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Badr Hari levanta en brazos a Cristiano. Luego bromearía. «Recién casados».
«Recién casados»

«Recién casados»

Cristiano Ronaldo y Badr Hari, un campeón de kickboxing, hacen lo posible por estar juntos, pero se toman a guasa los rumores sobre una relación gay

FERNANDO MIÑANA

Domingo, 13 de diciembre 2015, 22:05

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En el fútbol todo discurre bajo una lente de aumento. Y hasta la amistad entre dos hombres, o la foto de uno de ellos sujetando en bañador al otro, se amplía. Bien lo saben Gerard Piqué y Zlatan Ibrahimovic. La fotografía que les hicieron en un parking donde parecía que se cogían las manos dio la vuelta al mundo. Y más en un ámbito donde jamás ha salido nadie del armario. Pero aquello quedó en nada. El último runrún es la relación entre Cristiano Ronaldo y Badr Hari, su nuevo mejor amigo, al que ha visitado con asiduidad pese a vivir en Marruecos. Algunas tardes, a eso de las tres, tenía su jet privado listo en el aeródromo de Torrejón de Ardoz para dar el salto a Casablanca, Marrakech, Agadir...

Badr Hari ha agasajado a la estrella portuguesa en Marruecos. De allí volvía al avión y rumbo a Madrid para poder entrenar a la mañana siguiente en Valdebebas. El tabloide The Sun, que vende más de tres millones de ejemplares, aseguró que mantenían una relación gay. Pero pocas pruebas aportan los que respaldan esa teoría más allá de unas fotos en bañador abrazados, la llamativa ristra de viajes de Cristiano a Marruecos y rumores, muchos rumores.

Ambos están acostumbrados a caer en las páginas de los periódicos con asiduidad. Cristiano Ronaldo es uno de los deportistas más famosos del planeta y Badr Hari es una estrella del kickboxing que nació y se crió en los Países Bajos, y que vive y tiene sus ancestros en Marruecos. Y los dos, mantengan o no una relación, parecen tomárselo a guasa. «Just married (recién casados). Siempre aquí para levantarte, hermano», bromeó en Instagram el feroz púgil en su cuenta junto a la archifamosa foto en la que aparece alzando a CR7 en sus brazos.

Empezó a los siete años

  • UNA ESTRELLA DEL KICKBOXING

  • Nació y creció en Ámsterdam después de que sus padres dejaran Marruecos. Como vivía en un barrio peligroso, su padre le apuntó a un gimnasio con siete años para que aprendiera a defenderse. A los 11 disputó su primera pelea.

  • El kickboxer marroquí cobra un fijo, según algunos medios, de 400.000 euros por combate y se suele llevar una bolsa de un millón de euros si sale victorioso. En 2013, Forbes estimó que tenía una fortuna de 20 millones de euros.

  • Mide Badr Hari y pesa 120 kilos de puro músculo. De ahí que levante a su amigo como una pluma.

No es un tipo que se arrugue fácilmente este Hari. Está habituado a pelearse en el ring, a puñetazos y patadas, con bestias de más de 100 kilos y en su ficha policial, según ha trascendido desde que empezó a vérsele con el astro del balompié, figuran ocho agresiones con un supuesto intento de homicidio contra el potentado Koen Everink o la posesión de sustancias dopantes en su apartamento de Ámsterdam. Hace unos días ruló y ruló el vídeo en el que golpea levemente al conserje de un hotel a la misma velocidad que otra grabación de su salida de Theatro, la exclusiva discoteca del exclusivo barrio de Hivernage, en ese Marrakech que cada día se asemeja más a Ibiza. Hari se dirige a los paisanos que esperan a Cristiano en la puerta y les pide que no le avergüencen y que exhiban la amabilidad del pueblo marroquí delante de su amigo. Aunque al final ataja: «Si alguien se porta mal, le machaco».

Badr Hari nació hace 31 años en Ámsterdam, la ciudad a la que emigraron sus padres, desde Kenitra, al norte de Marruecos, en busca de fortuna. No abundaba el dinero y la familia vivía en un barrio de pandilleros y chicos malotes. Su padre lo llevó a un gimnasio para que aprendiera a defenderse y a los siete años comenzó a practicar el kickboxing. Con 11 ya había disputado su primera pelea. Y aquel chiquillo escuchimizado empezó a crecer y a crecer hasta convertirse en un chaval de 18 años y casi dos metros. Ahí, ya con cincuenta combates a sus espaldas, decidió dar el salto al profesionalismo.

Su punto de arranque hay que fijarlo en el colosal Amsterdam Arena, donde se pegó con Alexey Ignashov, el mejor peso pesado del momento. Aquel novato que se había formado como alumno de un famoso entrenador, Thom Harinck, cayó derrotado, pero demostró ser un púgil valiente y descarado. Regresó a aquel escenario para protagonizar una mítica pelea contra el alemán Stefan Blitz Leko. Caminó del vestuario hasta el cuadrilátero en medio de una gran ovación y se marchó, tras perder por KO, escuchando un abucheo atronador. Aquel día, despechado, decidió que, desde entonces, representaría a Marruecos. De los Países Bajos saltó a la liga profesional de Japón, la K-1, donde se convirtió en una estrella del kickboxing.

Su fama ha ido creciendo al mismo ritmo que su cuerpo. Ahora es un hombre mucho más corpulento (120 kilos) que aquel palillo del Amsterdam Arena y por el camino ha sembrado su historial de feos gestos que le han costado la suspensión en tres combates, como aquel día que, con el juez separándole de su rival tras detener la pelea, sacó una pierna para chafarle la cara a su contrincante, tendido en el suelo. Aquellas sucias tretas le costaron varias derrotas, pero alimentaron, junto a los incidentes que protagoniza fuera del ring, su aura de tipo duro, de bad boy (chico malo) como le llaman algunos. Porque Hari gasta fama de púgil feroz.

Es uno de los referentes de su deporte, aunque también practica una variedad conocida como muay thai, el boxeo tailandés. Y le encantaría triunfar en el boxeo tradicional: a quien admira realmente es a Mike Tyson, otro púgil terrible dentro y fuera del cuadrilátero. Y a otros boxeadores como Sugar Ray Leonard, Fernando Vargas u Óscar de la Hoya, de quien parece haber adoptado el sobrenombre de Golden Boy.

Sus éxitos en el kickboxing le han permitido amasar una fortuna considerable. En 2013, siempre según la referencia de la revista Forbes, figuraba en la lista de los 200 deportistas más ricos del mundo con una fortuna estimada de 20 millones de euros. Un capital con el que sacia sus grandes vicios: los coches -especialmente los Porsche-, la ropa y los relojes. Ha invertido en inmuebles por medio Marruecos, el país por el que siente devoción. El doble campeón de los pesos pesados, un competidor con 106 victorias (92 por KO) y solo 12 derrotas (8 por KO), promociona siempre que puede su tierra. Y trata de ayudar a los suyos a través de la Badr Hari Association, que auspicia a Santé Pour Tous, una organización que se dedica a asistir a discapacitados y gente con enfermedades crónicas. Durante sus vacaciones viajan a Marruecos con todo el equipo para realizar operaciones que la parte más desfavorecida de la población jamás podría permitirse.

Una hija de tres años

Hari se define en su página web como «deportista, celebridad, chico malo y campeón». Y también señala que muy pocos saben quién es, «un amigo leal y un padre orgulloso», más allá de la imagen que proyectan de él los paparazzi. El kickboxer tiene una hija de tres años, Ambre, de su relación con la modelo Daphne Romani. En su lista de mujeres también figura un conocido apellido, Estelle Cruyff, sobrina del mito del Barcelona y expareja de Ruud Gullit.

A los que quieren juzgarle les pide que lo hagan después de leer su biografía (Badr Hari. Mi vida), escrita por el periodista Maarten Max, donde, asegura, cuenta lo mejor y lo peor de él mismo. Porque en su web reconoce que también es «un demonio que a veces se ha impulsado a la oscuidad». En la presentación de su historia anunció una de sus ambiciones, convertirse en ministro de Juventud y Deportes de Marruecos.

Además de Cristiano Ronaldo -también subió una foto en noviembre sentado en una de las alas del jet de 19 millones de euros del luso para anunciar que iba a presenciar el Clásico- presume de ser amigo de Karim Benzema y del presidente checheno Ramzan Kadyrov. Y cuenta con la bendición del rey de Marruecos, Mohammed VI. Aunque, en realidad, Hari ya había estado en un Madrid-Barcelona en marzo, cuando se hizo una foto con CR7, Benzema y Modric.

El delantero galo fue quien le presentó a Ronaldo, aunque en el vestuario del Real Madrid cada día cuenta con más seguidores, como el brasileño Marcelo. Ninguno, ni siquiera Benzema, se lo ha cogido tan fuerte como el portugués, con quien se ha llegado a sentar en el palco del Bernabéu. Gasolina para los rumores.

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