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OBITUARIO

Juan Antonio Morente Chiquero, adiós a un físico ejemplar

El pasado domingo fallecía este catedrático de física aplicada de la UGR

PABLO SANTIAGO CHIQUERO

Miércoles, 21 de marzo 2012, 04:27

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El pasado domingo 18 de marzo fue un día triste no solo para los que tuvimos la suerte de conocer y estar cerca de Juan Antonio Morente Chiquero, científico y catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Granada, sino también para toda la comunidad científica española e internacional. Juan Antonio, nacido en Porcuna (Jaén) en 1955, era uno de los físicos españoles más destacados del momento y sus investigaciones en disciplinas tan complejas como la electromagnética o la simulación computacional consiguieron superar la oscuridad y el anonimato que casi siempre rodea el trabajo en los laboratorios universitarios y saltaron a las páginas de los periódicos. Y, por desgracia, no ocurre todos los días que la ciencia española se abra un hueco en medios de comunicación de todo el mundo, desde el National Geographic hasta el Nouvel Observateur, para hablar de sus éxitos y relevancia de sus innovaciones.

En 2008, por ejemplo, Juan Antonio y sus compañeros del departamento de Física Aplicada de la Universidad de Granada hicieron públicos los resultados de un trabajo desarrollado junto al prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts. Partiendo de anteriores trabajos en el campo de la ocultación de objetos a radares, el equipo andaluz de científicos consiguió rodear un objeto computacional con una serie de capas y hacerlo invisible al ojo humano para una sola longitud de onda, es decir, para un solo color. Y, según el propio Juan Antonio, solo era y es cuestión de tiempo y de varias generaciones más de científicos como él que esos trabajos hicieran realidad uno de los viejos sueños de la humanidad: la invisibilidad. Pese a su carácter humilde y prudente, Juan Antonio no pudo evitar que los medios de comunicación anunciaran su trabajo como el «descubrimiento de la invisibilidad» y durante unas semanas se enfrentó a un maratón de entrevistas en las que siempre demostró y consiguió transmitir su amor por la ciencia y por el conocimiento. Juan Antonio ha muerto joven, tenía solo 56 años, pero nos deja un legado científico enorme, como si hubiese estado entre nosotros varias vidas.

A sus compañeros y colegas de departamento les toca analizar y continuar con su labor científica. A nosotros, sus familiares y amigos de Porcuna, nos deja una enseñanza de enorme valor: el de un muchacho de familia humilde, dedicada a la agricultura, que consiguió estudiar gracias al esfuerzo y sacrificio de sus padres y trabajó con una constancia y vocación asombrosa para escribir uno de los capítulos más prestigiosos de la ciencia española de comienzos del siglo XXI.

Y esa es, para los que no logramos entender del todo sus investigaciones científicas, su aportación más importante, sobre todo en estos tiempos en los que tanto se habla de crisis económica y del frustrado desarrollo económico y tecnológico de Andalucía.

Uno de los últimos trabajos de Juan Antonio, también de transcendencia internacional, permitió el descubrimiento de rayos y partículas eléctricas en la atmósfera de Titán, una de las lunas de Saturno. En ese apartado lugar de nuestro sistema solar, esas descargas eléctricas estaban generando las condiciones necesarias para que se formaran partículas orgánicas, parecidas a las que dieron lugar a la vida en el planeta Tierra.

Juan Antonio sabía que se puede generar vida a partir de la nada, y la donación de sus órganos confirma que incluso en la muerte también sigue habiendo un atisbo de vida. Para todos los que lo queríamos, para su hijo y su adorable Isabel, Juan Antonio se ha hecho invisible, pero todos sabemos que eso es sólo una cuestión de longitud de onda. Él siempre seguirá entre nosotros.

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