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Recuerdos de asfalto y curvas

Granada: Las distancias rotas

Los granadinos han establecido particulares relaciones con sus carreteras por el retraso acumulado en todos estos años. Estas son algunas de las historias que han ido dejando en el asfalto y que con la llegada del progreso ya nunca volverán

JAVIER F. BARRERA |

Lunes, 15 de junio 2009, 12:07

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Las comunicaciones entre Granada y sus pueblos de la provincia han sido siempre vomitivas. Todos los granadinos que pasan de los treinta recuerdan que si viajabas a Granada desde cualquier punto de la Costa, «a la hora de llegar al túnel de Ízbor ya estaba el pasaje entero con la bolsa de marras en la boca para ver si no se les salían las tripas».

¿Razones? La carretera, horrorosa; la incomodidad de los vehículos; y la falta de costumbre de viajar provocaban esta natural reacción del cuerpo humano, que se acentuaba según iba llegando el calor y que se repetía en el resto de las localidades de la provincia granadina.

«Si salías de Baza, vomitabas en los caracolillos de Gor», recuerda un cincuentón saleroso un miércoles de mercado nublado en Baza. Si era en Guadix, «no habías llegado a Purullena y las tripas ya se te habían aflojado», ríe el recuerdo ahora Torcuato. Si se partía desde Loja, «se te revolvía el estómago desde el primer momento y todo estallaba en lo que llamábamos las montañas rusas de Láchar», cuenta Jorge. Y así, ad infinitum en cada pueblo y en cada curva de la geografía provincial.

Granada no tenía ni un solo kilómetro de autovía a principios de la última década del pasado siglo, los noventa. Diecinueve años después, la ciudad de la Alhambra, por fin, está conectada por autovía con las localidades más importantes de la provincia.

Este atraso considerable en una infraestructura básica como es la red viaria ha generado una copiosa leyenda preñada de anécdotas y una intensa relación de los granadinos con los trayectos que les unían con Granada.

Se puede decir que uno no es cien por cien granadino si no se lamenta de haberse quedado atascado un buen puñado de horas en la carretera de la Costa o si no ha sufrido las inclemencias del tiempo a la hora de remontar la Cuesta de Diezma y el Puerto de La Mora, por mentar sólo a los clásicos.

De vuelta al presente

La apertura del último tramo de autovía para llegar desde Granada a Motril completa la idea de las distancias rotas y que, en una hora, se pueda cruzar la provincia de norte a sur, de este a oeste, cómodamente y por autovía.

A excepción de Almuñécar, que verá sin embargo abierto el tramo de Taramay este mismo verano, Huéscar, Baza, Guadix, Loja y los pueblos de Los Montes Orientales están conectados con Granada y entre sí por formidables autovías que, pese al retraso acumulado durante décadas, son ya una realidad para encarar el futuro y el desarrollo.

En el camino, los granadinos y su forma de ser han ido tejiendo mitos, recuerdos, olores e historias que han dejado en los cientos de kilómetros de asfalto a lo largo de tantos años de espera. Prácticamente cada granadino tiene la suya y es propia y también es la misma.

Nada une más a un accitano con un bastetano que mentar las tapas de jamón que arreglaban el alma en la Venta del Molinillo, parada y fonda obligada desde el Altiplano y las cuevas hacia la ciudad de la Alhambra.

Y es que antaño se viajaba solo y exclusivamente por tres razones primordiales: para ir al médico, para ir a examinarse o estudiar a la capital y para ir a la playa o volver al pueblo a descansar.

Esta tríada es la que ha conformado historias vivas de distancias rotas que, en tiempos de velocidad y suspiros nos recuerdan ahora que quizá también algo de cada uno de nosotros se perdió por aquellos viejos asfaltos.

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