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Algunos de los productos que se presentan en el Tuppersex. :: R.R.G.
Tuppersex: La más picante juguetería del placer
granada

Tuppersex: La más picante juguetería del placer

Si te pica la curiosidad, te contamos los intríngulis de esta divertida reunión de mujeres

ROCÍO R. GAVIRA

Sábado, 9 de junio 2012, 03:48

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"En esta casa tenéis la silla del orgasmo", comienza Alberto, el señor del Tuppersex. "¡Y nosotros sin saberlo!", exclama Claudia, la anfitriona que ha organizado esta peculiar reunión. Un grupo de diez mujeres y un chico cambian su jueves fiestero en Granada para disfrutar de este espectáculo que arranca con buena pinta.

Alberto abre el maletín donde guarda todos los juguetes sexuales que irá mostrando a su público, al que promete que "será un auténtico show de algo más de dos horas, en el que me tenéis que obedecer, y además os quitaré una idea primitiva: el sexo no es solo penetración". Y por supuesto, su misión principal es la de vender todo lo que pueda.

Como hipnotizados por el aroma de la vela que ha encendido el señor del Tuppersex, los presentes le siguen el juego. Empieza sentando a la anfitriona en la silla del orgasmo, situada en medio del público. Le pone las manos tras la espalda para colocarle "las esposas de pelitos, un juguete para llevar la situación en la cama al extremo", dice Alberto mientras le planta también un antifaz para impedirle la visión. Afirma, como futuro sexólogo, que estas condiciones en las que la persona ni ve ni puede hacer nada con las manos son una de las más excitantes y fantasiosas: ser sometido o someter a tu pareja . Pide a los allí presentes que elijan una zona del cuerpo de la anfitriona en la que pintarle con el rotulador de chocolate y como ni ve ni puede tocar, tendrá que adivinar quién es la persona que le quitará con su boca ese dulce de su cuello.

Las risas y las vergüenzas se dejaban ver rápidamente. Otro de los juegos para romper el hielo, consistía en que cada uno escribiera de forma anónima una duda que tuviera sobre el sexo, "o preguntas comprometidas si queréis fastidiar a alguien", metía cizaña Alberto para hacer más picante el juego. Mientras unos escribían, otros iban probando el gel 'Fruity love' para masajes. De varios sabores, fresa, sandía, vainilla, canela,... La gracia de este producto, antes de proceder al masaje, consiste en soplar suavemente por toda la zona donde se haya extendido. "¿Notáis la sensación?", pregunta el señor del Tuppersex que ha puesto una pequeña cantidad en las manos de los once reunidos. "Da calorcito", responden varios de ellos. Es un gel que produce calor al contacto de la piel y al soplar, y cuenta con la ventaja de que se puede comer, así que dejen volar su imaginación, "un factor fundamental para poder disfrutar plenamente del sexo, además de la confianza", afirma Alberto.

"La fantansía más rara y que no te atreves a decir" salió de la bolsa de las preguntas mágicas. Una de las presentes trabaja en el hospital y confesó que le gustaría hacer el amor en la sala de ginecología, en ese cacharro donde examinan a las mujeres espatarradas. Los aplausos ante su valentía por revelar su secreto erótico festivo se sucedían. "¿Pones cara de porno porque crees que le gusta a tu chico?", fue otra de las más ovacionadas porque a la susodicha le tocó delante de todos interpretar esa expresión, tras muchos "¡qué vergüenza!". Al igual que otra invitada tuvo que explicar, consolador en mano, cómo masturbaría a un chico, fuera con la mano, fuera con la boca. Para más 'inri', previo a esto Alberto la vistió de conejita de Playboy haciéndole creer que iba a probar un juguete de suaves descargas eléctricas (tenía los ojos tapados). Tras la tensión de pensar que se iba a electrocutar, grande fue el relax y las carcajadas.

Mientras el señor del Tuppersex desarrollaba todo su espectáculo, canturreaba los precios de los diferentes productos cuál comerciante y sobre todo animaba a que los presentes los probaran in situ con las papilas gustativas (si se traba de alguna crema, lubricante o gel), con el tacto de las manos, a excepción de algún juguete indicado para el clítoris que una chica probó en la silla del orgasmo a las órdenes de Alberto y sobre los pantalones. Ni mucho menos había nadie desnudo.

La esponja de baño vibradora; la muñeca Kokeshi, perfecta para decorar y que nadie se dé su cuenta de su verdadera utilidad; las bolas chinas (que sirven para desarrollar los músculos pélvicos y con miras al futuro, evitar las pérdidas de orina); las bolas tailandesas; el dilatador anal, para el que se atreva con esta faceta del sexo, y un largo etcétera.

Aquella noche Alberto hizo el agosto vendiendo desde las velas aromáticas cuyo aceite sirve para dar masajes (puede jugar a echarle la cera caliente a su pareja y tras el susto, un sensual mansaje porque no quema nada de nada), los geles o lubricantes, hasta el Ocean, el consolador que más éxito tuvo en esta reunión, no se sabe si por su función o por ser de los pocos en el mercado con batería de litio: "Hazme caso, te sale más a cuenta llevarte este que el otro. No sabes el dinero que me gasto en pilas", insistía mucho una de las presentes para convencer a otra.

Para los hombres existen muy pocos productos y "son muy aparatosos", comenta Alberto. Las ventajas de este tipo de reuniones es que las mujeres no tienen que enfrentarse al sonrojo que les puede causar el ir a un sex shop. De esta forma la diversión, la emoción y la educación sexual que comparten entre todos está garantizada. Y pensar que las reuniones en casa de mujeres comenzaron con el Tupperware.

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