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En la playa de Salobreña no se han rebelado contra la prohibición de reservar sitio. /LUCÍA RIVAS
«Hay gente exaltada que por un sitio en la playa se pelea y todo»
COSTA

«Hay gente exaltada que por un sitio en la playa se pelea y todo»

Los bañistas no se rebelan contra la prohibición de reservar sitio con la sombrilla y predicen que nadie pagará 30 euros por recuperarla

LAURA MOLINA

Martes, 21 de julio 2009, 21:06

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Sombrillas, hamacas, sillas a rayas y toda una colección de mobiliario playero podrá desaparecer como por arte de magia si alguien los utiliza para 'alquilar' por unas horas un trozo de arena. En pocas semanas, el Ayuntamiento de Salobreña implantará una medida para evitar que los veraneantes abandonen estos objetos para reservar un sitio en la playa. Cuando la ordenanza de playas cobre vida, la Policía Local recogerá los enseres 'abandonados' y los llevará a un depósito del que solo saldrán previo pago de 30 euros. Un precio sin duda alto en comparación al valor de algunos de estos artículos, que en las tiendas del 'todo a cien' se consiguen por muy poco.

Ayer, la medida pilló por sorpresa a los bañistas de Salobreña, que estaban totalmente despreocupados, sin agobios por la futura restricción. «Por aquí no hemos visto a nadie controlando las sombrillas», comentaban a pie de arena. Cuando, en agosto, empiecen a 'volar' los primeros parasoles seguro que se corre la voz.

Los usuarios de las playas de Salobreña parecen, por lo general, estar de acuerdo con esta norma que tantas ampollas levantó hace años en Almuñécar. Lo que sí tienen muy claro es que jamás pagarían 30 euros -la cosa está mal- por recuperar los cachivaches de la playa. «No merece la pena pagar la multa, pero si lo recaudado va a ir a los fondos locales me parece bien que se aplique esta medida», afirman Pedro Ballesteros y su hija Brigitte, veraneantes residentes en Francia.

«Soy de Salobreña y pienso que el precio está bien, aunque yo no lo pagaría», opina Loli Correa. Es la tónica dominante entre los lugareños, que ven con buenos ojos que se llenen las arcas del Ayuntamiento, evidentemente, con el dinero de otros: con el de turistas y veraneantes.

Los visitantes de Salobreña sonríen al conocer el nuevo proyecto que afectará a sus playas, ya que en su mayoría no se sienten intimidados por la amenaza de la sombrilla ajena. «A mí la verdad es que no me molesta que la gente deje la sombrilla un rato para irse a comer», mantiene José Luis Rodríguez, un granadino.

El mal de las sombrillas cerradas no parece molestar a los visitantes de Salobreña: «yo pongo mis cosas y si después viene el de la sombrilla, es su problema», afirma Sonia Torres, de paso por la Costa. «Luego hay gente exaltada que por un sitio en la playa, es capaz de pelearse y todo en zonas como Almuñécar y Salobreña».

Guerra veraniega

La playa se convierte en un campo de batalla algunos fines de semana, cuando encontrar un buen sitio en primera línea es casi una misión imposible. «Una viene a las cuatro y ya están las sombrillas puestas y eso no está bien», se queja una vecina de Salobreña, mientras discute con sus amigas sobre la actitud de algunos veraneantes.

«Si vienes a pasar todo el día en la playa es normal que dejes la sombrilla un rato guardando el sitio», opina Asunción Regalo, procedente de Sevilla. «Todo depende; lo que no me parece bien es que después siempre pagamos justos por pecadores». Asunción no optó ayer por la técnica de la sombrilla, sino que alquiló unas hamacas con la familia.

No es el caso de Carmen Rodríguez, madrileña que se paseaba por la orilla mediterránea 30 años después de su última visita a Salobreña. «Nosotros hemos dejado la sombrilla para comer en un chiringuito».

Hay gente que abusa abandonando la sombrilla durante horas y gente que sencillamente aprovecha la hora del almuerzo en un día de playa. Lo cierto es que se acabó el mantener la parcelita de arena en primera línea frente al mar a la hora del chiringuito. Una medida de necesidad discutible en una playa donde conviven salobreñeros, vecinos de los alrededores y turistas de España y de fuera.

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