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Pere Pubill Calaf, 'Peret', ha perdido este miércoles la batalla contra el cáncer.
Muere Peret: La rumba catalana entra en el cielo

Muere Peret: La rumba catalana entra en el cielo

Miguel Lorenci

Jueves, 28 de agosto 2014, 03:47

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Homenaje al artista. La vida de Peret, como buen rumbero, fue en algunos capítulos, bastante agitada o confusa, turbulenta incluso. Sin embargo, se le recordará por sus canciones al tratarse del impulsor de la rumba catalana.

Peret era a la rumba catalana lo que John Lee Hooker al blues o Bob Dylan al folk electrificado. Su muerte deja huérfano el género que Pere Pubill Calaf, Peret para el mundo, creó y engrandeció y sobre el que edificó una carrera desigual de más de seis décadas y plagada de éxitos. Pionero convertido en maestro, el rey de la rumba ha perdido este miércoles la batalla contra el cáncer de pulmón, al que había plantado cara con entereza y buen humor. Horas antes, su familia había tenido que desmentir la noticia, aunque hizo público su grave estado, después de que la Generalitat anunciase su muerte.

Rumbero por excelencia y uno de los padres del 'invento', el cantante catalán abrió sendas por las que transitaron todos cuantos han sido algo en este género de fusióngitana y latina, de Los Amaya a Estopa pasando por Las Grecas o Macaco. Se le reconoció en 2010 con uno de los grandes galardones de la XIV edición de los Premios de la Música.

Pere Pubill Calaf nació en Mataró en 1935. En 1947 debutó con su hermana Pepita sobre las tablas del Tívoli barcelonés. Se había criado en el corazón más gitano del barrio de El Raval. Los clanes gitanos gestaron allí una revolución musical de la que Peret sería alma y protagonista. La rumba gitana se mezcló con la guaracha y el mambo de Pérez Prado para alumbrar un nuevo género: la rumba catalana. Nació con ella ese rasgueo percusivo conocido como «el ventilador» que Peret ejecutaba con maestría. Un truco ingenioso y de fácil ejecución, según otro sabio rumbero y rumboso, el desaparecido Gato Pérez.

Peret tuvo una infancia libre, feliz, y sin escuela. Su vocación musical era inédita en su familia. Aprendió en la calle y en los mercados que recorría con su padre, tratante de tejidos, al que todos conocían como el mig amic. Así titularía Peret uno de sus temas, un tributo a su progenitor que Manuel Vázquez Montalbán saludó como el mejor tema de la nova cançó catalana.

Su talento para la guitarra, que se convirtió en su sombra, y su innato gracejo le hizo un hueco en las juergas rumberas del mercadeo de paños. Como a Dylan, a Peret le cambió la vida un accidente de moto sufrido con 16 años. Fue el principio de una carrera artística con escalas en el Teatro Victoria del Paralelo con sus fieles palmeros, los primeros singles, el traslado a Madrid y la inmensa popularidad de los años 60 y 70. Una época en que en discotecas y bôites se pinchaban sus rumbas.

Su primer álbum es de 1968. Incluía éxitos como Una lágrima, El gitano Antón o Amor a todo gas que siguen hoy en la memoria colectiva. La revista Rockdelux lo incluyó en la lista de los 100 mejores discos españoles del siglo XX. En 1974 alcanzó la cima de su popularidad representando a España en Eurovisión con Canta y sé feliz. Poco antes, su tema Borriquito fue número 1 en España, Holanda y Alemania.

En los ochenta desaparece. Primero se entrega a la fe evangélica que profesa y predica y luego batalla y vence al cáncer. Pero hasta lo más granado de la movida lo recuerda. Ahí queda la gloriosa versión de La noche del Hawaiano que hicieran Los Peatones, el grupo más efímero de la historia, una insólita unión de media hora entre El Último de la Fila y Radio Futura en una fiesta de Radio 3.

Regresó Peret en los noventa con tanto empuje como antes, manteniendo vivo un legado y repertorio que sigue compartiendo, como prueba el disco de homenaje editado en 2000, con versiones remozadas de sus éxitos junto a Ojos de Brujo, Los Enemigos, Fermín Muguruza, Amparanoia o el mismísimo David Byrne.

El rumbero mayor del reino gozaba de una extraordinaria salud artística mientras menguaba su salud física. En 2009 nos regaló un soberbio repaso a melodías que marcaron su infancia, como Rascayú o María de la O, en el disco De los cobardes nunca se ha escrito nada. Puro genio.

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