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ÚLTIMO CASO. El escritor Roberto Saviano ha tenido que abandonar Italia por su libro sobre la Camorra. / AP
Escritores perseguidos
SOCIEDAD

Escritores perseguidos

El caso Saviano ejemplifica la situación de centenares de intelectuales amenazados y, a menudo, dependientes de las redes de apoyo desplegadas para protegerles

GERARDO ELORRIAGA

Martes, 4 de noviembre 2008, 11:30

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WALTER Benjamín agotó toda su esperanza a lo largo de la madrugada del 27 de septiembre de 1940. Refugiado en un pueblo catalán limítrofe con Francia, el filósofo alemán sabía que, cuando apuntara el día, la policía española lo entregaría a las autoridades galas, entonces aliadas de los nazis, y aquella noche decidió que la muerte era preferible a caer en manos de la Gestapo. Casi setenta años después, el consistorio de Port Bou, la localidad donde falleció, planea convertir su antiguo ayuntamiento en una institución cultural que honre su memoria y, asimismo, acoja temporalmente a intelectuales que, como él, han de enfrentarse a la incertidumbre y penurias del exilio por haber asumido el riesgo de denunciar la injusticia o el fanatismo. El italiano Roberto Saviano, autor de 'Gomorra', ha abandonado recientemente Italia por la amenaza de la Camorra (la mafia napolitana), que ya proyectaba su asesinato. Pero muchos no han contado con esa última oportunidad. Tan sólo entre noviembre de 2006 y el mismo mes del 2007, 51 escritores y periodistas fueron asesinados, la mayoría en Irak. El acoso no mengua, tan sólo evoluciona. «Se ha pasado a la supresión sin avisos». Según Raffaella Salierno, directora del programa 'Escriptor Refugiat' del PEN Catalán, los métodos utilizados para acallar esas voces resultan cada vez más expeditivos. Cuenta el caso mexicano, caracterizado por la eliminación directa de los periodistas más incómodos, para algún poder o para los omnipotentes carteles de la droga. Sin mediar amenaza, los individuos son liquidados a plena luz del día mediante operaciones de sobria profesionalidad; en otros casos, el cadáver amanece en alguna cuneta. Este método también se practica en Colombia, Zimbabue y Rusia. La pesadilla rusa El PEN promueve la colaboración entre escritores y sus diferentes agrupaciones se articulan según el idioma utilizado por sus socios; en España cuenta con comités vinculados al castellano, gallego, catalán y vasco. Laura Mintegi, presidenta de este último. «Aunque no puede implicarse en la situación de su territorio, cada agrupación presenta un informe sobre la libertad de expresión en su ámbito». Para ello mantiene contactos con el periodista Gorka Landáburu, víctima de un atentado de ETA, que hace labores de enlace con autores de la comunidad que sufran algún tipo de acoso. El mapa de la represión de los intelectuales abarca buena parte del planeta. En Latinoamérica es anónima y brutal, y recae habitualmente sobre los defensores de los derechos hum anos o los denunciantes de la corrupción pública. En África, informadores y escritores con relevancia pública se enfrentan a la acción combinada de regímenes dictatoriales, intereses empresariales y milicias no menos salvajes. Tan sólo hace quince días que Eiphraim Audu, periodista radiofónico, fue asesinado en el centro de Nigeria. El crimen no ha concitado el mismo interés que los medios occidentales han otorgado a la desaparición violenta de dos informadores croatas, un hecho que ha puesto en tela de juicio la entrada del país en la Unión Europea. Para los disidentes de la antigua URSS, el exilio era la mejor opción, aunque predominaba el desplazamiento interior e, incluso, el confinamiento en algún 'gulag'. La pesadilla de Solzhenitsin es un recuerdo confiado a una obra literaria, pero la muerte de Anna Politovskaia evidencia que la amenaza permanece, aunque ya no lleve sello oficial en la nueva Rusia. Además, en las jóvenes repúblicas centroasiáticas surgidas de la disolución del imperio soviético, el autoritarismo aparece reforzado por la creciente influencia del fundamentalismo islámico. Cuando se cierran los medios tradicionales o la censura previa impide la edición de textos, el ciberespacio parece la ventana natural para los autores. La aparición de 'blogueros', escritores que se expresan sin tapujos en Internet, ha sido respondida con su procesamiento, con varios casos en el Norte de África, y con restricciones para el acceso a la Red, tal y como ocurre en China. Acogida al exiliado Las entidades de apoyo son varias. Los comunicadores profesionales cuentan con ONG como el Comité para la Protección de los Periodistas y Reporteros sin Fronteras, o la red IFEX.org (International Freedom Expression Exchange) que examina constantemente la situación de la libertad de prensa. Los grupos PEN apoyan a colegas represaliados o perseguidos, y cuentan con un comité que relata la condición de cada reo. Los escritores vascos han hecho causa común a favor de dos autores kurdo-iraníes condenados a muerte. En Cataluña, nada menos que 450 escritores en lengua catalana se agrupan en un colectivo que forma parte de ICORN (International Cities of Refuge Network), una organización que ofrece protección material a los intelectuales exiliados. Desde su sede en Stavanger (Noruega) coordina una liga de ciudades europeas que proporcionan casa, salario e, incluso, recursos para su integración. El Ayuntamiento barcelonés aporta la vivienda y la Generalitat un fondo económico, mientras que la organización gremial coordina la asistencia. Salem Zenia, escritor argelino de origen bereber, es el primer beneficiario de la iniciativa a la que también se quieren sumar los consistorios de Sant Cugat y Getxo, si las gestiones del municipio y el PEN vasco fructifican. Laura Mintegi recalca la eficacia de las redes que imponen la acción inmediata cuando un periodista desaparece súbitamente o sobre un autor recae la pena máxima. «Incluso acudimos a los juicios y presionamos, protestamos, damos a conocer cada caso». En su trayectoria abundan los éxitos, pero también reconoce los fracasos, como la imposibilidad de evitar la ejecución del poeta nigeriano Ken Saro Wiwa. La persecución política o la amenaza no recaen en exclusiva sobre los intelectuales, pero su acoso resulta prioritario en regímenes que conculcan los derechos fundamentales. «Los escritores dan voz, son testigos privilegiados, dejan por escrito su denuncia, d ifunden lo que ocurre». Evidentemente, han de ser silenciados. Recuerda Salierno la confianza de Anna Politovskaia en la eficacia del eco internacional. Pero, evidentemente, no Walter Benjamin ni la periodista rusa tuvieron suerte.

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