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La miliciana resucitada
SOCIEDAD

La miliciana resucitada

Localizan en París a Marina Ginestà 72 años después de haberse convertido en icono de la resistencia por esta foto sacada en 1936

LUIS MIGUEL PASCUAL

Lunes, 19 de mayo 2008, 05:04

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MARINA Ginestà tenía 17 años, carné de las juventudes socialistas y el sueño de la revolución cuando en verano de 1936 posó desafiante en la terraza del Hotel Colón de Barcelona para el fotógrafo Juan Guzmán. Una imagen que se convirtió en icono de la resistencia. Ella no conocía esta foto, guardada en los archivos de la agencia Efe. Un documentalista, Julio García Bilbao, logró descubrir la identidad de la modelo y pudo localizarla en París, donde reside hoy a sus 89 años.

Uniforme miliciano, cabello al viento y pertrechada con un fusil que portó por primera y última vez en su vida. «Es una buena foto -dice ella-, refleja el sentimiento que teníamos. Había llegado el socialismo, los clientes del hotel se habían ido y estábamos eufóricos. Nos aposentamos allí, comíamos bien, como si la vida burguesa nos perteneciera y hubiéramos cambiado de categoría».

Hacía poco que había estallado la guerra y el hotel, otrora símbolo de la burguesía catalana, había sido reconvertido en la sede de las recién creadas Juventudes Socialistas Unificadas. Antes, Ginestà y otros idealistas preparaban la Olimpiada Popular como respuesta a los Juegos Olímpicos que ese mismo año organizaba la Alemania nazi: «Éramos tan ingenuos que pensábamos que el levantamiento militar (18 de julio) era contra la Olimpiada popular». Hicieron falta muchos días para que aquellos jóvenes entendieran que afrontaban una cruenta contienda.

Primero como traductora del enviado especial del diario soviético 'Pravda' Mijail Koltsov y luego como periodista de medios republicanos, Ginestà vivió la guerra desde una retaguardia militante: «Nuestra labor era que no decayera la moral; difundíamos el lema de Juan Negrín 'con pan o sin pan, resistir'. Y nos lo creíamos», afirma la mujer, convencida ahora de que los datos que contribuía a propagar habían sido falsificados para mantener viva la ilusión.

Momentos muy duros

De su trabajo en la retaguardia conserva momentos muy duros, como la visita a un hospital para identificar cadáveres: «Es mi recuerdo más terrible. Por primera vez tuve una idea de la muerte. Vi a una mujer con su hijo en brazos... Aún hoy me viene a la mente».

Pero lo peor llegó cuando tuvo que exiliarse en Francia, su país de nacimiento. En el paso de los Pirineos perdió a su novio, comisario político, días antes de encontrarse con sus padres. La llegada de los nazis les obligó a tomar un barco con destino a América. En el trayecto conoció a su primer marido. Sólo entonces Ginestà sintió que la guerra estaba perdida. La decepción de la derrota, el recuerdo «de los compañeros que se quedaban atrás, muchos de ellos fusilados», se mezclaba con el sueño de que las democracias europeas vencieran al fascismo en la recién iniciada II Guerra Mundial: «Esperábamos que ganaran la guerra, que en España volviera la República y que Franco fuera fusilado».

Hoy, Ginestà considera que la foto que la hizo famosa tiene algo de artificial y prefiere otras. Como la del reencuentro con su hermano Albert en el frente del Ebro, que muestra con orgullo.

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