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José Luis Moreno explica en enero de 2008 el atraco que sufrió en su casa. / IGNACIO GIL
Violento prófugo de oroBushi y Fred, la cara y la cruz
ESPAÑA

Violento prófugo de oroBushi y Fred, la cara y la cruz

Enigmático, políglota, despiadado, ladrón, 'narco', asiduo a centros comerciales y burdeles. Bushi, el esquivo albanés encaprichado de la casa de José Luis Moreno, vuelve a prisión

CRUZ MORCILLO C. M.

Domingo, 14 de junio 2009, 04:18

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«¿Te lo esperabas?», preguntó a Astrit Bushi uno de los capitanes de la Guardia Civil que viajó hasta Lac tras sus pasos para colocarle los grilletes. «Claro, cómo no. Habéis sido muy rápidos». «Te ha salido mal la jugada», siguió el agente en su conversación en comisaría. «No, Dios es grande». No parece que Astrit haya sido iluminado de repente. El albanés Astrit es cristiano aunque no sea de misa semanal ni tenga inclinación alguna al rito, salvo un llamativo juramento que solía intercalar en sus conversaciones más como atavismo heredado que producto de la convicción: «Te lo juro por la iglesia de Lac».

Dicen quienes le han oído, visto y seguido durante horas que Bushi no es un tipo plano, aunque su obsesión por pasar inadvertido indujera a creerlo. «Sería capaz de meterse en un agujero sin comer una semana con tal de no llamar la atención», contó su novia a los investigadores. Desde luego nunca hubiera pasado de ser un 'revienta-chalés' anónimo si el mediático José Luis Moreno no nos hubiera enfrentado a su rostro apaleado.

Bushi -'Titi', como le llaman sus íntimos- nació en la localidad albanesa de Lac hace 31 años. La maltrecha economía familiar le empujó a cruzar las fronteras cuando era adolescente y le llevó a Grecia, donde consiguió sus primeros ahorros para volver a Albania. «Gané mi primer millón a los 18 años», aseguran algunas fuentes que se jactó una vez. Vivió unos años en su pueblo, donde se casó y tuvo un hijo, hasta que en 2000 su camino se torció. Su hermano Agron, dirigente del partido independentista de Lac, murió en un tiroteo con la Policía y Astrit se vengó con sangre y mató supuestamente al agente que lo había abatido.

Poco después se refugió en España, donde todos sus conocidos le insistían en que iba a vivir muy bien. Los siete meses en los que estuvo vigilado el año pasado cumplió a rajatabla. Mandaba dinero y joyas a su familia de forma constante, pero él no perdía el tiempo y mantenía una doble o triple vida, según las ocasiones, acompañado por mujeres que le seguían con fidelidad. Se le detuvo por primera vez en nuestro país en 2002. Albania pidió su extradición por el asesinato del policía, pero en 2004 ésta quedó sin efecto por causas poco claras. Se cree que en esas fechas conoció a la abnegada Julitja, una lituana que trabajaba en un club de Niza.

Bushi se encaprichó de ella y la trajo a Madrid a vivir con él. Al albanés le encantaba Francia, pero la Gendarmería le parecía un cuerpo demasiado «duro». Se maneja en francés, español, italiano, albanés y tiene unas nociones de inglés, pese a que su educación es rudimentaria. Esa carencia la suplía con una inteligencia natural y una habilidad igual de natural para vivir del crimen y ocultarse, con una cohorte de paisanos a los que mandaba con mano de hierro.

En octubre de 2006 la Policía le volvió a arrestar en Madrid con documentos falsos e ingresó en prisión pendiente de ser extraditado. Un año después (noviembre de 2007), la Sección Tercera de la Audiencia Nacional acordó su libertad porque no había recibido la documentación necesaria. Los investigadores sospechan que pagó unos 300.000 euros a algún funcionario albanés intermedio para que el proceso se paralizara; su abogado defensor, José María Gómez, sostiene que fue absuelto y que el recurso ante el Supremo albanés no prosperó. Nada más salir de prisión reemprendió su carrera delictiva.

Maniático

Tras el asalto a la mansión de José Luis Moreno (20 de diciembre de 2007) sus maniáticos hábitos de seguridad se intensificaron. Compró tarjetas y más tarjetas de teléfono en locutorios, visitó cada día a su gente para impartir órdenes siempre en sitios abiertos donde hubiera una salida rápida, frecuentó todas las cabinas de Madrid. Comía en centros comerciales como Isla Azul y cenaba en su casa o en la de algún íntimo, sobre todo si había partido de fútbol, una de sus pasiones.

No tenía nada a su nombre. Los coches alquilados, robados o adquiridos (Mercedes, Audi, BMW, Porsche...) parecían pertenecer a otra persona. Era colérico en la intimidad y lo pagaba con Julitja, que aspiraba a formar una familia con él. Ella vivía para el albanés y él le plantaba en la mesa tacos de mil euros para sus caprichos.

En plena resaca del 'caso Moreno', una patrulla le sorprendió en un chalé de La Moraleja con un revólver y un vehículo robado. Nadie sabía aún quién era Bushi. El juez le mandó 25 días a prisión y volvió a quedar en libertad. Decidió entonces invertir en droga el dinero ganado con los asaltos. Se asoció con un kosovar, Nuradin Mendzici, que desde su chalé de El Molar hacía negocios con mafiosos calabreses. Nuradin, que fue ejecutado el 17 de octubre del año pasado, era otro paranoico de la seguridad.

«Los negros (referido a la Policía y la Guardia Civil) pueden estar por allí. Hay que ser cauto», se repitía continuamente. Las células de robos y droga se alternaron hasta la caída de la banda en noviembre pasado. El resto de la historia es conocido, peripecia de la delincuencia y del esperpento en algún punto. Bushi ni siquiera estaba imputado por el asalto a Moreno, pese a que Deda, su mano derecha, guardaba unas monedas olímpicas robadas en esa casa. Sólo tiene seis delitos pendientes, según su abogado.

El sistema judicial con las costuras abiertas juega a su favor. Huyó y se refugió en su casa de Albania, y allí le sorprendieron. Miles de horas de investigación para engrilletar al prófugo de oro. Otro más. Su abogado da la clave. «Está tranquilo. Son procesos menores».

La mano derecha de Bushi en España era Fred Deda, un paisano de Lac que actuaba como lugarteniente. Eran la cara y la cruz. Deda, que se hacía llamar Alejandro, era ostentoso, estrafalario, inseparable de los zapatos blancos cuando salía a beber y a ligar en discotecas de moda de Madrid, como Joy Eslava o New Garamond. Era un fanfarrón que tiraba de billetera sin pestañear y alardeaba de sus palos, lo que a la postre llevó a la banda a la ruina.

Bushi era consciente y le preguntaba una y otra vez si se estaba yendo de la lengua. «Me has llamado desde tu teléfono. Quiero que lo hagas desde una cabina», le recriminaba a su segundo. Su obsesión por la seguridad acababa calando en todo su entorno. Bushi elegía con mimo sus viviendas, pese a que se mudaba una vez al mes con su inseparable Julitja, que le preparaba mesa y mantel a él y a los «amici», si toca.

Se convirtió en un asiduo de la zona nueva de Carabanchel Alto, urbanizaciones con piscina y jardines, vigilancia y vecinos desconocidos que le permitían camuflarse y sortear los seguimientos policiales, ya que en algún momento fue controlado por Policía y Guardia Civil.

Salía de fiesta con el vividor Deda, que le presentó a españolas con las que intimó, y se aficionó a las prostitutas suramericanas. No bebía, o lo hacía con moderación; dicen que esnifaba cocaína, aunque nunca se le vio hacerlo.

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