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El mundo sórdido de las supermodelos

El mundo sórdido de las supermodelos

John Casablancas diseñó las carreras de Campbell, Schiffer, Evangelista... Un documental recrea la espiral de sexo, drogas y alcohol en elque envolvió a sus chicas

luis gómez

Lunes, 1 de febrero 2016, 11:19

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John Casablancas (Nueva York, 1942) inventó el término supermodelo y diseñó las carreras de las más grandes: Claudia Schiffer, Cindy Crawford, Naomi Campbell, Adriana Lima, Heidi Klum, Gisele Bündchen... También la de Linda Evangelista, que en la cúspide del éxito aseguró que ella no se levantaba de la cama por menos de 10.000 dólares. El fundador de la agencia Elite Model Management fue el padre de más de 500 maniquíes. A casi todas hizo ricas y llenó de prestigio y celebridad. Sin embargo, su pasión por las adolescentes le hundió en el descrédito más absoluto. Un documental de próximo estreno ahonda en el perfil más sórdido del creador de las tops que cambiaron el mundo de la moda. Muchas voces le acusaron de sumir a sus representadas en una espiral de sexo, drogas y alcohol. «Es posible que no me haya portado siempre bien», admitió.

El mayor agente de modelos de todos los tiempos, fallecido en 2013 víctima de un cáncer, tuvo una vida de ensueño. Casablancas nunca ocultó sus orígenes. Fue el clásico niño bien que pasó su adolescencia en exquisitos internados suizos y mexicanos. Escapando de la Guerra Civil, su padre, un rico empresario textil catalán, huyó junto a su esposa, una maniquí que trabajó para Balenciaga, a Estados Unidos. El pequeño disfrutó de una continua dolce vita. Antes de tantear el campo del modelaje, su progenitor le puso al frente del departamento de marketing de Coca-Cola en Brasil, adonde llegó con su primera esposa, una azafata jovencísima, como todas sus mujeres. Después probó fortuna, sin mucho éxito, como relaciones públicas.

Noches en Studio 54

Apuesto y rico, cambió las reglas del negocio. Si en los años 70 las pasarelas estaban en manos de Eileen Ford y Wihelmina Models, los 80 fueron suyos. Desterró el estilo correcto y puritano y promovió un aire salvaje y sexual. Disparó el contenido erótico de las campañas publicitarias con una sensualidad inaudita hasta entonces. John se sentía un «extraño» en un mundo dominado por mujeres, pero pronto impuso su ley. Junto a su segunda esposa, Jeanette Christiansen, entonces Miss Dinamarca, puso en marcha en París una agencia que exportaba bellezas nórdicas a las pasarelas norteamericanas. Captó la cultura pop y empleó tácticas agresivas. Interpretó desde principio que el éxito propio iba ligado al fracaso ajeno y se lanzó a la caza de las estrellas de la competencia.

Desató la guerra de las modelos. Birló primero a Christie Brinkley a la agencia Ford. La operación reportó extraordinarios dividendos a ambos. La maniquí triplicó sus ganancias y apareció durante tres años seguidos en la revista Sports Illustrated. Nadie sabe cómo se las ingeniaba Casablancas, pero tenía tan buen ojo para convencer a las mujeres más deseadas del mundo, con las que acababa casi todas las noches de fiesta en la discoteca Studio 54 de Manhattan, como para cerrar los contratos más fabulosos. Su empresa se promocionaba de la manera más ambigua:«Únete a mi agencia y te enseñaré cómo pasarlo en grande. ¡John Casablancas te quiere!». Actuaba como un tiburón sin escrúpulos. El mismo decía que era un agente competitivo y «a veces despiadado». Cindy Crawford fue la segunda grande a la que fichó y con la que tocó la gloria. Sus top lucían en las portadas de las mejores revistas, en los videoclips de las estrellas del pop y rock, en los desfiles... Era el salvoconducto al éxito. Transformó a cada modelo en una marca por sí misma.

Abusos sexuales

Casablancas triunfaba al mismo tiempo que ampliaba su nómina de enemigos. Durante un año, la cadena británica BBC filmó con cámaras ocultas los abusos sexuales que muchas modelos de la delegación londinense de Elite sufrieron por parte de directivos de la compañía. Casablancas presentó sus disculpas a las maniquíes y a sus familiares, pero de poco le sirvieron para restituir su maltrecha reputación. En Modelo: el feo negocio de las bellas mujeres, Michael Gross concluye que si Eileen Ford convirtió esta profesión en algo respetable, Casablancas vulneró todos los códigos:«Se acostaba con las jóvenes actuando de una manera inmoral. Construyó la agencia más poderosa del mundo basándose en la esencia misma de su personalidad, una sexualidad seductora que sus detractores desdeñan». Casablancas negó que fuera un pederasta «no he cometido ningún crimen contra la humanidad» y reconoció que salía casi siempre con mujeres muy jóvenes porque en su profesión «era casi inevitable»: «Cuando tenía 25 años, todas las modelos tenían edades comprendidas entre los 17 y los 25; cuando yo tenía 35, ellas seguían teniendo entre 17 y 25; y ahora que tengo 55, todavía tienen entre 17 y 25», dijo poco antes de vender la agencia y de enemistarse con casi todas las mujeres a las que hizo millonarias.

«Estoy harto. Las supermodelos son incontrolables y algunas se convirtieron en verdaderos monstruos.Nunca me agradecieron que elevara sus salarios hasta cotas que nadie podía imaginar». A Naomi Campbell la tachó de «odiosa», a Heidi Klum de «salchicha alemana» y a Gisele Bündchen de «cruel y avariciosa». Son solo algunos de los trapos sucios que recoge un esperado documental que muestra el lado feo del hombre que convivió con las más guapas.

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