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TRIBUNA

El bandolerismo granadino: Los Niños de Guadix

CARLOS ASENJO SEDANO

Lunes, 1 de diciembre 2008, 03:20

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TRAS las alteraciones de toda clase promovidas por la Guerra de la Independencia (1808/1814), especialmente en su epílogo de miserias, ruinas, desgobierno y afán de libertad, llegó un periodo, el reinado de Fernando VII, en que, por unas u otras razones, muchos desclasados se echaron al monte, al bandolerismo más o menos romántico, de acuerdo con la época, o simplemente al bandolerismo depredador. Una situación que el posterior reinado de Isabel II fue metiendo en cintura gracias a una acción de gobierno más vertebrada y a un desarrollo económico más generalizado y más eficaz, en el cual las nuevas mejoras en las comunicaciones no dejaron de ser un factor decisivo. Por eso, la aparición bandolera de los llamados 'Niños de Guadix', buscando cierta analogía con los famosos 'Siete Niños de Écija', no dejó de ser un fenómeno, además de anacrónico, también llamativo por sus connotaciones sociales. Sucedieron los hechos durante el reinado de Alfonso XII y la gestión de Cánovas, en el año 1880. Y su germen está en una escapada de seis reclusos de la cárcel de Guadix que, pese a la inmediata búsqueda por parte de la Guardia Civil, no fueron atrapados, posiblemente por la existencia de colaboradores extra muros. Son José Fernández Vázquez, de 40 años; José Valero Valverde, ¿?; Juan Serrano Serrano, de 30; Rafael Jiménez Sierra, de 24; Rafael Olivencia Cárdenas, de 26, y Juan Vázquez Sierra, de 26 años. El pueblo los conocerá como la banda o la partida de 'Sierra y Olivencia'. Durarán sus fechorías poco tiempo, pero serán magnificadas por su voluntaria y trágica muerte. Enseguida de escapados ya están organizados, sin perder tiempo para actuar en robos, atracos, chantajes, etc. en todo el territorio, especialmente rural, de su demarcación, que son los montes y cortijadas de la zona de Guadix, en donde pronto les surgen cómplices y encubridores. Actúan en grupo o por parejas, pero escapan individualmente, y su actividad es múltiple y simultánea, aquí y allí, sincronizada y sin previo aviso, pero sí violenta y contundente Pero, como sucede frecuentemente en estos casos, por un azar, en el ferrocarril de Atarfe, son sorprendidos, por simples sospechas, dos de ellos, aunque sin armas. Pero esto no desanima a los restantes cuatro bandidos que, entre otras actividades, se dedican a ayudar a otros presos y a castigar soplones. Su historia es la sucesión de atracos, robos y castigos en toda la comarca sin que la Guardia Civil logre poner el menor remedio a pesar de reforzar constantemente las fuerzas destinadas a esta operación. A veces localizan a los bandoleros, pero siempre se les escurren de las manos. Y su osadía y seguridad llega al punto de atreverse a presentarse en las fiestas de Navidad de Guadix e integrarse en los grupos callejeros de muchachos que se divierten, de noche, con instrumentos de cuerda, zambombas y otros objetos, cruzándose sin temor con paisanos que les conocen, y que no se atreven a cantar. Y la jactancia del Olivencia llega al punto de proponer y conseguir dar una serenata al Jefe de Policía de la ciudad, bajo sus balcones, en la puerta de su domicilio. Y de ahí se van al Casino, de donde ven salir al comandante de la Guardia Civil, al que saludan ceremoniosamente, y al que siguen de cerca tocando sus guitarras y bandurrias a manera de homenaje, y obviamente, de burla. Y, como es de rigor, no faltan las visitas a burdeles y demás tugurios públicos y pecaminosos. Como he dicho, la partida es localizada con frecuencia por los espías de la Guardia Civil, y los guardias llegan hasta a enfrentarse con ellos y cruzar tiroteos que resultan infructuosos, ya que, en el último momento, los bandoleros se escurren. Así hasta que, en la primavera de 1881, se hace cargo de la escandalosa situación el teniente coronel primer jefe de la Guardia Civil de la provincia de Granada, quien decide acabar con este juego. Y enseguida pone en circulación una eficaz estrategia de 'chivatos' que no tardan en filtrarle que los dos jefes de la Partida, Sierra y Olivencia, suelen pernoctar en el cortijo de 'Los Agustinos', en La Peza, bajo la cobertura del cortijero, su mujer, embarazada, y sus cinco hijos. Cortijo que inmediatamente es sometido a vigilancia con guardias camuflados de campesinos. Y elige un numeroso grupo de guardias, buenos tiradores y valientes Y a esperar que los bandidos entren en la ratonera. Y efectivamente, en una noche infernal de ventisca y frío, los bandidos entran en el cortijo. E inmediatamente comienzan los civiles a estrechar el cerco y a conminarles para que se rindan, a lo que los bandidos se oponen terminantemente sin dejar de disparar por todas partes, aunque en un intervalo, se convienen con los civiles, para que abandonen la cortijada, el cortijero, su mujer y sus hijos, para ellos solos continuar la lucha. Muy numerosos los civiles, y hechos ya dueños de la situación, y cercados los bandidos, la suerte estaba echada. Por eso la Guardia Civil insistía en su rendición con la promesa de que nada les sucedería, creyendo ser muchos más los cercados.. Pero los bandidos no aceptaron la oferta, respondiendo a tiro limpio. Por lo que la Guardia Civil hubo de agujerear las paredes de la cortijada para forzarles a salir. Pero nada consiguieron. Entonces, la Guardia Civil recurrió al remedio extremo en estos casos: prenderle fuego al Cortijo. Rociándolo de gasolina, y echando los manojos encendidos por las chimeneas. El resultado fue aminorarse el tiroteo desde el interior hasta desaparecer. «¿Nos achicharraréis, pero no nos rendiremos!», voceaban. Entonces, todo el cortijo humeante y desmantelado, los guardias decidieron entrar. Y allí se encontraron a los bandidos Sierra y Olivencia carbonizados. Eran los únicos que estaban dentro. Los otros dos fueron detenidos poco después.

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