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PELEÓN. El ministro Renato Brunetta, en el centro, 'cerebro' de la cruzada. / AFP
Vagos contra la pared
Un ministro italiano culmina su lucha contra el absentismo de los funcionarios y obliga a fichar incluso a los empleados de Presidencia

Vagos contra la pared

Un ministro italiano culmina su lucha contra el absentismo de los funcionarios y obliga a fichar incluso a los empleados de Presidencia

ÍÑIGO DOMÍNGUEZ

Miércoles, 15 de octubre 2008, 11:51

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PARA los italianos es un héroe, uno de los ministros más valorados, pero para los funcionarios, nada menos que tres millones, es el enemigo. Renato Brunetta, ministro de la Administración Pública, se ha enfrentado con entusiasmo suicida a uno de los mayores monstruos italianos. Es como David contra Goliat, comparación reforzada por el hecho de que Brunetta es muy bajito. Pero está ganando. En tres meses ha reducido las bajas por enfermedad en un 50%, que significa 60.000 personas más al año trabajando. «Hago más milagros que el Padre Pío», bromea. El lunes culminó esta batalla con la caída de un símbolo: colocó tornos para fichar en la entrada de Palazzo Chigi, la mismísima sede de la presidencia del Gobierno. Nadie había osado tanto. Tiemblan los bares de la zona. «No había ocurrido nunca que se vigilara la entrada y salida de empleados de Palazzo Chigi», dijo triunfante. Quien no conozca Italia no puede hacerse una idea de lo que significa esta cruzada. Lo mejor para comprenderlo es enumerar algunos casos flagrantes que han ido saliendo a la luz en los últimos meses. Prácticamente, uno a la semana. El récord, por ejemplo, es del Ayuntamiento de Roma, donde cada empleado pierden 38,9 días al año por novillos. Cada día falta un trabajador de cuatro. La marca parece estar en manos de Giuseppe Garzillo, alcalde de Banzi, pequeño pueblo de Basilicata. Se inventó 166 plenos imaginarios en año y medio, en un municipio de sólo 1.500 habitantes. Hacía el acta en su casa, decía que asistía sólo él y declaraba desierta la junta. Otro caso genial es el de un funcionario de Mallare, provincia de Savona, atendido por una ambulancia en un bosque por herida de arma de fuego. Fue un disparo accidental de un cazador. El herido alegó que estaba allí en labores de desinfección de una tubería, pero los Carabinieri pensaron que era raro que lo hiciera vestido él mismo de cazador y que el autor del disparo fuera un amigo suyo. Como se imaginará, es que fichó y se fue a cazar. Cosas así son frecuentes. Programas de la tele han mostrado con cámaras ocultas cómo en pequeños municipios el personal ni pisa por el ayuntamiento. Ficha y se va a hacer recados. Por ejemplo, el telefonista del consistorio de Messina hacía su compra, la de su madre, jugaba en un local de tragaperras, iba al bar, leía la prensa, pasaba por el banco y al final lograba estar una hora en su puesto. Entretanto nadie cogía el teléfono. Hasta los jueces También hubo una juez de baja por dolor de espalda a quien pillaron en una regata de vela y una uróloga, teóricamente enferma, que tuvo el morro de aparecer en un concurso de la tele. Lo del puesto fijo es lo que tiene: un cartero de Florencia fue modélico hasta que entró definitivamente en Correos y ese mismo día la Policía le pilló tirando todas las cartas a un contenedor de basura. Pero a veces la culpa es del Estado. En Reggio Calabria descubrieron, después de un año, que en un cuartel abandonado por un traslado del Ejército seguían 21 empleados que sólo iban allí a pasar el día. Cobraban por ver la tele y jugar a las cartas, un aburrimiento.

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