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Estrella. Georges Prêtre dirige a la Filarmónica de Berlín en el Concierto de Año Nuevo en Viena el 1 de enero de 2008. :: REUTERS
Viena se hermana con París
CULTURA

Viena se hermana con París

Prêtre hace unos guiños a la música francesa en el Concierto de Año Nuevo, el acto cultural más popular del planeta

CÉSAR COCA

Martes, 29 de diciembre 2009, 03:11

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Georges Prêtre, que dirigirá por segunda vez el concierto de Año Nuevo en Viena, reunirá en el escenario de la Sala Dorada de la Musikverein a los dos reyes de la opereta: Johann Strauss y Jacques Offenbach. El director francés, de 85 años, es el más veterano que ha tomado la batuta en el concierto más visto del mundo. En esta ocasión, ofrece dos guiños parisinos en el acto cultural más genuinamente vienés, al incluir en el programa 'El carnaval en París', de Johann Strauss padre y una obra de Offenbach. Éste, que nació en Alemania, se nacionalizó francés y se convirtió en el creador de la opereta y la comedia musical moderna, reinando durante décadas en los escenarios de la capital gala. Las mismas décadas en las que Johann Strauss era el líder imbatible de la música popular en Viena. Prêtre ha renunciado a las referencias a las efemérides del año 2010 y opta por lo francés. Al fin y al cabo, Viena y París son dos ciudades con muchos elementos en común. Su gusto por la opereta es uno de ellos.

La elección del programa del Concierto de Año Nuevo no es indiferente. Es cierto que los valses, las polcas y los 'galops' de la saga Strauss -una enorme colección que hace posible introducir todos los años alguna novedad aunque los más famosos se repiten cíclicamente- son iguales a sí mismos: bellos, elegantes y ligeros. Pero la trascendencia del concierto es enorme, así que introducir una partitura puede suponer orientar a la audiencia en un sentido muy concreto. Esa trascendencia la revelan las cifras: cada día 1 de enero, a eso de las once de la mañana, hay alrededor de 150 millones de espectadores y oyentes radiofónicos preparados para asistir al mayor espectáculo cultural del mundo. El concierto se retransmite a más de 70 países: la mayor parte de los europeos, Japón (la afición en ese país es enorme y son nipones muchos de quienes ocupan las butacas de la Sala Dorada), EE UU e incluso América Latina y África.

Alrededor del concierto

Los músicos de la Filarmónica, que eligen de forma democrática a la persona que se subirá al podio el día de Año Nuevo (previamente lo hará en la mañana del día 30 y la tarde-noche del 31 de diciembre, con el mismo programa pero mucho menos glamour), han optado por un director que se asocia sobre todo con la ópera y la música francesa. Su vinculación más relevante a Viena ha sido la dirección de la Sinfónica de esa ciudad, una buena orquesta pero de menor prestigio que la Filarmónica, que ha tenido al frente a los mejores directores de todos los tiempos.

Gracias a esa 'democracia' de la orquesta, Prêtre tendrá la oportunidad de subirse al podio a una edad a la que ya no hay muchos directores en activo. Y de protagonizar un concierto que está lleno de glamour. Porque Viena ha conseguido convertir ese concierto en una fiesta con ramificaciones que llegan a distintos lugares de la ciudad durante varios días. Por ejemplo, la Ópera de Viena, a dos manzanas de la Musikverein, programa esos días 'El barbero de Sevilla', 'Cascanueces' y 'El murciélago'. La Volksoper, algo más lejos, 'El vendedor de pájaros', 'La viuda alegre', 'El murciélago' y 'Tierra de sonrisas'. La Konzerthaus, a tiro de piedra de donde se celebra el concierto más famoso del mundo, programa el Festival Strauss y la Novena de Beethoven, repitiendo funciones entre los días 29 y 1.

Esa oferta, centrada en el concierto que dirigirá Prêtre y complementada por todo lo demás, forma parte de una operación de márketing turístico de gran alcance. Dos datos lo demuestran: el primero, que la televisión pública austriaca, encargada de la retransmisión del Concierto de Año Nuevo, cede la señal a las cadenas que lo deseen a un precio muy bajo comparado con cualquier otro programa con sus niveles de audiencia. La condición es que sólo se puede cortar la retransmisión para emitir publicidad durante el descanso del concierto. Al Estado poco le importa que al final la emisión resulte deficitaria para la cadena de TV, porque la publicidad indirecta que produce (esas bellísimas imágenes de rincones del país que sustituyen a los planos de la orquesta en algunas piezas) es impagable.

Capital del lujo

El segundo es que Viena se ha convertido en la capital del lujo en esos días. Los hoteles más elegantes -incluso otros que no lo son tanto- sólo admiten reservas para cuatro o más días, en la seguridad de que llenarán todas sus habitaciones gracias a los clientes que desean asistir al famoso concierto o alguno de los actos paralelos que se celebran. Por ejemplo, las cenas-baile de Nochevieja en el Palacio Hofburg, en el mismo centro de la capital, cuestan 800 euros por persona. O las que se celebran en algunos hoteles, con precios superiores a los 300 euros y que, en muchos casos, no incluyen la bebida.

Entre los 2.044 espectadores (1.744 sentados y 300 de pie) que asistirán en vivo al concierto, abundan las personas acaudaladas, porque los precios si se adquieren en un paquete turístico junto a la reserva del hotel son simplemente descabellados: llegan a superar los 3.000 euros para unos billetes que en taquilla sólo costaron como máximo 940. No extraña que en las primeras filas, muy cerca de la orquesta, sea habitual ver caras conocidas de empresarios, actores y deportistas... junto a muchos japoneses.

Una maquinaria perfectamente engrasada produce cada año dosis crecientes de espectáculo y glamour. Viena y su Concierto de Año Nuevo nunca paran. El primero fue en 1939, apenas unos meses después del 'anchluss' (la anexión) de Austria por Alemania, con el país dividido entre los germanófilos y los opuestos a la unión. En plena guerra, a partir de 1941 -que es cuando arranca el Concierto tal y como lo conocemos-, no dejó de celebrarse ni siquiera cuando las bombas caían ya muy cerca de la capital. Y en la dura postguerra, en medio de una ciudad semidestruida, cada 1 de enero vivían por un par de horas esa sensación de mundo perfecto y feliz que emana de estos valses. Prêtre será el encargado de difundir este año esa misma sensación.

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