso del tiempo tanto en la capital como en los pueblos del área metropolitana. Se puede observar el avance del ladrillo en todas direcciones, así como el nacimiento de infraestructuras como la Circunvalación o la A-92.
Bajando hacía la costa, también se puede ver cómo la A-44 se ha ido haciendo muy poco a poco. Algunos tramos son muy recientes. A la altura de Ízbor, el usuario puede observar cómo se va acumulando todo el agua que llena actualmente la presa de Rules, como si fuera un pequeño recipiente. En Motril, llama la atención el color verde la vega de Motril y Salobreña. Todo el municipio está vestido con el color verde de los árboles y plantaciones típicas de la zona. El color verde ha ido dejando paso al gris del hormigón y al blanco del plástico de los invernaderos. Tampoco pasa desapercibido el puerto. La ampliación y el terreno que se ha ganado al mar se distinguen a la perfección entre el azul del mar.
Al oeste, la localidad de Almuñécar también ha dejado escapar el verde que antes decoraba gran parte de la localidad. La expansión urbanística ha apartado las plantaciones y ha cambiado totalmente la fisonomía de la localidad.
Al este también hay sorpresas. Desde Castell de Ferro hasta Albuñol, el color blanco de los invernaderos ha ido creciendo como si fueran las hojas de una enredadera que se fuera adueñando del territorio.
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