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La última foto del jamonero de Trevélez durante un curso en la cárcel de Albolote en 2010. :: J. F. BARRERA
El jamonero de Trevélez ya sale de permiso
granada

El jamonero de Trevélez ya sale de permiso

Entró en prisión en 2007 por estafar a 200 vecinos de La Alpujarra y su paso por el penal lo ha aprovechado para estudiar Derecho

JOSÉ R. VILLALBA

Martes, 19 de marzo 2013, 02:15

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Antonio Herrera, conocido como el jamonero de Trevélez, ha comenzado a disfrutar sus primeros permisos penitenciarios tras cumplir la cuarta parte de su condena, estar clasificado en segundo grado y tener buen comportamiento en el penal de Albolote, donde se encuentra encerrado desde el pasado mes de octubre de 2007. Tal y como marca la Ley Orgánica General Penitenciaria (LOGP), 'Fernando el de los Jamones', como también le llaman, podrá disfrutar de 36 días lejos del penal repartidos en dos semestres, 18 días en cada uno, durante el presente año. Herrera ya sabe lo que es pisar la calle.

La Audiencia de Granada condenó en mayo de 2009 a Antonio Herrera por estafar a casi 200 personas a la pena de 11 años y cinco meses de prisión y el pago de una multa de 807.200 euros, después de que mostrara su conformidad con la solicitud del fiscal, acuerdo que evitó la celebración del juicio. Herrera, al que el ministerio público le pedía inicialmente 46 años y diez meses de prisión y 2,2 millones de euros de multa, aceptó ser así autor de un delito continuado de estafa y apropiación indebida en concurso con otro continuado de falsedad en documento mercantil; otro de estafa; uno más de alzamiento de bienes y cuatro delitos contra la Hacienda Pública, por los que fue condenado por el tribunal granadino.

Antonio Herrera permanece en prisión desde el pasado año 2007 cuando fue apresado por la Guardia Civil. Estuvo en paradero desconocido desde el 8 de octubre de 2004 hasta el mes de junio de 2007, cuando fue encontrado en República Dominicana.

En su día pidió perdón por el daño hecho a tanta familia, pero quiso dejar claro que nunca actuó de mala fe. Indicó ante el juez que no estaba «orgulloso» de lo hecho y consideró que la cárcel era el único modo de garantizar su seguridad, por lo que llegó incluso a solicitar su ingreso en prisión al sentirse amenazado. Reconoció que su marcha fue una «huida hacia adelante» después de que la empresa quebrase en 2004, ya que arrastraba desde pérdidas desde el año 2000.

Durante estos seis años en prisión, Antonio Herrera ha aprovechado su paso por el penal para estudiar Derecho y sumar esta carrera a la que ya tenía de Magisterio. Quienes lo conocen y han compartido su tiempo con este hombre en la prisión de Albolote aseguran que es un 'devorador' de libros y trabaja ayudando en la biblioteca de la prisión. No se le conocen problemas de convivencia con el resto de reclusos y siempre se ha mostrado dispuesto a colaborar en cualquier iniciativa cultural del presidio para tornar la dura rutina en momentos más afables para los presidiarios.

El emporio montado por Antonio Herrera nació en los últimos años de la década de los noventa del siglo pasado. Ingresaba dinero de los vecinos que supuestamente después era devuelto con un elevado interés. El «simple préstamo o inversión en jamones», que el procesado ofrecía como garantes de la entrega dineraria, mediante el cual recibía en concepto de depósito para su transformación numerosos y cuantiosos lotes de jamones crudos por parte de diferentes empresarios cárnicos.

El procesado, sin embargo, no destinó esas entregas dinerarias a la compra de lotes de jamones crudos para garantizar la devolución del capital recibido, tal y como se había contravenido con los prestatarios, sino que empleaba esas prestaciones, con «ánimo de ocultarlas o hacerlas desaparecer», a la adquisición de bienes inmuebles ajenos a esa actividad.

A partir de 2002 y 2003, cuando los inversores perjudicados pretendían retornar las cantidades prestadas con sus correspondientes intereses devengados, Herrera, lograba convencerlos con «falsas promesas» para que reinvirtiesen su capital en el «fraudulento» entramado empresarial creado, cuya situación deficitaria e insostenible era ya plenamente conocida por el procesado, que derivó en un concurso necesario de quiebra. Para garantizar el pago de sus deudas, el jamonero libraba numerosos cheques o pagarés sin fondos, de tal forma que, cuando se advertía la ausencia de fondos, se justificaba bajo el pretexto de retrasos en el pago de algunos de los créditos favorables.

Antonio Herrera suspira ahora por alcanzar el tercer grado penitenciario para el cual le queda cumplir al menos la mitad de la condena, lo cual no ocurrirá hasta que pasen, al menos, dos años más.

A partir de ese momento y siempre y cuando cuente con el beneplácito de la junta de tratamiento penitenciario, así como con la del juez de vigilancia penitenciaria podría pasar al Centro de Inserción Social (CIS) y acudir solo a pernoctar.

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