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Encarni Rodríguez y su hermana en la vendimia francesa en los años 70
El municipio de Deifontes (Granada) se queda solo cuando llega la temporada de la uva
Deifontes

El municipio de Deifontes (Granada) se queda solo cuando llega la temporada de la uva

Los temporeros eligen ir a Francia porque allí se gana el doble que en España y no tienen gastos

VERÓNICA TORRES

Lunes, 30 de agosto 2010, 04:16

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Llega septiembre, y como dice Antonio Córdoba, vecino de Deifontes, el pueblo se queda que da miedo.

No hay nadie por la calle porque todo el mundo se ha puesto de acuerdo para emigrar a Francia en el mes de septiembre, dejando el municipio vacío. Y esto, no es nada nuevo. Llevan haciéndolo más de 40 años.

"Hay años en los que se ha ido hasta el cura y si se ha muerto alguien, hemos tenido que ir a buscar uno a Granada. Hasta el alcalde ha ido a la vendimia", cuenta sonriente Antonio, quién prefiere dejar su puesto a otro y quedarse este año en casita, que ya se ha ido tantos años, que no puede ni contarlos.

Aunque el pueblo emigra a Francia a la vendimia por tradición, la crisis ha hecho que a los temporeros de toda la vida, se le unan los deifonteros que han contribuido a aumentar el número de parados.

Francisco Fernández cuenta que este año algunos vecinos no se pueden ir porque no tienen patrón. "La poca gente que se queda, es por obligación porque no tienen dónde irse. Si pudieran, se iría todo el pueblo", añade.

Y es que aquí valoran mucho la 'vendange' como dicen los franceses. ¿El motivo? Una familia de cuatro miembros ganan en un mes casi 10.000¤.

Encarna Jimenez acaba de llegar de Francia hace dos semanas y ya está preparando de nuevo la maleta. Se va con su marido y deja a sus tres hijos con la abuela. "Antes me los llevaba y se venían conmigo al tajo, pero ahora ya son más mayores y no pueden faltar al colegio".

Vendimieros de toda la vida

La familia de Encarni Rodríguez Fernández, sabe mucho de emigración. De padres de campo, siempre han tenido olivos, y siempre han viajado a Francia en el mes de septiembre. Ella narra con cariño aquellos años «maravillosos».

Con una sonrisa en el rostro, recuerda cuando era muy niña y tenía que ir a despedir a sus padres al paso del tren. «Lo peor era cuando pasaba un mes y todos los niños esperábamos impacientes a nuestros padres con algún regalillo en la maleta. Íbamos a ver llegar los trenes y te ibas muy triste si ese día los tuyos no venían. No sabíamos el día exacto que regresaban porque no había manera de comunicarse con ellos».

Cuando se hicieron mocitas, las que empezaron a ir a Francia fueron sus dos hermanas y ella. Encarni , Reyes y Lucía, se iban a la vendimia con su padre y a ellas les encantaba. «Era montarnos en el tren, y ya estábamos riendo y cantando», cuenta Lucía, la hermana mayor. Nuestro padre nos trataba como reinas, nos preparaba desayunos apetitosos, y nosotras íbamos a trabajar con gusto». Lo de madrugar, era lo que peor llevaban Lucía y Encarni quienes se reían con su hermana Reyes, a la que no le pesaba levantarse antes para poder acicalarse -se pintaba hasta las uñas y se echaba colorete- para ir al tajo.

Este año, después de muchos, Encarni vuelve a Francia con su hijo menor, Andrés, a ganarse un dinerito y de paso enseñarle a su niño- de 17 años- cómo vivían los jóvenes en los tiempos de antes.

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