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GRANADA

Debates fríos y tapas calientes

Tan sólo un bar de la granadina calle Navas siguió el debate por televisión, el resto descubrió que las elecciones favorecen al turismo con un incremento de clientes extranjeros

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Miércoles, 5 de marzo 2008, 04:01

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EL bar Puerta del Carmen está lleno hasta la bandera. Eso sí, la bandera ni es roja ni amarilla ni responde a un himno de melodía monosilábica -hasta nueva orden-. Rubios platinos, canas con flema y sandalias con calcetines. A saber: guiris. Está claro que las elecciones son un estupendo potenciador del turismo, y de turismo saben mucho en la calle Navas. En esta época en la que nos gusta sacar tantos datos y porcentajes, permítanme comenzar con una reveladora estadística: de todos los bares abiertos en Navas, sólo dos tenían la tele puesta. De esos dos, la mitad seguía el debate -hagan las cuentas, es fácil-. Y por fin, el 100% de los que miraban con atención a los políticos preferiría estar viendo una película porno... Oiga, y con el debate, ¿se pone tapa?

En Casa Fernando tienen la tele apagada. A falta de un par de minutos para que empiece la gresca política, el 'The Final Countdow' de Europe crea el ambiente político que no han conseguido otros medios. Que no vean el debate no quiere decir que no hablen de España. «Todo el mundo habla de política, ¿no?», analiza Fernando -dueño de la casa-, que asegura que «para ver a dos personas llevándose la contraria prefiere tomarse algo». Y sigue: «Si uno dice blanco, el otro negro. Total, yo voy a pagar mis impuestos en blanco y en negro de la misma manera». Aún así, se da la vuelta y pregunta al personal: «¿Queréis verlo?». Un autóctono -de esos que el escritor Cabrerizo bautizó como Fauna Granatensis- aunó el espíritu desdeñado de todos los presentes con una onomatopeya shakespiriana: «Bah».

El Tabernáculo es el dato estadístico del que antes les hablaba. Allí siguen el debate entre salchicha y salchica. Aunque no estén faltos de buen humor y bromas ingeniosas -como la del porno, por cierto, vayamos a que alguien la tome en serio-, no pierden detalle. Juan Poveda es «un catalán que se toma una tapa en un bar de Granada» que opina que «Zapatero y Rajoy son los culpables de unas rivalidades entre comunidades que nunca han existido». Para muestra, un botón. De favoritos en el debate no hablan, pero la foto, entre risas, «con Rajoy de fondo, por favor».

Teresa Granado, dueña de El Mojito, echa en falta a su clientela mayor «porque los jóvenes se mantienen». Allí tienen la televisión apagada, como en el Navas 14, en donde un grupo de estudiantes da vidilla al local. Están en la ciudad gracias a una beca Séneca y creen que el debate «es patético, como patéticos son los dos». ¿Y qué tiene la caña que no tengan los políticos? «Alcohol», responde Sergio. Ríen, claro. «No, en serio, yo propongo que antes de empezar el debate se tomen 3 copillas y a ver si así discuten de verdad y hablan con más gracia». Alba, por su parte, cree que «les sobra preparación» y admite que la semana pasada sólo aguantó cinco minutos «porque no era más que otro mitin electoral».

Mor y Alberto

Alberto trabaja en La Abadía. No está viendo el debate, «lo que no quita que lo vea luego. Es lo que hice la semana pasada, en cuanto llegué a casa me lo puse en el Youtube, que para eso están las tecnologías». En la puerta del local está Mor, un inmigrante que hace la ronda de noche vendiendo cine y música 'de segunda mano'. Apenas habla español. Con gestos explica que no está teniendo muy buena noche. Cuando le digo que es para el periódico pronuncia a la perfección una palabra: «Zapatero, Zapatero». Repite una y otra vez, que quede claro. Alberto, a su lado, le regaña entre bromas: «No amigo, Zapatero demonio, Zapatero no».

Con un ambiente muy extranjero la calle Navas termina. En Mariana Pineda se escucha el debate como si estuvieran discutiendo en la misma plaza. Allí, José Iván, desde su quiosco de chucherías tiene sintonizado el debate. «Lo escucho, pero aquí no gana nadie. Ni convence nadie. Al final, de todas formas, mi voto será vacío. Como siempre».

Al entrar en el Café Fútbol, Zapatero es el locutor del partido. Al menos por unos segundos. Un resoplido más tarde, Alfonso alza el mando y al grito de «esto ya lo he visto» cambia de cadena. «La semana pasada -explica- fue como un partido de fútbol, había mucha gente aquí viéndolo... pero la vuelta no interesa tanto. Segunda partes nunca fueron buenas, amigo». Con total apatía, viendo que el caso de la política no tiene explicación, decide pasarse a CSI, «que esos siempre explican y convencen».

Mientras, en la calle, un granadino responde a su móvil: «¿Yo, votar? Ni idea».

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