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MERCEDES GALLEGO
Miércoles, 1 de octubre 2008, 04:22
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Meses antes de que Wall Street se derrumbase bajo el peso de las hipotecas impagadas, Main Street había sucumbido a la crisis. Hay un Main Street en cada pueblo de EE UU, la calle principal donde se concentran los comercios. Nosotros elegimos el de Yazoo, en el estado más pobre de la unión, Mississippi, para mostrar en palabras y en imágenes que la crisis «no llegó la semana pasada de la noche a la mañana», se quejaba Helen Nicholas, la propietaria de una tienda de regalos.
Fueron muchos meses de ver subir el recibo de la hipoteca, el precio de la gasolina y la cuenta del supermercado, antes de que la gente sucumbiera al embargo que deja sin casa a 10.000 familias cada día en EE UU, y que ahora ha colapsado la línea de crédito en los mercados financieros.
La mujer de 80 años recuerda que cuando abrió la tienda al morir su marido, su hija tenía tres años, «y por esta calle no podías ni caminar, tenías que ir sorteando a la gente». Hoy está desierta. Ventanas rotas, carteles de se vende y una música de ascensor que resuena fantasmagórica por los altavoces que ha puesto el ayuntamiento en la calle para atraer clientes. Más de la mitad de los comercios han cerrado, incluyendo el banco frente a la tienda de regalos de Helen, que le proporcionaba unos 27 clientes fijos.
Declive
El cierre de esa sucursal de Bank Plus marcó el año pasado un hito en el declive. Era el motor de todos los préstamos, las hipotecas y los asuntos legales de una zona comercial bajo amenaza de extinción, como casi toda la América rural a la que intenta salvar el Congreso con el rescate de Wall Street.
En la América dominada por los lobbies automovilísticos y las autopistas que estrangulan las ciudades, la población se ha esparcido por los suburbios en torno a los centros comerciales de las afueras.
¿El plan de rescate de Wall Street? Sharon se ríe con amargura. «Está claro que para el gobierno es más importante llegar al bolsillo de los ricos que poner comida en nuestras mesas. ¿Por qué en vez de comprarle la deuda a los bancos no se la compra a la gente para que pueda mantener sus casas?».
Y por eso, porque no cree que ningún gobierno va a preocuparse por ella, no piensa ir a votar el próximo día 4 de noviembre. «No me voy a gastar el poco dinero que tengo para comida en gasolina para ir a votarles. Todo lo que cuenta es el voto de la gente más rica. Este país va cuesta abajo, y muy rápido».
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