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Alumnado del colegio Monte Chullo pertencientes al aula de Dólar, con su maestro Sergio y con el jefe de estudios, Plácido Milla. :: RAMÓN QUESADA
Los astronautas de la escuela del pueblo
granada

Los astronautas de la escuela del pueblo

El colegio rural Monte Chullo recibe el premio al mérito educativo; sus 171 escolares están diez puntos por encima de la media andaluza en Lengua y Matemáticas. ¿Cómo lo logran?

J .R. VILLALBA

Domingo, 26 de febrero 2012, 01:14

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Patricio quiere ver la tierra desde la luna, emular los viajes de Neil Amstrong o los del español Pedro Duque. Sueña con los ojos abiertos en convertirse en un astronauta y lo hace cada mañana cuando acude a su aula del colegio rural Monte Chullo, donde estudia cuarto de Primaria.

El 'cole' de Patricio está a 7.230 kilómetros de Florida (EE UU), donde se encuentra la Nasa, y a 80 de la capital granadina, en la localidad de Huéneja. En este pueblo, así como en Dólar, Ferreira y La Huertezuela, todos pertenecen a la misma escuela rural, la gente se busca la vida en la agricultura y antes lo hacían más en la construcción. Economía de supervivencia, de sacrificios y de mucho sudor para sacar adelante al futuro de estos municipios. La savia más joven de las cuatro localidades la forman 171 niños de 3 a 14 años, todos tienen la suerte de vivir en familias para quienes la escuela es 'sagrada', aprenden con unos maestros para quienes los alumnos son los versos libres del mejor poema, y además disfrutan de las mismas ventajas o más que cualquier estudiante de un colegio de Madrid, de Bilbao o de Granada: escuela TIC, actividades extraescolares, ratio alumno-profesor muy baja y libros gratis, por citar solo algunas.

Fruto de ese cruce de caminos entre alumnos, maestros, familias y entorno son los resultados obtenidos en las pruebas de diagnóstico de la enseñanza efectuados por la Consejería de Educación: estos chavales están diez puntos por encima de la media andaluza en Lingüística, Matemáticas y Conocimiento del Medio. Dicho así, quizá no tenga mayor importancia, pero debe subrayarse un matiz: el nivel sociocultural de sus familias es medio-bajo-bajo, según consta en la evaluación efectuada por Educación. Dicho de otra manera, estos escolares forman parte del mejor alumnado de la comunidad autónoma andaluza. La enseñanza pública no busca el lucro económico y puede atender las necesidades educativas en los rincones más recónditos.

¿Las claves? Son demasiadas. «Hay una implicación muy grande de las familias en el aprendizaje de sus hijos. Tenemos pocos alumnos y eso nos permite aplicar una enseñanza más individualizada. Hay una muy buena sintonía entre el profesorado y la dirección. Y tenemos profesionales muy vocacionales a quienes les gusta mucho lo que hacen». Las palabras son del director del centro, Sebastián Donato, quien lleva 35 años de maestro en Huéneja. «Me pude jubilar hace dos años, pero si me quedo sin la escuela me entierran». Por las manos de este huenejero han pasado alumnos que hoy ejercen de ingenieros de caminos, médicos, empresarios... y ahora tiene a quienes quieren subir a la luna.

Aquí el frío pela. La pasada semana alcanzaron los diez grados bajo cero, pero da igual. «Los días de grandes nevadas no falta nadie a clase, aquí no sabemos qué es eso del absentismo escolar, tampoco conocemos lo del fracaso escolar y la comisión de convivencia no se reúne desde hace años, no porque no exista, sino porque no ha hecho falta». Plácido Milla estuvo de maestro en Madrid, pero no cambiaría su puesto de jefe de estudios en el CPR Monte Chullo por nada del mundo. «Aquí se palpa el calor humano. Tratamos siempre de buscar una enseñanza lo más práctica posible para nuestros alumnos. Los llevamos a un río del pueblo para que midieran el PH del agua, los sacamos al parque Natural de Sierra Nevada que rodea estos pueblos para que estudien su flora, su fauna. Utilizamos mucho el periódico para analizar los artículos, para investigar. Los profesores preparamos lecturas, hacemos que escriban en el libro viajero fomentando la participación de sus familias. Leen mucho».

La mitad de los 21 docentes de este centro viven en la comarca, el resto en la capital granadina. Por ello, las tutorías con los padres se pueden mantener al cruzar una esquina de una calle, al encontrarse en una cafetería, al coincidir comprando el pan... cualquier sitio es digno cuando se trata de hablar de los niños y niñas de este centro. Y cada lunes, reunión de media hora entre los profesores para comentar novedades, la reunión ha sido bautizada como la exclusiva.

Los padres

«Las familias nos sentimos muy contentas porque vemos un buen trabajo. Nosotros participamos con los hijos en algunas actividades extraescolares. Ahora por ejemplo, llega la celebración del Día de Andalucía y nos encargamos de hacer el chocolate en la casa y después lo repartimos aquí en el colegio. En carnavales también colaboramos con los maestros y los niños. Somos una gran familia». Las palabras son de Dolores Jiménez, madre de dos gemelas de este colegio y secretaria del AMPA de Huéneja, hay una más en Dólar, en otra de las cuatro sedes de este colegio. Esta mujer joven fue una de las 165 personas que el pasado lunes llenaron tres autobuses para desplazarse hasta Granada, venían a recoger la placa al mérito educativo otorgada por la Consejería de Educación al colegio rural Monte Chullo «por sus buenas prácticas docentes». La Junta de Andalucía dispone de 443 escuelas rurales en todo el territorio autonómico, pero eligió a este centro por el elevado nivel de sus escolares y maestros.

La escasez de alumnos obliga a agruparlos por ciclos en lugar de por cursos, en algunas de las clases. Álvaro está en una de esas aulas en Dólar. «Yo de mayor quiero ser físico cuántico», dice.

-¿Cóoomo?

-Sí, una vez me lo dijo un profesor y estoy convencido de que de mayor seré un físico e investigaré para encontrar las partículas gemelas. En su clase hay doce alumnos de quinto y sexto curso de Primaria mezclados. El profesor no se vuelve loco. «Trato de escoger temas a partir de los cuales me resulta fácil trabajar con los dos cursos al mismo tiempo, aunque atendiendo al nivel de cada uno», explica Sergio, el docente. Entre sus pupilos hay un chaval ruso. La integración aquí forma parte del día a día, la mejor prueba es ver jugar en las calles de Huéneja a Alberto, un menor con síndrome de Down, o comprobar cómo conviven en el aula este chico ruso con el resto de iguales: el colegio tiene diez niños con necesidades educativas especiales.

Lo sorprendente cuando se le pregunta al alumnado por lo mejor de la escuela es comprobar cómo unos y otros coinciden en que lo «pasan bien», les «gusta cómo les enseñan sus profesores» y «aprenden muchas cosas», como apunta la representante del alumnado en el consejo escolar María Jaranay, estudiante de segundo curso de ESO. En medio de este maremágnum, los maestros de este rincón de la provincia, ubicado a 1.250 metros de altitud, están metidos de lleno en planes como el de la igualdad entre hombres y mujeres en la educación, red de escuelas de espacio de paz, alimentación saludable y rutas educativas, entre otros.

Cristina del Pozo pasa las tardes en su casa preparando las clases del día siguiente. Es la maestra de una clase con nueve alumnos de segundo y de tercero de Primaria, además de un crío de necesidades educativas especiales. «Si volviera a nacer no sería otra cosa. Me gusta mucho la enseñanza». Viene de León y no sabe por cuánto tiempo se quedará, de momento está embarazada y se siente «muy querida» por el pueblo. Francisco Javier es uno de su alumnos, tan solo tiene 7 años. Y es un soñador, como Patricio. Él también quiere ser un «aeronauta», comenta algo confundido, es decir, un «astronauta», aclara con la ayuda de la maestra, para explorar «la luna». Y con todos estos buenos resultados, ¿ quién es capaz de romper la utopía de subir a la luna con los futuros astronautas de este colegio de pueblo?

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