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Días de hielo y sal
SOCIEDAD

Días de hielo y sal

El Reino Unido está sumido en el caos al agotarse la provisión de sal. En España, el 10% de la producción de esta materia prima acaba en las carreteras

CARLOS BENITO

Martes, 12 de enero 2010, 04:44

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La lucha contra la nieve y el hielo en las carreteras tiene algo de contienda bélica, con un enemigo sigiloso y persistente que no duda en atacar por la espalda. Las distintas administraciones, desde el Ministerio de Fomento hasta los ayuntamientos, actúan de forma parecida a estados mayores, distribuyendo su artillería de quitanieves y su infantería de operarios para que las calzadas recuperen su color negro original. Y la sal, ese cloruro sódico que estamos más acostumbrados a ver en paquetes de medio kilo, se convierte de pronto en una munición imprescindible que se utiliza a discreción. Entre 300.000 y 480.000 toneladas se usan cada año para este fin, según las estimaciones del Instituto de la Sal, una entidad que reúne a 18 empresas productoras de España y Portugal.

¿Y por qué sal? Una vez disuelta en el agua, la sal hace que su punto de congelación descienda, de manera que pueda mantenerse líquida a temperaturas bajo cero. Para esto se recurre sobre todo a sal gema, la obtenida en minas, porque con ella resulta más fácil obtener un grano grueso, de entre uno y cinco milímetros: «Si se utilizase sal muy fina, la lluvia podría arrastrarla con facilidad y no se cumpliría el objetivo de formar la salmuera que rebaja la temperatura de congelación», explica el director general del instituto, Juan José Pantoja. Habitualmente, el 80% de la sal empleada en tareas de deshielo procede de minas -el líder en este mercado es Ibérica de Sales, una firma aragonesa que tiene su explotación en Remolinos, Zaragoza-, pero en caso de emergencia cualquiera puede servir. Eso lo saben bien en el Reino Unido, donde una de las pocas cosas calientes de los últimos días ha sido el debate sobre el agotamiento de las existencias: las autoridades esperan como agua de mayo un envío desde España que llegará la semana que viene, y en algunas comarcas ha volado incluso la sal de mesa de los supermercados, que los residentes emplean para deshelar el acceso a sus casas.

«En España no ha habido problemas de desabastecimiento -explica Pantoja-. Si las administraciones han hecho el acopio correcto, no debería haberlos. Claro que a lo mejor las ideas sobre el cambio climático han llevado a bajar la guardia en algún caso». El Ministerio de Fomento inició su plan de vialidad invernal con 185.396 toneladas de «fundentes», repartidas en 308 naves y 404 silos. «La cifra incluye tanto sal como salmuera -apunta un portavoz-. La salmuera se utiliza, sobre todo, como prevención, para evitar que la nieve llegue a helarse». Estas reservas, que suponen un incremento del 4% sobre las del invierno pasado, superan con mucho la cantidad de sal que la mayoría podemos imaginar, pero se consumen a buen ritmo: desde el pasado viernes, sólo en las carreteras de titularidad estatal, se han esparcido 26.000 toneladas de sal y cinco millones de litros de salmuera.

La campaña invernal de Fomento tiene un presupuesto de 55,2 millones de euros, pero sólo constituye una parte de la compleja estrategia contra el hielo, en la que intervienen todos los niveles de la Administración. Por la sal, las instituciones pagan unos cincuenta euros por tonelada, un precio encarecido por el transporte. ¿De dónde sale esa enorme provisión? En realidad, 400.000 toneladas suponen sólo el 10% de la producción española, que se eleva por encima de los cuatro millones de toneladas. El 63% es sal gema, el 34% es sal marina y el resto procede de manantial.

Urea en los aeropuertos

La sal no es la única arma en el difícil combate que se libra estos días en las carreteras. De hecho, va perdiendo eficacia cuando la temperatura desciende más allá de los cinco grados negativos y se deja de utilizar cuando se sobrepasan los quince. Con esas temperaturas extremas se recurre al cloruro de calcio, una sustancia mucho más cara que se mantiene activa hasta los 35 grados bajo cero y que se suele mezclar en distintas proporciones con la sal. Un caso particular es el de los aeropuertos, donde se descongelan las pistas con urea: «Se trata de un asfalto especial y la sal resulta demasiado abrasiva», aclaran en Aena.

El vertido de sal en la red viaria ha sido objeto de críticas por parte de los movimientos ecologistas, preocupados por los efectos nocivos de la salinización del suelo y el agua y por la corrosión de las infraestructuras metálicas. Más allá de la posibilidad de apostar por el cloruro cálcico o por compuestos sintéticos como los acetatos de calcio, magnesio o potasio, reclaman mesura y sensatez: «Se debe racionalizar su uso, porque los políticos presumen de tener aún más toneladas de sal que el año anterior. Y no se trata de eso», critica Nines Nieto, de Ecologistas en Acción. El presidente del Instituto de la Sal se muestra de acuerdo, al menos en parte: «Todo hay que usarlo en su medida. Y más hoy en día, cuando se puede calcular el volumen justo de nieve. De todas formas, en España no supone un problema, porque las incidencias no son tan frecuentes y tienen una duración escasa».

Si el invierno sigue así de inclemente y tozudo, los productores calculan que este año se podría superar el medio millón de toneladas, bastante más de lo habitual. La peor posibilidad es que ocurra lo mismo que en el Reino Unido o Alemania, donde prácticamente no queda tampoco sal, y el frío acabe ganando la batalla.

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