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Mónica Naranjo se acompañó de un grupo sinfónico en el escenario del Palacio de Congresos./ RAMÓN L. PÉREZ
Mónica Naranjo, eterno camaleón
Cultura-Granada

Mónica Naranjo, eterno camaleón

El poderío de la artista inundó el repleto Palacio de Congresos, como arranque de su gira 'Adagio' acompañada por la Orquesta Sinfónica de Madrid

ALBERTO BRAVO

Viernes, 15 de mayo 2009, 09:32

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Por un icono no pasa el tiempo. Siete años sin sacar una sola canción no es motivo suficiente para olvidarse de una voz como la de Mónica Naranjo, para muchos la auténtica diva de España. Un lleno total con 2.000 personas entregadas en el auditorio Federico García Lorca del Palacio de Congresos de Granada avalan esta afirmación: aún queda mucha Mónica.

Una diva tampoco sufre con los cambios. Y Mónica es eso: cambio. Un cambio constante, un evitar convertirse en un departamento estanco, inmóvil. Mónica no soporta eso, por ello lo de camaleónica, un adjetivo que suele acompañar al nombre de Mónica Naranjo. Sus incesantes cambios de 'look', desde un peinado bicolor hasta quedarse casi calva con un hortera 'pelo pollo, son simples paralelismos de sus giros musicales. Ella es una diva y haga lo que haga, y cómo lo haga, triunfa.

La de ayer fue una muestra más de su poderío, quizá la más arriesgada en su carrera: la 'pantera de Figueras' se trajo consigo nada más y nada menos que a la Orquesta Sinfónica de Madrid; es decir, música clásica para temas tan rompedores como 'Sobreviviré' o 'Desátame'.

A las 21.00 horas, hombres y mujeres de todas las edades llenaban el 'García Lorca' rompiendo el cliché de que Mónica Naranjo es simplemente el ídolo de los gays. Un cuarto de hora más tarde, el concierto comenzó con quince minutos de retraso, el auditorio se quedó a oscuras y sonaron los primeros acordes de violonchelos, violines y contrabajos de una partitura que los fans reconocieron al momento: 'Europa', el primer single de su último trabajo 'Tarántula'. Y apareció ella, espléndida, con un traje fucsia cubierto de un fular negro.

Acabó la primera canción y el público ya estalló en aplausos y vítores: «Mónica, te queremos», «¡Maravillosa!», coreaban los espectadores. Los aficionados olvidaron por momentos que se encontraban ante una orquesta sinfónica. Muchos de ellos quisieron saltar de sus asientos y bailar. A duras penas mantuvieron la compostura y se sentaron al sonar 'Inmensidad' y otro de sus mayores éxitos: 'Desátame'.

Cuatro partes

El primer acto pasó como un suspiro. La artista se retiró un par de minutos mientras la Orquesta Sinfónica de Madrid, relegada inevitablemente a un segundo plano, entretenía al público. El peculiar concierto, que se dividió en cuatro partes, estuvo apoyado visualmente por una serie de cortometrajes que relataban la historia de una marioneta que parecía querer buscar algo, aunque el mensaje no quedó muy claro dentro de un surrealismo que recordaba a su paisano Salvador Dalí. «Todo esto es muy simbólico, ¿pero qué significa?», se preguntaba uno de los espectadores en el entreacto. «No sé, son paranoias de ella», contestó su compañero de butaca.

En el segundo acto cambió su conjunto fucsia y negro por un vestido de gala rojo pasión. Y llegó una de las canciones que más entusiasmo levantó entre el respetable: con 'Usted', Mónica exhibió un falsete cantando como una niña para cambiar el registro de forma radical adoptando su voz más desgarradora y gritando un «no me chupo el dedo», mensaje dedicado a los políticos en general.

Con la balada 'Empiezo a recordarte', sólo los primeros sollozos contenidos de la noche rompieron el silencio absoluto de la sala. Vestida ahora de negro y diamantes, Mónica no pudo evitar emocionarse al acabar la canción cuando el auditorio volvió a responder a la artista con un largo y sincero aplauso «Me alegro de que os guste. Estamos teniendo una velada inolvidable», agradeció la diva.

Durante el exótico 'Kambalaya' la cantante bailó con un estilo muy árabe y, cómo no, volvió a poner en pie al público. Pero Mónica no posee la peor virtud de las divas: el ego. Sigue siendo humilde pese a su dilatada carrera profesional: «Tampoco he hecho tantas cosas hoy para merecer esto», agradeció desde el escenario.

Vuelta al teatro

Tras siete años fuera de los escenarios, y más de diez sin pisar un teatro -desde 'Palabra de mujer'-, la Naranjo pisó un auditorio en Granada para arrancar con su gira 'Adagio' y volver a sentir «lo familiar, el 'feedback' y las sensaciones que estoy teniendo esta noche con vosotros». Y sentenció: «Teniendo todo esto, que me quiten lo bailao».

La velada finalizó con un nuevo cambio de 'look'. Con un vestido dorado y mantilla negra se despidió entonando 'Amor y lujo'. Pero la audiencia no aceptaba que la velada concluyera y gritaba «¡queremos más, queremos más!». Tuvieron que contentarse con una actuación dramática de la estrella, que volvió a entrar en escena buscando algo. Abrió un baúl y cogió la marioneta que había aparecido en la pantalla entre acto y acto. Se la lió en la mantilla como si fuera un bebé y escapó corriendo sin despedirse de los espectadores, aparentando sufrimiento y locura.

Cinco minutos de aplausos no consiguieron que volviera. Así es Mónica. Impredecible.

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