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ÁNGELES PEÑALVER
Martes, 28 de octubre 2008, 03:15
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CASI todas las personas que rodean a Michel Le Métayer le llaman 'monsieur' (señor, en francés). Fácil de explicar. Ha cumplido 77 años, pero se levanta a las 5 de la madrugada con vitalidad, coge aviones sin reparo, ha sustituido la pizarra y la tiza que usaba antaño en la Universidad de París por un ordenador portátil que maneja con total soltura, y sigue siendo reclamado desde medio mundo para explicarle a los jóvenes -y no tan jóvenes- fisioterapeutas y neurólogos en qué consiste su método de trabajo con niños con parálisis cerebral. Este entusiasta del mundo de la medicina ya filtra con esmero sus salidas de París, donde vive. Desde allí ha exportado a universidades y hospitales sus investigaciones. Hace unos días su penetrante mirada azul y su elegante porte volvieron a Granada (ciudad que adora, pero que no visitaba hacía una década) para trasladar a distintos profesionales andaluces (logopedas, fisioterapeutas, psicólogos, pediatras ) qué ha aprendido al respecto de la parálisis cerebral infantil en los últimos 50 años. Para abrir boca, una de las muchas cosas que tiene claras y repite insistentemente: «El niño paralítico cerebral tiene que ser feliz». Autor de numerosos libros, Michel Le Métayer, neurofisioterapeuta, empezó en esto por amor a los más pequeños. Su método con los bebés paralíticos incluye fisioterapia, instrumentos ortopédicos, estimulación de los sentidos 'Monsieur' también mira al futuro y siembre busca prevenir las malformaciones que pueden llegar a tener estos críos, como luxaciones de caderas o deformidades de rodillas. «En los niños y jóvenes hay mucho por hacer tanto en su desarrollo como en las funciones que pueden llegar a realizar (comer, andar, ducharse, trabajar )», apostilla este hombre que creó una escuela de padres donde consiguió que los asistentes «disfrutaran de sus hijos minusválidos» y les dieran hermanos sin ningún tipo de miedo. Mejorar la memoria Su trabajo, además de adentrarse en el día a día de las familias con algún miembro con parálisis cerebral, abunda en lo estrictamente científico. «Las neurociencias han avanzado mucho en los últimos años, y ya sabemos -y es lo que estamos haciendo- que podemos favorecer la multiplicación de las conexiones del cerebro dañado y mejorar su memoria, todo dentro de unos límites», explica. En lo que se refiere a las relaciones sociales del crío, motivarlo, ser feliz y favorecer un buen comportamiento son las mejores claves para llegar lejos con él. «Todos los niños discapacitados no tienen por qué escolarizarse con niños 'normales', algunos necesitan una modulación. Y habrá niños con parálisis que estén mejor en colegios especiales, no normales. Depende del caso», apostilla. Le Métayer reconoce que es difícil llegar a comprender que un sujeto con una mímica y unos movimientos peculiares, con contracciones en sus músculos, con un ojo que puede cambiar de dirección, e incapaz de controlar todo esto, sea una persona amable e inteligente. «Parece alguien extraño, la primera reacción natural es el alejamiento, pero tenemos que trabajar todavía mucho para romper las barreras y comprender que detrás de la presentación física de cada uno, todos somos seres humanos. Con niños y adultos paralíticos que son muy inteligentes es más fácil», insiste este científico que reclama la felicidad «a todos los niveles» para sus pacientes y pide mayores ayudas estatales para que todos los afectados puedan organizar su vida. mapenalver@ideal.es
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