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Aquí falta un biquini

Aquí falta un biquini

Cayetana de Alba, en San Sebastián, y Ana Obregón, ‘toreando’ a Israel Lancho, aún no han deleitado al respetable con sus tradicionales posados playeros

ARANTZA FURUNDARENA

Miércoles, 23 de julio 2014, 22:34

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No salen las cuentas. En las portadas de las revistas de este verano falta un biquini. E incluso un triquini. El primero no es un minúsculo hilo dental brasileño sino un dos piezas que realmente tiene tela: el de la duquesa de Alba. Y el segundo es, por supuesto, el triquini de geometría imposible de Ana Obregón. Cayetana no ha hecho todavía su personalísimo posado playero, tan buscado y deseado por la prensa como el de Obregón aunque por razones bien distintas. Y Ana debe de estar esperando a que alguna marca le esponsorice su salida del fondo de armario estival. El año pasado la perpetró en una playa artificial situada en pleno centro de Madrid, debajo de un cartel publicitario y con un granizado en la mano. Y fue a principios de agosto. Así que todavía hay esperanza.

«Lo que digan los médicos». Esa era la respuesta de los hijos de Cayetana de Alba a la pregunta de si su madre se iría este año de veraneo. Y los médicos han dicho que sí; de modo que Cayetana, Alfonso y el séquito correspondiente hicieron las maletas rumbo a Arbaizenea, el palacete de San Sebastián que la duquesa heredó del primero de sus tres maridos. Si Marbella e Ibiza serán las próximas escalas del periplo vacacional de la duquesa es algo que aún está en el aire. De momento el Mediterráneo (como el cielo, sobre todo el cielo) puede esperar. Los duques llegaron el domingo a esa magnífica casa-palacio (que para sí quisiera Falete), levantada en el siglo XIX y cuyo estilo arquitectónico recuerda a un cottage de la campiña inglesa, con la fachada cuajada de hiedra y el jardín repleto de hortensias.

Pero Cayetana no es de parar mucho en casa y, aunque esa válvula cerebral que le implantaron y los 88 años que le cayeron en marzo le condicionan la vida, ya ha realizado alguna escapada con su marido a Biarritz y a San Juan de Luz para visitar las más selectas tiendas de objetos usados. Porque a Díez Carabantes (de hobby, brocanteur) le pirran las antiguallas. Dicen las lenguas de vecindonas que la duquesa ya no es la que era, que apenas llama por teléfono a sus amistades (antes lo hacía todas las noches) y que hay días en que no distingue en cuál de sus palacios se encuentra. Es lo que tiene poseer tantas mansiones inmensas... Si solo tuviera un pisito y de protección oficial seguro que no se perdía. Con todo, lo que más preocupa a sus allegados es la falta de apetito. «Lleva años comiendo fatal y eso la ha debilitado mucho», comentan.

Una relación «muy pura»

Ana Obregón también lleva años comiendo poco, aunque por otros motivos y con muy distintos resultados. Para lo que es ella, la actriz está pasando un verano tranquilo. Nada que ver con aquellos de antaño en los que se rodeaba en las calas pitiusas de una corte de palmeros tipo el Chuli, el Pai y el Cabra de la difunta Carmina Ordóñez, solo que en más finos y macizos. «Llevo tres años sin pareja y son los mejores de mi vida», proclama. Sin embargo, al fondo se perfila un torero. Se llama Israel Lancho y tiene casi un cuarto de siglo menos que ella. El chico iba para jugador de baloncesto hasta que lo descubrió el humorista Mariano Mariano. «Es un hombre maravilloso, pero es solo una amistad», recalca Obregón sobre este largo caballero que también fue amigo especial de Anne Igartiburu. «Ana me transmite muy buena energía, hablamos casi a diario», revela él. Todo apunta a que la atracción es mutua. ¿Tensión sexual no resuelta? El diestro define la relación como «una cosa muy bonita y muy pura». Resumiendo: todavía no ha entrado a matar.

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