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SOCIEDAD

Bautismo bajo el hielo

A medio camino entre el ritual religioso y el deporte, crece la afición de los rusos por bañarse en aguas gélidas

RAFAEL MAÑUECO

Domingo, 27 de enero 2008, 03:07

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UNA de las cosas que más me llamaron la atención de Rusia en mi primera estancia en la URSS a comienzos de los años 80, fueron los llamados hombres y mujeres 'morsa'. En pleno invierno, con temperaturas de entre 15 y 50 grados bajo cero, dependiendo de la zona del país, esos audaces 'deportistas' -así se les consideraba- se desnudaban a cielo descubierto, horadaban un agujero en la superficie congelada de cualquier río o lago y se sumergían plácidamente en el agua.

Chapoteaban un poco y, con la piel completamente enrojecida por el fuerte contraste térmico, salían de la poza, se secaban con una toalla -había que hacerlo enérgicamente y con gran rapidez para no quedar cubierto de escarcha- y se metían un buen trago de vodka. «Si lo aguantas, no cogerás un resfriado en toda tu vida y tendrás un corazón de hierro», me decía Vladímir, un amigo mío de entonces.

Nunca lo probé, por si acaso. Lo más que llegue a hacer en una ocasión, algo también muy típico en Rusia, es frotarme el cuerpo con nieve tras salir de la sauna. Tiene menos mérito porque no es tan traumático como zambullirse en agua helada. Es más fugaz y se hace con la piel caliente y empapada en sudor. Aun así, el riesgo de pillar una pulmonía es considerable.

Los baños de agua gélida constituyen una tradición instaurada por la Iglesia ortodoxa. Hay quien sostiene que ya se practicaba en Rusia antes de la época cristiana. Tiene lugar cada 19 de enero, festividad del Bautismo de Cristo, y rememora el remojón que San Juan Bautista dispensó a Jesús en el río Jordán. La costumbre perdió su contenido religioso durante el período soviético -fue cuando los 'hombres morsa' lo convirtieron en 'deporte'-, y recuperó de nuevo su carácter devoto a comienzos de los 90.

Desde entonces, el ritual ortodoxo, uno de los principales signos de identidad del país, se ha ido poniendo de moda. El nacionalismo que Vladímir Putin puso en boga al llegar al Kremlin ha contribuido a fomentar aún más el fenómeno. Cada vez son más los feligreses que acuden a las parroquias y los jóvenes que se casan por la Iglesia. Al menos de cara a la galería, ya que la mayoría son creyentes, pero no practicantes.

Este año se ha batido el récord de asistentes a los 'baños bautismales'. En Moscú, por ejemplo, acudieron la semana pasada cerca de 12.000 personas, el doble que en 2007. Se abrieron pozas por todas partes: en el río Moskova, en varios de los lagos y estanques situados en los principales parques Cada una estaba asistida por varios popes, un servicio médico con la correspondiente ambulancia, el vestuario y un puesto de bebidas calientes.

Como es lógico, una mayor afluencia de fieles hace que aumente el número de percances y episodios fatales: paros cardiacos, ahogamientos, pulmonías, enfriamientos en general y resbalones. Más de 500 personas tuvieron que ser atendidas en los hospitales de la capital.

Y eso que la temperatura aquel día en Moscú fue de sólo 6 grados bajo cero. Lo normal en esta época es que se alcancen los 20 bajo cero o incluso los 30, como en 2006.

«El jefe nos obliga»

Alexánder, un oficinista moscovita con el rostro aterido y poco animado a meterse en una charca cortada en el hielo en forma de cruz, se queja de que el rito ha adquirido tal auge que «el jefe nos obliga a todos los empleados a bañarnos con él. Si te niegas a hacerlo, te pondrá en la lista negra y tendrás difícil los ascensos o cualquier permiso extraordinario que solicites».

Los curas aconsejan acostumbrarse al agua helada poco a poco, con duchas cada vez más frías en los días precedentes. Antes de la inmersión no se debe beber alcohol. Es necesario comprobar la tensión arterial, ya que, si es alta, el intenso frío puede favorecer los espasmos y hasta provocar un microinfarto. Si es baja, es fácil perder el conocimiento e incluso morir ahogado. Hay que sumergir todo el cuerpo, incluida la cabeza, tres veces antes de salir. Pero el premio a quienes logren sobrevivir al suplicio es la «purificación de alma y del cuerpo», dicen los prelados ortodoxos.

«Es como andar sobre ascuas, o revolcarse en ellas, pero con la temperatura en el lado opuesto del termómetro», comentaba el alcalde madrileño, Alberto Ruiz-Gallardón. El regidor capitalino efectuó una visita relámpago a Moscú precisamente el día de la celebración de la espectacular fiesta ortodoxa, y desaprovechó la oportunidad de ahogar sus pesares, o al menos congelarlos, en una de esas piletas glaciales habilitadas por el Ayuntamiento moscovita para los bañistas.

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